Los urinatores romanos fueron la primera unidad de buceadores militares de carácter permanente y profesional de la que se tiene constancia histórica. Aunque anteriormente existieron grupos de buceadores entre los griegos o los asirios, fueron los romanos los primeros en crear en el siglo IV a.C. una unidad militar enteramente dedicada a las operaciones subacuáticas, con una formación especial – a estos jóvenes se les preparaba de manera distinta a los legionarios ya que, entre otras actividades, practicaban contener el aliento el mayor tiempo posible, que luego les serviría para el buceo en apnea – que requería que sus integrantes fueran expertos nadadores y buceadores.
En Ostia, el puerto marítimo de Roma, existió una corporación de urinatores.
Etimológicamente, ūrīnātor proviene del verbo latino urinor – ūrīnō en latín primitivo- (nadar bajo el agua, o bucear) que a su vez proviene de ūrīna (orina). Esta curiosa relación relación etimológica parece estar basada en la reacción fisiológica que hace a los buceadores orinar abundantemente tras haber realizado una inmersión.
Los urinatores se armaban únicamente con cuchillos. Sus misiones eran muy variadas: ataque y sabotaje de los barcos o las defensas portuarias del enemigo, recuperar anclas del fondo, instalar defensas subacuáticas en los puertosm y estuarios, transportar víveres y armamentos a ciudades sitiadas, o mensajes escritos en brazaletes de plomo a través de las líneas enemigas, o recuperar mercancías de barcos hundidos.
Se sabe, por las muchas medidas tomadas en los puertos, que las acciones de estos grupos eran numerosas y contundentes. Para contrarrestar las acciones bélicas de los urinatores se crearon ingeniosos medios de defensa. Así, se solían desplegar redes con cascabeles en la bocana de los puertos, centinelas armados con tridentes o rejas en los aliviaderos.
El historiador Tito Livio cuenta como en el siglo II a. C. el rey Perseo arrojó su tesoro al mar para evitar que cayese en poder del enemigo recuperándolo después por unos buceadores, llamados “urinatores”. El propio Tito Livio describe que los urinatores se sumergían a pulmón, aunque existían noticias de la utilización de ciertos “almacenes de aire” en odres o rudimentarias campanas. Plinio “el Viejo” narra en su “Historia Natural” cómo los urinatores iniciaban la inmersión lastrándose con piedras y con una esponja impregnada en aceite en la boca que iban exprimiendo conforme descendían, con el fin de crear de lante de los ojos una película que mejoraba la visión, ya que el índice de refracción del aceite en el agua es semejante al del ojo humano.
La primera misión en que tomaron parte los urinatores fue en la guerra civil entre Julio César y Cneo Pompeyo. Aprovechando la noche, los buceadores de Cesar nadaron desde la playa hasta las naves de Pompeyo, cortaron los cabos de las anclas y las remolcaron hasta la playa. Una vez allí, las naves de Pompeyo fueron asaltadas y destruidas por el ejército de Cesar.
La última acción militar en la que participaron urinatores tuvo lugar durante el asedio de Constantinopla.
En tiempos de paz los urinatores constituyeron un gremio, y eran los buceadores que en los puertos se dedicaban a rescatar las mercancías que caían al agua durante los trabajos de carga y descarga. Por ley, los trabajos de estos buceadores eran pagados en función de la profundidad a la que se hallaba el objeto y la dificultad de su recuperación.
Los urinatores son, por ello, considerados los precursores del buceo militar y profesional en Occidente.
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