Explorado por primera vez en busca de formas de vida un lago subterráneo de O Courel
Desde que el equipo desapareció por la boca de la cueva hasta que los buzos y espeleólogos volvieron a ver la luz pasaron tantas horas como las que el Papa dedicó a Santiago. Y fue precisamente el mismo día en que Galicia levitaba con la visita de Ratzinger cuando los exploradores descendieron a las entrañas de la Cova da Ceza (Noceda, Courel) y se adentraron por primera vez en las aguas gélidas de su lago subterráneo. Existía un estudio topográfico muy elemental de la superficie y se sospechaba que en el fondo de la masa de agua había un sifón que podía dar paso a otras cámaras desconocidas y también inundadas, pero no se sabía más.
La parte seca de la cueva en cuestión, una más entre el centenar de grutas de las que hay constancia en O Courel y que minan el suelo como un queso emmental, ya había sido noticia hacía un año. En Ceza se habían descubierto los restos de un oso cavernario.
Investigadores del instituto geológico Isidro Parga Pondal llegaron a localizar 26 huesos de unos 35.000 años de antigüedad de ese animal que sobrevivió en las montañas orientales de Galicia mucho después de haberse extinguido en Centroeuropa.
La nueva expedición, la de ahora, fue promovida por Axena (Asociación Xuvenil para o Estudio da Natureza), un colectivo con un ciento de socios fundado hace un lustro por estudiantes de la Universidade de Vigo, buena parte de ellos procedentes de O Barbanza. Algunos miembros conocieron la cueva en junio de mano de otro grupo vigués, el Clube Espeleolóxico Máuxo, y después embarcaron en la aventura a tres buceadores de la misma ciudad, entre ellos un cámara que grabó en vídeo la inmersión.
El 6 de noviembre, después de varias visitas, al fin subieron a la cueva el material necesario. Para aguas de menos de 10 grados centígrados, y en Ceza está a 9 todo el año (el mar está a 12 en los peores días) hay que llevar traje seco, más pesado que el neopreno normal. Además, había que portar botellas de aire, la cámara de 20 kilos, focos, comida y una cantidad de plomadas que luego resultaron excesivas, porque los aventureros no habían tenido en cuenta que el agua dulce ofrece menos resistencia.
Eran, en total, 300 kilos de peso repartidos entre siete personas, y tanta alforja transformó el pasillo de 700 metros bajo tierra que lleva al lago en un viaje de tres horas. "Normalmente se hace en 45 minutos", explica Javier Iglesias, organizador de la expedición por parte de Axena.
En el agua entraron cuatro. Uno se quedó prácticamente en la superficie y los demás alcanzaron los 13 metros de profundidad, pero los proyectores de luz todavía iluminaban 20 metros más abajo y parecía que aquello no acababa. El agua, bajo sus cuerpos, era absolutamente cristalina y nada hacía pensar que el fondo del lago estuviese cerca. Pero por motivos de seguridad tuvieron que suspender la inmersión sin llegar a descubrir gran cosa. Cuando se echaron al agua, el lago era transparente, pero a dos metros de la superficie se formó una nube marrón "espesa como el chocolate" que impedía a los de arriba ver lo que estaba pasando abajo y a los de abajo orientarse para volver arriba.
Ni siquiera los focos atravesaban aquella turbiedad. Los buceadores no habían contado con que las paredes de la cueva sumergida empezarían a despojarse del limo de siglos con el movimiento de las aletas y las burbujas de CO2 que iban a expulsar al respirar. Los sedimentos, empujados por el aire, se habían ido acumulando cerca de la superficie, mientras ellos habían seguido bajando sin darse cuenta del problema y con un solo cable guía.
A partir de enero, lo volverán a intentar con un cable para cada hombre rana y aletas más pequeñas o sin ellas, tomándose con calma el descenso. Esta vez pudieron constatar que el sifón existe de verdad, pero no llegaron a atravesarlo para comprobar si realmente comunica con otras galerías. Los vecinos de la zona están convencidos de que sí. En O Courel siempre se ha creído que aquel lago funciona como un pozo artesiano, por el que asciende el agua cuando esta escasea a la luz del sol. La corriente llega a formar un río que sale de la cueva, y aún sobrevive a la entrada el lavadero donde se hacían todas las coladas de Noceda.
Pese a que la aventura quedó menos que mediada, Axena no tira la toalla. Su objetivo es descubrir todo lo que esconde aquello que en apariencia es sólo un lago, identificar cualquier forma de vida "superior a las bacterias, como los anfibios" que pueda albergar y topografiar a conciencia aquel escenario único (aunque cuevas con lago y ríos subterráneos hay más en la comarca). Entre los licenciados que fundaron el colectivo hay biólogos y también ingenieros. "Si hay que inventar algo para sondear el fondo, lo inventaremos", promete Iglesias. "No sería la primera vez", recuerda, "en el Rémora, otro de nuestros proyectos, encontramos la manera de colocar cámaras a los tiburones".