Tal y como indiqué hace algún tiempo, la peligrosidad de las especies que han constituido (y constituirán) las diferentes entregas de mi prestigiosa "Enciclopedia Chupiguay de la Vida Marina" no ha radicado exclusivamente en el riesgo intrínseco que supone su presencia o comportamiento (en algunos casos casi mortal), sino en que unido a estos factores se encuentra la abundancia de especímenes de dicha especie.
Para que lo entendáis con un símil (ya que muchos de vosotros seguiréis siendo chupibuceadores que necesitáis "ejemplos", "truquis" y "recordatorios" como los que salen con un alegre y dicharachero iconito en los manualillos con los que creéis que aprendéis a bucear), esto de la peligrosidad vs. la abundancia es como si viviérais en pareja y vuestro/a respectivo/a os dijera: "mañana va a venir a comer tu cuñada"... bien, es una situación peligrosa, pero no necesariamente mortal. Si a continuación añade, "por cierto, le he dicho que se traiga a los niños", la situación adquiere tintes dramáticos, difíciles de controlar salvo que tengáis mucha sangre fría, y si finalmente concluye la conversación con un "ah, y ha dicho que se va a traer a mi madre -tu suegra-, que hace mucho que no la vemos", te encuentras en una situación en la que sólo te quedan dos opciones: salir huyendo o arrojarte al suelo aparentando estar muerto (si a los lirones caretos les funciona ante el aguilucho, ¿por qué a vosotros no?).
Si yo fuera uno de esos que redactan los "chupi-trucos PADI" os diría que la mejor solución es la primera, ya que está demostrado científicamente que aunque estés simulando estar muerto (o lo estés realmente, ante la noticia que acaban de darte), eso no te va a librar de que te sienten a la mesa y te pongan a parir como si estuvieras en plena capacidad de responderles. Sin embargo, mi humildad y mi sabiduría me sitúan en la inmejorable situación de plantarme en jarras ante vosotros y haceros la pregunta "¡pero bueno! ¿somos hombres o ratones?" (vale, "hombres/mujeres"... joder con lo de ser políticamente correcto)
A ver, pequeñuelos, lo único que necesitáis entender para hacer frente a una temible plaga de cualquier peligrosa especie de las que yo os describo en esta Enciclopedia por entregas es reconocer su presencia, analizar su índice de peligrosidad (y, no olvidéis, la posibilidad de que haya otras en la cercanía), y una vez analizados los distintos factores críticos (la visibilidad, la temperatura del agua, las armas que lleváis, los motivos de los divorcios en la casa real y los ingredientes para hacer el mejor marmitako), enfrentaros sin miedo a la situación y exterminar sin piedad a tan dañino especimen... Ú-dano i faelas a hyn an uben tanatha le faelas!!! (no, no es que me haya dado un vahido por estar tomando demasiados yaksdaniels como siempre y me haya caído encima del teclado, es que ya me ha vuelto a dar por las citas cinematográficas... ya me conocéis)
Hermanos, hoy nos hallamos aquí reunidos para analizar la epidemia o plaga estacional de una peligrosísima especie que anualmente se apodera de nuestro entorno. Veréis por la descripción que es una especie que, unido al daño que causan, goza de algunas características que la hacen especialmente peculiar, siendo una de ellas el que, a pesar de ser anfibia y poder alternar entre el medio terrestre y el acuático, pasa la mayor parte del tiempo fuera del agua.
Lo sé, lo sé, os preguntaréis ¿qué hace entonces en la Enciclopedia "de la Vida Marina"? Pues os voy a dar las dos razones más importantes que me han hecho decidirme a incluirla, a pesar del "terrestr-ismo" de estos temibles seres:
a) Lo dañino que es permitir que sigan reproduciéndose y dañando el planeta (también conocido como "motivo 1: yo también quiero que me den un Premio Nobel de la Paz como al Gore ese, que me lo merezco")
b) Procedo así en tanto en cuanto mi volición surge del final del epididimo (también conocido como "motivo 2: porque me sale de los ggüevos")
Pero basta ya de tanta disertación, y procedamos a analizar los orígenes, comportamientos y acciones a tomar frente a las siempre emocionantes y peligrosísimas plagas de esta terrible especie, el Lerdus Mercadiensis
-----------------------------------------------------------------------
Fase 1. El Efecto Llamada
Poco después del equinoccio de otoño de cada año comienzan a aparecer en los medios (el marino, el terrestre, la prensa especializada -en engañar a los pardillos- y la cosa-de-la-interné) breves referencias a un evento cósmico de consecuencias predicibles, conocido como "el-mercadillo-de-casco". Este fenómeno metereológico (cuyos orígenes, causas, antecedentes y efectos no entraré a analizar aquí, más allá del ámbito que nos ocupa... por ahora) produce un cambio hormonal en la especie que nos proponemos analizar.
El lerdus mercadiensis, que es como bauticé a tan curiosa especie, a pesar de tener una corta inteligencia como veremos más adelante, reacciona de manera instintiva ante el anuncio del fenómeno, y comienza a emitir breves chillidos de satisfacción cuando detecta la presencia de dicho mensaje en algún punto del planeta. Por medio de esos chillidos de gorrinillo feliz los lerdus mercadiensis alertan a los demás miembros de su especie, tanto de su propio clan como de otras familias, de la cercanía del evento.
Según van pasando los días, los lerdus mercadiensis incrementan la cantidad, volumen y agudo timbre de los chillidos, de tal manera que cuanto más se acerca el día, más parece el ecosistema buceístico un reflejo de la época de celo del urogallo, la berrea de los venados, o la alegre sinfonía porcina de aquellos a los que le llega su San Martín.
Fase 2. La migración
En la fecha de inicio del evento cósmico (el "mercadillo-de-casco") los lerdus mercadiensis inician una migración muy similar a la de los lemmings en la tundra ártica. No debemos olvidar que estos seres pasan la mayor parte del tiempo fuera del agua, a pesar de su capacidad anfibia, por lo que su desplazamiento hacia el punto de reunión donde, año tras año, y de una manera misteriosa, coinciden todos los miembros de la especie, es a pesar de su dificultad, algo bastante asequible para sus cortas patas y primitivos cerebrillos.
De esta manera, este año pude ser testigo del inenarrable momento en que las primeras hordas de miembros de la especie se acercaban al punto de reunión, profiriendo aquellos pequeños chillidos de satisfacción, causando curiosidad en todos aquellos seres dotados de inteligencia y raciocinio que asistían a la escena entre sorprendidos y atemorizados.
Algunos investigadores han aventurado que estos chillidos emitidos en el día del evento tienen una utilidad comunicativa parecida a la descrita anteriormente, de tal modo que los lerdus mercadiensis intentan con ello atraer a otros miembros de la especie hacia el punto exacto de reunión. Mi opinión, basada en sesudos análisis sobre el terreno, en el timbre del chillido, su duración, su fase, y especialmente basada en un par de orujitos tomados en el bar de enfrente de donde se iba a acometer el cónclave, me hacen concluir en que el mensaje emitido no es de comunicación, sino de hambre.
Los lerdus mercadiensis hasta ahora tenían confusos a los investigadores. Semanas, incluso meses antes de que se produzca este evento universal, se aletargan y abandonan el deseo de ingerir cualquier alimento, como si imaginaran que en la reunión multitudinaria con el resto de miembros de su especie fueran a poder alimentarse de todos aquellos manjares que sueñan sus pequeños y sencillos cerebros. En esa época de adviento, ante cualquier intento por parte de los investigadores para que se alimenten, ofreciéndoles trajes, jackets, etc., de realmente buena calidad, los lerdus mercadiensis siempre lo rechazan todo, moviendo sus extremidades con un gesto que puede interpretarse por un "no, no, déjalo, que ya encontraré en el mercadillo todo lo que necesito". Debido a esta situación de famélica desnutrición, es extremadamente peligroso ubicarse en el camino de la plaga cuando ésta se dirige hacia su destino final.
Sin embargo, sabéis que vuestro Maestro Chupiguay no le teme a nada ni a nadie (salvo a visitas familiares como las que narraba al principio), así que a pesar del pánico que se anidó en los atemorizados corazones de aquellos que contemplaban la llegada de tantos y tantos seres de voz aguda y ojos inyectados en sangre al punto fatídico de reunión, el que esto suscribe (y escribe) se arrojó temerariamente en medio de la marea de los lerdus mercadiensis, viéndome arrojado a la sima donde celebran sus extraños ritos, e intentando no desfallecer entre el olor a neopreno que inundaba aquella cueva y los estridentes chillidos de aquellas criaturas, que nada más alcanzar el destino de su migración entraban en una especie de paroxismo de hiperactividad que os describo a continuación.
Fase 3. El ritual
Como decía, nada más ingresar en aquella cueva, el repugnante olor a neopreno de mala calidad pasado de fecha casi me tira de espaldas. Logré reponerme a duras penas y extraje mi cuaderno de campo para tomar frenéticamente notas de todo lo que en su arrebato perpetraban los pequeños lerdus mercadiensis que, al revés que a mí, parecía encantarles el aroma que desprendían aquellos putrefactos restos.
Era sencillamente angustioso (por no decir repugnante) ver con qué ansia se arrojaban aquellos sencillos seres sobre aquellos restos nada más entrar en la cueva, emitiendo agudos y frenéticos chillidos que sonaban a algo así como "¡¡¡n'aidemitallaaaaaa, n'aidemitallaaaa!!!", pero aun así mordisqueando ansiosos (imagino que por el hambre de las últimas semanas) cualquier bocado de neopreno que cayera entre sus manos. He llegado a ver casos de miembros del mismo clan, de la misma tribu e incluso de la misma familia luchar a muerte por alguno de aquellos restos de ínfima calidad y brillantes colores, que imagino excitan la vista y la imaginación de estas criaturas.
Me introduje más profundamente en aquella cueva, preparándome para lo peor, y viéndome contínuamente zarandeado de un lado a otro por aquellas bestezuelas que parecían ignorar completamente mi presencia, absortas como estaban en la búsqueda de algun festín. De vez en cuando alguna emitía un inhumano berrido similar a "¡¡aquíiiiiiii!! ¡¡aquíiiiii!!" exhibiendo triunfante algún resto raído en el cual se hallaban impresos unos caracteres ("auqcabus", me parece haber leído por medio de un espejo). La visión de ese miembro de su especie alcanzando su objetivo provocaba generalmente un revuelo generalizado en el resto de la manada, que se lanzaban con mayor ímpetu y desesperación sobre los restos que aún quedaban, con aquel chillido que os decía antes "¡¡n'aidemitallaaaa!!"
Tras un recodo en la gruta, me introduje en una segunda zona donde los lerdus mercadiensis, no sé si porque ya se encontraran ahítos de neopreno de la zona anterior, o porque pertenecían a alguna subespecie que busca otro tipo de alimentos, se comportaban de una manera distinta. Menos salvaje que los anteriores, pero más sorprendente...
En esta zona las infelices criaturas se agrupaban y apelotonaban, oprimiéndose entre sí, pero en vez de hacerlo de una manera caótica y feroz, como en la cueva anterior, parecían guardar una especie de orden, como si acudieran a una especie de abrevadero o pesebre. A duras penas (ya que no me sentí con fuerzas para intentar abrirme paso entre ellos, pues las dos veces que lo intenté recibí algunas dentelladas de sus pequeños dientes) logré vislumbrar que al frente de todos ellos se hallaban unos seres de alguna especie distinta, que iban arrojando sobre una superficie restos variados de distinta naturaleza, restos que inmediatamente, y sin analizar si el alimento ofrecido era comestible o venenoso, eran devorados por el primer lerdus mercadiensis que se hallara próximo, el cual se alejaba raudo y satisfecho en busca de otro tipo de alimento a través de aquella cueva. Sorprendente cuando menos...
En el resto de paredes de aquella gruta se hallaban de nuevo restos caducos de alimentos pasados de fecha, sobre los cuales se arrojaban como poseídos por mil demonios aquellas criaturas. Apoyado en un rincón, e intentando recuperarme de las emociones pasadas, logré identificar un acto social sencillamente inverosimil entre los individuos que se alimentaban en aquella zona (lo que me sorprendió, tras aquellas actuaciones irracionalmente feroces que había contemplado hacía unos minutos entre ellos). Esta curiosa interacción consistía en que las veces que alguno de los lerdus mercadiensis, con aspecto de tener algo más de inteligencia o madurez, parecía dispuesto a abandonar alguno de aquellos restos sin probar bocado (quizá dándose cuenta de su mala calidad o repugnante sabor), el resto de miembros de su familia o su clan se arrojaban ipso facto sobre el individuo en cuestión, y le presionaban por todos lados hasta obligarle a aceptar aquello que le ofrecían como un manjar exquisito, emitiendo un sonido gutural que sonaba algo así como "perosi'stádeputamadre!". Curiosamente, en todos los casos el primer individuo no sólo terminaba sucumbiendo a la presión, sino que a partir de aquel momento, parecía asumir la naturaleza de su propia especie, y se unía gozoso al frenesí del resto de criaturas con su recién conseguido botín.
En otro rincón encontré restos similares a los del interior del Tlisthregohrm (o Tisthlergon, o Tlitshregrom, o como cohone se escriba...), un montón de botas abandonadas sin ton ni son. Los lerdus mercadiensis se arrojaban frenéticos sobre ellas. Les daba igual que entre sus garras cayeran pares de distinto número (cosa que entiendo, ya que dudo que con la limitada inteligencia de la especie, sean capaces de leer), a pesar de ello insistían en atesorarlos, imagino que con la intención de llevárselos a su guarida y devorarlos con calma. Nunca lo sabré...
Fase 4. Paradojas darwinistas
Había tantas cosas incomprensibles en aquellos sorprendentes y fantásticos seres... tantas cosas por estudiar, tantos descubrimientos por hacer...
Sin embargo, decidí concluir con mi exploración. Me dí cuenta que llevaba ya demasiado tiempo en aquella cueva y, como podéis imaginar, yo soy un buceador comprometido con mi propia seguridad y que siempre he respetado la regla de los tercios (un tercio de mahou pa desayunar, otro tercio de mahou antes de echarte al agua, y otro tercio de mahou en cuanto regresas a tierra), así que consideré oportuno abandonar a aquellas infelices criaturas a su destino y salir al exterior (más exactamente, al bar de enfrente).
Logré alcanzar la salida a tientas (no... no es que hubiera perdido visión, ni orientación, ni que aquello estuviera oscuro... es que siempre aprovecho este tipo de aglomeraciones para darle un poco de alegría a mis manos... ya me entendéis), contemplando como junto a mí salían unos pocos individuos de esta especie, con sonrisa satisfecha pero con una mirada vidriosa y perdida en el infinito, no sé si fruto del festín pantagruélico que acababan de darse, o bien de los bocados que les acababan de dar a ellos en una parte de su anatomía que puede ser definida como "cartera"...
Así, pude anotar que, tras el ritual anual, los lerdus mercadiensis suelen regresar todos a sus guaridas en tierra (insisto en que es una especie que suele hallarse muy poco tiempo en el agua) arrastrando generalmente una bolsa que no necesitan, y comunicándose brevemente con aquellas hordas que aún siguen dirigiéndose hacia el punto de reunión para mostrarles sus trofeos recién conseguidos.
Esos trofeos, ese festín de neopreno de segunda y remates chapuceros, ese botin sobre el que el lerdus mercadiensis babea satisfecho, y que ostenta orgulloso ante otros miembros de su especie, suele terminar colgado en su covachuela para ser admirado durante varias estaciones, hasta que al año siguiente, la nueva llamada de la naturaleza conocida como "el-mercadillo-de-casco" haga salir a la pequeña y simplona criatura de nuevo de su gruta para ir en busca de nuevos botines que reemplacen a aquellos, y que posiblemente no han llegado a tocar el agua más que en un par de ocasiones.
Hasta que llegue aquel momento, avisados quedáis... procurad no caer en medio de una tromba de Lerdus Mercadiensis en la próxima temporada... tengo entendido que es una especie que, a nada que uno se descuida, contagia gran parte de su carga genética a través del contacto físico, o de esos chillidos a mitad de camino entre una comadreja con paperas, un delfín mezzosoprano y una sobrina repipi de cuatro años...
... y no querréis acabar como ellos, ¿verdad?
... ¿o quizá es que sea así como se reproducen? ¿por contacto directo con infelices víctimas?
... Yo que vosotros estaría preparado... y no le daría otra oportunidad a la selección natural... recordad: son ellos, o vosotros... Tenemos que acabar con ellos, antes de que nos invadan... Viva la selección artificial, y al viejo Darwin que le den pol saco... no podéis permitir que os inoculen sus genes... no podéis... tenemos que defendernos... acabar con ellos antes de que... er... hmm... por cierto, ¿de dónde habrá salido esta máscara que veo encima de la mesa, si yo ya tenía una?... no.... no.... no puede ser.... ¡¡¡¡¡noooooOOOOOOOO!!! !!
Hala, a seguir bien,
Chupiguay