ESPELEOBUCEO

El espeleobuceo es el más peligroso de los deportes que conjugan afición y actividad científica tan bien, que no se distinguen. Sumergirse conlleva ya un riesgo inherente por adentrarse en un medio que no es natural al hombre, y al bajar a las profundidades de la tierra se arriesga a perderse por túneles inexplorados o caer a una sima y no ser encontrado nunca. El espeleobuceo reúne el peligro de ambas actividades, conformando una categoría aparte con métodos, técnicas y equipos distintos reservado para un grupo de escogidos expertos que anteponen su vida por la exploración y la investigación.

Las dificultades comienzan en este deporte mucho antes de salir de casa. Muchas veces no se encuentra información sobre el lugar que se desea explorar y el precio de mantenimiento y adquisición del equipo requiere de amplios fondos o subvenciones. Pero todavía quedan más dificultades, ya que los lugares de exploración suelen encontrarse en lugares inaccesibles o remotos (en mitad de la selva amazónica o en la pared vertical de un acantilado), lo que no lo haría muy diferente de otros deportes de aventura si no fuera por la gran cantidad de equipo que es necesario transportar: hasta 4 botellas por persona de 25 kg. de aire, instrumentos de trabajo, cámaras, traje, casco, lancha neumática con motor, el equipo de un sólo explorador puede llegar a pesar más de 250 Kg., por lo que se hace necesario también un medio de transporte subacuático: este aparato (generalmente un Acuazeep) con forma de torpedo o trineo tira de los buceadores para que éstos no tengan necesidad de nadar y gastar energías; hay que recordar que pueden recorrer longitudes de más de 2 Km. por estrechos túneles y pasadizos, también se evita así remover el fondo.

Generalmente ,el método de realizar las expediciones consiste en que una o más personas hagan de ayudantes para colocar el equipo a los buceadores y les aguardan pacientes en la entrada. Cada vez que se recorre un pasadizo inexplorado se tiende un hilo que evita que el aventurero se pierda en su regreso, de modo que la mayor parte del recorrido se hace cogido a estos hilos guía hasta el lugar deseado. Una vez allí y según el trabajo, los componentes pueden realizar su tarea en grupo o dividirse. En el buceo convencional se desaconseja siempre trabajar solo, sin embargo en este deporte los expertos aseguran que es mejor que cada uno vaya a lo suyo, ya que así se concentran mejor y se tiene mucho más cuidado, evitando confiarse, así cada uno es responsable de su vida. El recorrido por los pasadizos y pozos subterráneos casi nunca es fácil, ya que la mayor parte de las veces los lugares son estrechos y de una disposición caprichosa que desorienta, la oscuridad y lo desconocido siempre están presentes, al igual que la cantidad de aire disponible. Se suele dejar una tercera parte del oxígeno para la ida, otra para la vuelta y el otro tercio para emergencias.

Otra dificultad añadida suele ser las superficies lodosas que con la más mínima alteración, ya sea por el aleteo o por rozarlas, se desprende tal cantidad de partículas que inundan el agua de modo que no permiten ni que uno pueda verse la mano, aquí el hilo guía es nuestro único medio de salir con vida.

Las cuevas submarinas reservan muchas sorpresas al explorador, generalmente desagradables, como las corrientes que impulsan casi sin sentir a la ida pero que frenan enormemente la vuelta, o la narcosis producida por la profundidad, que llega sin esperarse y emborracha al explorador, además de los peligros típicos del buceo, como la descompresión, que obligan a estar pendiente de los indicadores para hacer las paradas correspondientes, la última hasta de más tres horas, que se convierten en una lucha contra el frío y el aburrimiento.

Son muy pocos los que se hallan capacitados para practicar este deporte, son siempre personas responsables y conscientes del peligro, nunca temerarias y con una buena razón para arriesgar su vida en cada inmersión (ya sea por la ciencia, por la exploración o con fines económicos). La sangre fría siempre está presente en estos hombres y mujeres, de tal modo que si no han regresado a la superficie a la hora prevista (una inmersión puede durar 9 horas) saben que no pueden hacer nada más que esperar, y cuando el oxígeno ya ha acabado sólo les queda ir a avisar a las autoridades para que, generalmente ellos mismos, bajen de nuevo a rescatar el cadáver.