Siguiendo la idea de un forero, inicio este hilo de Historias con Tiburones, ese fantástico rey de la pirámide alimentaria marina. Mi primera historia se refiere al primer tiburón que ví. Dado que tras hacer el Open Water fui directamente a Maldivas, mi primer tiburón apareció en mi inmersión número 6. Era un pequeño punta blanca que daba vueltas cerca del fondo. Yo no lo había visto; bastante tenía con preocuparme de mi flotabilidad y de flipar con todo lo que había a mi alrededor. Probablemente la boquilla de mi regulador estaba llena de babas. Mi instructor, un maldiviano, se colocó delante mío y se puso la mano encima de la cabeza con la palma estirada, señalando con la otra hacia el fondo, no muy lejano.
Tardé un par de segundos en recordar lo que me había explicado e identificar la seña. Seguí la dirección que marcaba su mano izquierda y vi al temido depredador de poco más de metro y medio a unos diez metros de nosotros. Mi primer impulso fue salir pitando en dirección contraria, pero para mi sorpresa aquel loco maldiviano salió disparado HACIA EL TIBURON. Refrenando mi instinto de supervivencia pensé que si aquel tipo era de allí y llevaba años buceando, él sabía lo que hacía así que le seguí, teniendo buen cuidado de que su cuerpo quedara siempre entre el bicho y yo. Supuse que el tiburón preferiría la carne maldiviana a la fofa chicha europea.
Al cabo de unos segundos me olvidé de todo y permanecí hipnotizado siguiendo con la vista los rápidos y elegantes movimientos del precioso animal. Incluso saqué del bolsillo la camarita analógica que un amigo me había prestado y le hice una foto, de calidad patética pero con gran valor sentimental.
La página del logbook se me quedó pequeña y cada vez que la vuelvo a leer sonrío. Desde entonces empecé a contar en el logbook el número de tiburones que veía. Dejé de hacerlo al llegar a cien, pero de ese siempre me acordaré.