Bueno, ya que nadie propone otro estilo-tema, aparte de Orusito, no queda más remedio que seguir la crónica siguiendo sus indicaciones: "Al estilo de El Señor de Los Anillos" pidió... bueno, allá va.
Capítulo 2. La Comunidad se sumerge
(dedicado - nuevamente - a Orusito)
El sol de la mañana rompió sobre las cabezas de la pequeña Comunidad del Latiguillo con especial virulencia. La mañana se alzaba sobre los cabellos dorados de la aurora, y no sólo auguraba un día de sofocante calor, sino que golpeaba a cada minuto sobre el cuerpo de los indefensos hobbits submarinistas como si ellos fueran los únicos habitantes que poblasen la Tierra Media.
Mientras Merry lamentaba el tono rojizo que a ratos iba adquiriendo su piel, el buen Sam miraba con los ojos como platos lo que acontecía a su alrededor.
- ¿Verdad que esto es tan hermoso como la Comarca, señor Frodo? - preguntó al fin.
Frodo alzó la mirada. En sus ojos latía el peso del destino, un destino que sólo él podía llevar sobre sus hombros. Y, a pesar de las sombras que empañaban su corazón, no pudo por menos que mirar aquel mar, liso como un plato, y admitir con un leve movimiento de cabeza la afirmación de su compañero. Sí. Aquello era hermoso.
Desde que habían salido de Rivendel(*), Frodo había sentido el desasosiego creciendo dentro de sí mismo y, a cada paso, a cada batiente del mar sobre aquella barca que se deslizaba sin esfuerzo sobre la lisa superficie creando una estela de espuma, Frodo sentía que el destino le llamaba una y otra vez, y no sabía cuál era la respuesta que debía darle.
Sin embargo, a pesar de aquellas sombrías reflexiones, era incapaz de evitar una sonrisa ante la alegre algarabía que sus compañeros mostraban en el bote que todos compartían.
- Sí, Pippin, cántanos otra canción, una dedicada a nuestra primera inmersión en Cabo de Palos - gritó Merry desde el otro extremo del bote.
- Bueno, si insistís - concedió Pippin, aún a sabiendas de que, quisieran o no, él estaba dispuesto a cantar - Creo que tengo una apropiada para la ocasión
"El sol se eleva y las nubes se alejan
la luz de la estrella alumbra el camino
la luna baila su tip-tip-y-top,
el gato se esconde debajo del agua
y yo me sumerjo en busca de..."
- ¡Un tesoro! - gritó Sam Gamyi, recordando aquella canción de su infancia. - Sí, es verdad, había que buscar un tesoro, ¿verdad, señor Frodo?
Frodo no contestó. Pensando sobre aquel tesoro del que tantas maravillas había oído miró al mar, comprobó que ya llegaban a su destino, y su corazón se encogió un poco más, recordando las palabras que Elrond le dijo en la despedida de Rivendel: Man tiruva rákina kyria?... Meryn sa haryalye alasse.. Nai elye hiruva...
Sí, quizá él tuviera la fortuna de ver aquel barco roto, el famoso "Naranjito", a pesar de que el fuerte Boromir, con sus anchos hombros, y que ahora ocupaba la proa de la embarcación manejando con destreza el bote con unos cabos a su cintura, les había asegurado que prefería una y mil veces enfrentarse a una horda de orcos huruk-hai de Saruman antes que llevarles a aquel lugar.
Frodo se estremeció ante la realidad: aunque lo deseara con todas sus fuerzas, su corazón le decía que no, que su destino no estaba en visitar aquel pecio, sino quizá áridos arenales vacíos de cualquier soplo de vida.
Sí. Frodo lo sabía. Su destino le llevaba a Mordor.
- Vamos al agua. - dijo a sus compañeros, intentando aparentar una alegría que estaba ausente en su corazón - Hoy nos esperan grandes aventuras.
Y a su indicación, todos saltaron alegres del bote, sumergiéndose bajo aquellas cálidas aguas en busca de una ruta que les llevara hacia su siguiente etapa.
Todos se quedaron estupefactos ante lo que el sol y el mar mostraban ante sus ojos. La vida estallaba en formas diversas de peces, gorgonias, luces y sombras en aquel mar tan rico en diversidad que ahora se ofrecía frente a ellos como una joya refulgente. A la luz del sol Frodo vió como brillaban los tallos retorcidos de la poseidonia, y contempló arrobado la abundancia de puestas de huevas, tan propias de aquella reserva. Se dejó llevar por la emoción del instante y, con el corazón perturbado ante aquella belleza, se detuvo a contemplar cada punto, cada nudibranquio, cada erizo, cada castañuela y, envuelto por aquella somnolencia que la belleza y el calor de las aguas infundían en su cuerpo, comenzó a tararear una tonada de la Comarca
"Las hojas amarillas del otoño se fueron
y el bosque trae un color distinto,
los brazos de mi amada, su cabello dorado,
son recuerdos de..."
La voz se quebró súbitamente en la mente de Frodo, impidiéndole seguir adelante con la canción, y sus nervios se helaron como al paso de una termoclina mientras veía aterrado como justo allí, ante él, se alzaba con pose temible uno de los caballeros negros que tanto temía, y que en esta ocasión no se hallaba sólo, sino que se encontraba acompañado del resto de engendros de su especie.
La fría mirada del espectro se clavó en la de Frodo, y en el cerebro de éste pareció rechinar una voz chillona y estridente que le gritaba inmisericorde:
- ¿Dónde está el tesoro? ¡¡¡Dínoslo...o muere!!!
Frodo se encogió sobre sí mismo, buscando a tientas el octopus en busca de un poco de aire adicional. Aquel espectro de mirada burlona siguió clavando sobre él su gélida mirada repleta de terror, insistiendo una y otra vez: "El tesoro... danos el tesoro... o dinos dónde está... Sí... danos el tesoro del Arenal"
Fin del Capítulo 2. Continuará...
(*) Nota del traductor: Aunque en alto élfico (quenya) el santuario de los elfos se llamaba Rivendel, la lengua de los hombres lo había transformado en "Centro de Buceo Islas Hormigas". Nadie recordaba el origen de aquel nombre, aunque algunos hacían referencia a las islas lejanas que entre la bruma asomaban al amanecer desde los puertos grises.
PD. Una imagen de los espectros que aterrorizaron a nuestro buen Frodo y al resto de la comitiva que le acompañaba.