Han pasado ya unos días desde mi primera y (como suele ser habitual) exitosa entrega de la Enciclopedia Chupiguay de la Vida Marina, dedicada al Plumbeus Photoshopibus, de la que algunos ya me han comentado les ha servido para identificar numerosos individuos de esta peligrosa especie que rondan por estas aguas.
Estos días no he estado ocioso, como os podéis imaginar. Principalmente me he dedicado a la "Vendimia Seleccionada" (aquellos que llegáisteis a leer completo el Decálogo Chupiguay sabéis a qué me refiero) ya que últimamente no hago más que encontrarme chupibuceadores que, empeñados en embutirse en un traje seco, pasan la mayor parte del tiempo flotando boca abajo en aguas medias, e intentando eliminar el aire que se embolsa en sus extremidades inferiores (momento que, ya sabéis, debéis aprovechar para "aligerarles" del peso de todo aquello que les resulta innecesario como focos, cámaras, etc.).
Es tan fácil que a veces (muy pocas, por supuesto) incluso me apena aprovecharme así de la situación, pero es que tenéis que reconocerlo: a todos los chupibuceadores, en cuanto ois la palabra "vacaciones", os entra una especie de baile de San Vito, y os autoconcienciais que "el agua está estupenda", aunque luego resulte que no sube de 12 grados y la visibilidad no supera los 3 metros. Y claro, os ponéis a dar aletas como posesos, haciendo que observáis atentamente las rocas y la posidonia como si allí fuérais a encontrar el descubrimiento del siglo, y ni os enteráis de que un habilidoso buceador chupiguay puede estar haciéndoos partícipes de una de las famosas "poda de los imbéciles". Allá vosotros...
Pero me estoy desviando del tema... Aparte de estas actividades lucrativas (ya sabéis que si queréis vivir del buceo, tarde o temprano deberéis dedicaros a esto), en estos dos días no he dejado de rellenar notas en mis cuadernos de campo acerca de extraños avistamientos de raros especímenes en nuestras aguas. Sí, no os extrañéis, vuestro idolatrado Chupiguay es un profesional que no sólo se caracteriza por su modestia y altruismo, sino que también es sistemático, por lo que en cada inmersión suelo ir acompañado de un cuaderno de campo convenientemente acondicionado para soportar un entorno submarino (algunos ya lo habéis adivinado... metido en una de mis bolsas -mas o menos estancas- del carreful, que valen pa tó)
Aparte de lamentar que la invasión de Plumbeus Photoshopibus (ver la primera entrega de esta enciclopedia) empieza a ser alarmante, principalmente potenciada por las aguas ricas en nutrientes y por la lamentable pasividad de las autoridades, he tenido recientemente numerosos encuentros con otra criatura casi tan peligrosa como aquel "chupi-fotosub", que es el temible "Maracus Insistensis" (conocido vulgarmente como chupi-sonosub)
Capítulo 1: Yo tarzán, tú chita (El Descubrimiento)
Me hallaba yo un día tan tranquilo en mis dominios subacuáticos en plena posición del mexicano (ya sabéis, descansando sentado sobre un blandito manto de coralígeno, piernas estiradas, espalda contra las gorgonias para acolchar la dureza de la pared y sombrero sobre los ojos. Mucho mejor que la del buda que os enseñan a los chupi-divemasters) cuando me despertó un sorprendente sonido... Era algo así como *chaka...chaka. Chaka... chaka"
Abrí los ojos y eché mano al fusil, y cual no sería mi sorpresa cuando encontré frente a mí a una extraña criatura de aspecto peculiar que me observaba con abultados ojos y agitaba un extraño apéndice tubícola por donde parecía emitir aquel sonido a intervalos regulares "chaka... chaka". Como no parecía peligrosa (cosa que luego comprobé que no era cierta) sino más bien otro de esos animales más bien insulsos que tanto pueblan nuestras aguas y que os empeñáis en fotografiar como si fueran algo que mereciera la pena, en vez de ensartarla con el arpón me contuve y le dí un empujón para que me dejara seguir con mi siesta.
La criatura, lejos de amilanarse (seguro que hubiera funcionado mejor apuntarle con el fusil, como siempre), permaneció frente a mí, haciendo extraños movimientos, mirándome con sus ojos saltones, y agitando aquél apéndice tubícola con su sempiterno *chaka... chaka*
Dando ya la siesta por perdida me incorporé y, como sabéis que soy de talante amable y respetuoso con todo bicho viviente, consideré que la extraña criatura, aunque pareciera bastante boba, estaba intentando comunicarse conmigo, quizás diciéndome que se llamaba "chaka-chaka". Yo, como suele ser mi respuesta habitual, me eché una mano a mis partes, para hacer la correspondiente presentación, y pensando que quizás la criatura perteneciera a una rama de las Chupi-criaturas-avanzadas-PADI, le hice el gesto de "OK" con la otra mano, cosa que, como sabéis, sirve lo mismo para saludar a un idiota, para mandar al pesao del divemaster a la mierda, decir adiós a la maciza que te acaba de dar calabazas, o para hacer una tortilla de patatas.
La criatura pareció entender mi saludo/presentación, y se alejó de allí con aspecto de estar contenta, momento que aproveché para sacar mi cuaderno de notas de campo y seguirla, lo que me permitió tomar una serie de anotaciones muy interesantes que paso a compartir con vosotros.
Capítulo 2: Ande vas, triste de tí (Comunicación y Vida Social)
Esta extraña especie, al revés que el Plumbeus Photoshipibus, suele nadar de manera impulsiva, con aleteos rápidos, cambiando contínuamente de dirección, y recorriendo distancias relativamente cortas. Se detiene ante cualquier punto que le resulta interesante, y lo investiga por medio de su apéndice (*chaka... chaka.. chaka*). Curiosamente, no es necesario que el punto tenga algo interesante (desde nuestra perspectiva de seres racionales e inteligentes, claro). Por lo general este animal se detiene ante absolutamente cualquier cosa y agita su apéndice, y cuando considera que encuentra algo de mayor interés (tampoco os creáis que gran cosa, suele ser un simple salmonete o un pepino de mar), entonces lo agita con mayor fuerza y a un ritmo más frenético (*chaka-chaka-chaka-chaka*)
Cuando el objeto hallado pertenece a lo que considera de un rango "extraordinario" (alguna tontería como una morena asomando de una cueva, un pulpo rascándose los tentáculos, o un cabracho tomandose unas copas), entonces la criatura entra en una especie de éxtasis y, convulsionándose, agita como una posesa su apéndice (*¡¡¡CHAKA-CHAKA-CHAKA-CHAKA!!!*) mientras gira 360º sobre su eje una y otra vez, mirando con sus abultados ojos a su alrededor.
Gracias a esto, descubrí que esta prodigiosa especie tiene propiedades telepáticas. Sí, como lo leéis, propiedades telepáticas. En aquella ocasión, aparte de seguir agitando como si le fuera la vida en ello su apéndice ante la aparición de una sepia (la cual, por cierto, parecía divertirse con la escena), la criatura alzó su otra extremidad y, empleando dos apéndices (los otros parecen habérsele atrofiado a lo largo de la secuencia evolutiva) se señalaba una y otra vez los ojos y a continuación señalaba hacia la sepia, que ya por entonces se descojonaba viva...
Curiosamente, como si aquello tuviera una equivalencia telepática con la danza que las abejas efectúan para indicar a sus compañeras dónde se hallan las flores, en unos instantes me vi rodeado de otros seres de la misma especie, todos ellos agitando convulsívamente sus apéndices sonoros, señalándose a los ojos y luego señalando a la sepia, mientras se miraban unos a otros.
Tengo tres hipótesis al respecto de tan extraño comportamiento social:
1.- Las sacudidas del apéndice, su frecuencia e intensidad, tienen algún tipo de relación con el tamaño del aparato sexual de la criatura.
Todos aquellos que ya habéis iniciado la parte teórica de mi curso de buceo tántrico (os mandaré un mail a algunas para iros convocando a la parte práctica) sabéis perfectamente que la gran mayoría de los actos que se realizan bajo el agua tienen siempre como objetivo demostrar que "uno la tiene más larga", ya sea mediante hechos fehacientes en dicho entorno submarino, o bien mediante los correspondientes alardes posteriores en superficie.
Esta extraña actitud de la criatura que estamos analizando podría quizás encajar en dicha categoría, ya que cuanto más agita el apéndice y consigue juntar otros miembros de su especie a su alrededor, más parece alardear de sus capacidades de observación (y por extensión, de su capacidad sexual)
2.- El sonido del apéndice se emplea como mecanismo de defensa.
También he valorado la posibilidad de que la criatura agite su apéndice como señal de peligro y medio de defensa. Cuando encuentra algo que puede resultar peligroso, convoca así a su alrededor un banco de criaturas semejantes, todas ellas sacudiendo desesperadamente sus tubos y señalándose una y otra vez los ojos y al animal correspondiente. Esto por lo general confunde (o parte de risa) a cualquier depredador, lo que garantiza la supervivencia de la especie.
Sé que algunos podríais argumentar "¿y qué hay de peligro en una liebre de mar o en una pareja de sargos?". Tendríais toda la razón, pero recordad que esta especie que os estoy describiendo, y tras muchas horas de investigación por mi parte, no parece tener muchas luces, así que quizás en su corto y escaso raciocinio, cualquier objeto móvil (o incluso inmóvil) podría ser un peligro en potencia, lo que justificaría por otro lado el uso indiscriminado que hacen de su apéndice sonoro.
3.- La criatura es imbécil
Aunque a priori estuve a punto de tomar esta hipótesis como la más plausible, finalmente la rechacé por reducción al absurdo. Todo parece indicar que la tesis es válida (el extraño comportamiento del animal, el escaso criterio que muestra, su simplona cohesión social, etc.).
Sin embargo, la naturaleza es muy sabia y (aunque hay algunas muestras a nuestro alrededor que podemos catalogar como excepción a la regla) las criaturas estúpidas suelen ser eliminadas por pura selección natural, lo que haría imposible que un ser tan ridículo como el que nos ocupa hubiera sobrevivido hasta nuestros días.
Por ello, pensé que debía haber algo en todo esto que se escondía a mi escrutinio, algo oscuro y terrorífico, algo innombrable acerca de aquella abominación (caray, sigo emulando a H.P.Lovecraft), y obviamente vuestro valeroso Chupiguay debía sacar aquello a la luz para el bien de la humanidad.
Aún me estoy recuperando de aquella experiencia: para mi asombro, amigos y discípulos, he descubierto la terrible verdad de aquella criatura, y el tremendo peligro en el que nos hallamos, indefensos no sólo ante sus apéndices sonoros, sino especialmente ante... ehem, pero creo me estoy adelantando. Seguid, seguid leyendo...
Capítulo 3.- Como venga mi primo el de zumosol... (Estado larvario y estado adulto)
Tras varias semanas de duro estudio, y otras tantas en una clínica de desintoxicación (creo que la próxima vez debería estudiar algo más lejos del bar), la verdad se hizo evidente ante mis ojos cuando un día, mientras metía la mano en una cueva para sacar un par de congrios que me parecía haber visto en su interior, de repente oí justo al lado de mi oido un sonido que casi me hiela las venas, una especie de "*mmmmmooooOOOOOOOOOC... mmmmmoooooOOOOOOC*" que lo primero que me hizo pensar es que el Titanic en persona venía a por mí (supongo que algun fantasma en su interior aún me guarda rencor que bajara aquel día a pulmón a esquilmar un poco los camarotes).
Me giré, y cual no sería mi sorpresa cuando me encontré una criatura de características semejantes a las que os describía antes (ojos abultados, mirada que denotaba pocas luces, etc.), que igualmente repetía el gesto de señalarse a los ojos y a continuación señalar un nudibranquio de mierda que había en la pared a mi lado. Me quedé sorprendido... aquella criatura, a pesar de comportarse tan estúpidamente como la otra, no parecía mostrar el apéndice sonoro tubícola característico. Aquí había algo raro... La seguí raudo y veloz, y cuando se detuvo a los pocos metros extasiada ante un erizo diadema, comprobé de qué se trataba. Esta criatura era una variedad, en estado adulto, de aquella otra que os explicaba.
Todo parece indicar que cuando estas simples criaturas evolucionan, se les cae el apéndice en forma de tubo, y en su lugar se produce una especie de engrosamiento en el aparato sexual de la criatura (que, para vuestra sorpresa, parece colgar de su hombro izquierdo... lo cual me hace recordar aquella postura a -35 mts con la Rosi que... uy, que me despisto). Pues eso, que en el estado adulto, a la criatura se le produce un engrosamiento en su aparato sexual, que cuando es presionado emite el sonido que os intentaba reproducir antes "*mmoooOOC... mmoOOC... mmmooooOOOC*" (aunque algunas variedades reproducen algo más parecido a un "*cuuuaaaAAAC, cuaAAAC, ccuuuuAAAAC*")
Hasta ahí todo bien, si no fuera porque la criatura en estado adulto también desarrolla una costumbre harto dañina, y es acercarse casi hasta el oído de su víctima, para ahí reproducir su "*mmoooOOC... mmoOOC*". ¿Será de nuevo un mecanismo de defensa, o en su lugar nos encontraremos ante una refinada técnica de ataque? Observaciones posteriores me han hecho decantarme por lo segundo, ya que he tenido ocasiones de ver a un tiburón acorralado, rodeado de varios especímenes en estado adulto (y alguno larvario), todos ellos reproduciendo sus "*mmooOOC... moOOC... chaka-chaka-chaka*", que desde luego parecían ejercer un pánico atroz en el pobre escualo, incapaz de moverse ante aquella muralla de sonido que se alzaba a su alrededor.
Aquello confería de unas características peligrosas a esta especie, desde luego. Sin embargo, aun quedaba lo peor...
Capítulo 4.- Yo te doy cremita, tú me das cremita... (La simbiosis)
Aún no me he recuperado del descubrimiento... es demasiado aberrante... demasiado peligroso... pero debo contároslo, para que os preparéis ante una situación como la que os voy a describir. Me encontraba el otro día paseando a mi tortuga marina cuando de repente oí a mis espaldas el ya conocido "chaka-chaka-chaka"... me giré, dispuesto a mandar a la mierda al pesao del bicho aquel que me estuviera siguiendo, cuando *ffllaaAAASSH*, fui objeto de un ataque a traición por parte de un enorme Plumbeus photoshopibus (menos mal que tuve reflejos para lanzarle una patada a los huevos... si no, ahora quizás estaría en su aparato digestivo, siendo triturado en el "photoshop").
Una vez recuperado del incidente, pude comprobar que aquello no era fruto de la casualidad... para mi sorpresa, las dos especies, el Plumbeus photoshopibus y el Maracus insistensis, son capaces de acoplarse en una auténtica simbiosis que aporta beneficios a los dos. ¿Verdad que es aberrante? El Maracus, con sus movimientos más veloces y dispersos, localiza y con su *chaka-chaka-chaka* avisa de la presencia de posibles víctimas al Plumbeus photoshopibus, el cual se acerca y, tras devorar a la presa y almacenarla en su estómago de 1Gb, hace el gesto de OK al Maracus insistensis, el cual, como comentaba antes, engorda de satisfacción ante tales muestras de agradecimiento, y se mueve rápidamente en busca de otras presas.
Por todo ello os ruego la máxima precaución en vuestras inmersiones (la seguridad ante todo, ya sabéis): cuando oigáis a vuestro alrededor un *chaka-chaka* no os relajéis penséis en la simplona criatura del principio. En su lugar poneos en guardia ante la eventualidad de que tras él llegue un especimen adulto (recordad su atronador *mmmoooOOOC-mmmOOOOOCC*), que os pueda dejar aturdidos de tal modo que os convirtáis en la próxima víctima de algun Plumbeus Photoshopibus.
Hala, a seguir bien,
Chupiguay