MAR ROJO por Hukuruvelhi
Que decir del Rojo ( nombre abreviado ) que no se haya dicho. Quién no ha ido al Rojo. Quién se atrevería a explicar sus batallitas submarinas del Rojo sin llegar a ser pesado. Pues dicho esto en lugar de dar el coñazo con las inmersiones, paso a explicar sucesos que me han pasado en los dos viajes que he efectuado.
Empecemos por la primera noche pasada en El Cairo, mas concretamente en el Halili (suena así ).
Al tener el vuelo por la noche y llegar a las 23,50 h. no se pudo llegar a tiempo a coger el vuelo a Sharm que salía a las 01,30 de la madrugada, o sea que hasta las 5,50 no salía el siguiente. Que hacer durante 4 horas, pues visitar el mercadillo más famoso del mundo. Ya nos ves a 8 guiris con camisetas manga corta de buceo, que parecía que tuviéramos un letrero que decía “quiero comprar cualquier cosa, paradme y preguntar” intentando atravesar las estrechas calles que componen el mercadillo, abarrotadas de gente A LA UNA DE LA MADRUGADA, como es que hay tanta gente?, le preguntamos al guía. Y con la respuesta aplastante que nos dio quedó todo claro. Era el RAMADÁN. Claro, el mercadillo estaba lleno de turistas como nosotros, millones de egipcios de la capital y venidos de los pueblos cercanos que abarrotaban los lugares de comida, descansando en las plazas y calles a la espera de la salida del sol para la primera plegaria.
-Después de pasar frío en la sala de espera del aeropuerto de El Cairo, helarte en el avión de Egyptair, y con el aire acondicionado a tope del autocar llegas muy temprano al puerto de Sharm con un calorcito que te golpea tan fuerte que pierdes un kilo de la sudada que haces, subes al barco en espera de los trámites y ves una cantidad de barcos, cual más grande y lujoso, una tranquilidad que de repente se trastoca cuando llegan todos los turistas que, hospedados en los hoteles, inician sus buceos diarios. Motores que se encienden, olor a gasóleo, bocinas que anuncian la salida, ruido de botellas que chocan al ser transportadas con los carritos sobre el pantalán de maderas separadas, discusiones entre las tripulaciones por si tu barco ha tocado al mío, gente, humo. Por dios, donde me he metido, piensas, pero cuando sales a mar abierto te das cuenta que te espera una semanita de relax y buceo, mucho buceo y del bueno.
-De vuelta de Sharm teníamos dos días de relax y turismo para ver una de las maravillas del mundo. Comimos en el avión y como que la riñonera que llevaba con el pasaporte, tarjeta de crédito, billetes y libras me molestaba para bajar la bandeja, la desabroché y la puse al lado del asiento. Pues al salir del avión, allí se quedó. Al recoger las maletas y pasar el control NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO, NO PUEDE SER. Se lo comenté al guía y por la cara que puso me temí lo peor. Empezó a llamar por teléfono, vino el jefe de policía del aeropuerto, parecía que el guía mandase más que todo el mundo allí reunido. Para no retrasar las visitas concertadas, el resto del grupo se fue con el autocar y el guía y yo nos trasladamos a otras dependencias del aeropuerto.
Pasado un rato sale de un despacho y me invita a entrar advirtiéndome que ya la tienen y que tengo que corroborarles que todo está correcto, pero que mi “dejadez” ha ocasionado unos gastos que tengo que asumir. Asumidos dichos gastos salimos pitando en busca del grupo.
-Vuelvo a pensar que el guía debe de ser más que un ministro. Monta un pollo con los taxistas que parece que nos van a comer, solo por el hecho de coger el taxi del último que ha llegado. Bueno, taxi es un decir, un Peugeot antiguo que el cuenta kilómetros marca mas de 900.000. Va a una velocidad de vértigo metiéndose entre los coches que circulan cada uno en su carril, o sea que en una avenida de 4 carriles circulan 6 coches, pero me doy cuenta que todos hacen lo mismo, adelantamientos que los coches casi se rozan, un minibús abarrotado de gente con las puertas y el motor abierto parándose en medio de la calle y la gente subiendo y bajando. Un carro tirado por un burrito en dirección contraria. Policías, muchos policías. Ya los vimos antes, en cada esquina, en las calles donde hay hoteles, en las plazas, pero ahora es que casi se dan la mano unos con otros. Llegando al Museo de El Cairo TODO esta tomado por la policía, hay un cinturón impenetrable, me armo de valor para dirigirme al “ministro”-guia y al ver que he estado desconectado de las noticias me informa que Iaser Arafat ha fallecido y se están celebrando los “funerales”( si es que se llama así en Egipto) justo delante del Museo y que cuando Mubarak está presente aquello parece un cuartel.
Nos bajamos del taxi justo delante del doble cordón policial en el preciso instante que pasaba un autocar de turistas, se abre el cordón y se cierra, el guía me grita CORRE, CORRE, él si que pasa, pero yo me quedo entre el primer cordón y el segundo. MADRE MIA, ahora si que no salgo de esta. Vuelve el “Super-ministro”, les pega un broncazo a los polis y como si no hubiera pasado nada atravieso el segundo cordón. Cabe decir que el resto de la jornada fue muy placentera.
Al año siguiente y por casualidad nos vimos con el guía en el aeropuerto, nos saludamos y quedó tranquilo ya que no iba en su grupo.
-El Cairo es una ciudad de olores. Si, tiene un olor especial que al ir por segunda vez lo reconocí de inmediato, es de aquellos olores que si te tapan los ojos y te llevan sin saber donde vas, aciertas seguro. Tiene sus olores particulares e individuales, como el de las especies, el de los perfumes, el del Nilo, y el de basura quemada en plena calle, el del desierto y el del calor. Todo en conjunto hace inconfundible el olor de El Cairo.
Después de todo lo sucedido siempre piensas. Voy a volver al ROJO.