Integró el primer grupo de sudamericanos que bucearon en el lugar donde se hundió la flota alemana, en las Orcadas del Norte

Protegida por su entorno físico difícil, signado por la desolación, el intenso frío y los fuertes vientos, la base naval de Scapa Flow, en el Mar del Norte, fue considerada un sitio estratégico desde tiempos de los vikingos. Pero su mayor notoriedad histórica la ganó hacia el fin de la Primera Guerra Mundial, cuando el almirante Von Reuter, a cargo de la flota alemana, convencido de que su país ya se había rendido, en un descuido de la vigilancia de los británicos que los mantenía recluidos, ordenó hundir a los 51 barcos de la fuerza. Hasta ese cementerio de barcos plagado de historia llegó recientemente la oncóloga platense Silvia Bonicatto, integrando el primer grupo de sudamericanos que buceó en los naufragios.

De los ocho naufragios en los que se permite bucear, logramos hacerlo en cinco y en el marco de incursiones muy complicadas, porque hay que tener en cuenta que los restos de los barcos están bastante profundos (entre 18 y 42 metros), el agua es muy fría (10º, pero en invierno puede bajar hasta 3º) y la visibilidad es poca (no más de entre 6 y 8 metros)", relató a este diario Bonicatto, quien logró bucear en los naufragios de los buques Koln, Dressen, Brummer, F2 y Kronprinz Wilhelm).
La profesional platense, que se caracteriza por haber escalado algunos de los picos más altos del mundo, reconoce que alcanzar cada naufragio -hasta donde los expedicionarios llegaron orientados por instructores de buceo, pero sin guías ni ayudas- fue "como una forma de bucear en la historia".

Dentro de los barcos, todos de dimensiones importantes, que alcanzan hasta 174 metros de eslora -de manera tal que a causa de las fuertes corrientes se hacía difícil recorrerlos en un sólo buceo- la platense y sus nueve compañeros de aventura, descubrieron tanta historia como formas de vida.
"Había muchas anémonas y en algunos barcos, como el Koln, verdaderos cardúmenes que llenaban los compartimentos del barco", cuenta Bonicatto.

Según relata la platense, algunos de los naufragios visitados, como el del Prinz Wilhelm, un acorazado gigante, estaban totalmente dados vuelta porque el peso mayor, representado por cañones y ametralladoras, estaba en cubierta.
Distinto es el caso de los barcos más chicos, como el Dresden y el Brummen, que se encuentran de lado, lo que permitía el ingreso de los buceadores.
"La experiencia fue fantástica e inédita para un sudamericano, en un paisaje similar al de Ushuaia o Malvinas, con mucha niebla, frío, lluvia y viento, que hacía muy difícil cada visita", indica la platense.

http://www.eldia.com.ar