Parques pide a la Guardia Civil una revisión subacuática ante la posibilidad de que estén activados
El armamento de un patrullero francés que naufragó en plena II Guerra Mundial yace esparcido bajo las aguas de Onza (archipiélago de Ons), territorio del Parque Nacional das Illas Atlánticas. Un grupo de buceadores deportivos localizó el pasado domingo restos del pecio del buque Barsac, entre los que se encontraban media docena de proyectiles de diferentes tamaños. Tras recibir la información del hallazgo, la dirección del parque comunicó los datos aportados por los buzos a Capitanía Marítima de Vigo, Consellería de Medio Ambiente y a la Guardia Civil, que ya prepara una inmersión en la zona en busca de esa munición "ante la posibilidad de que pueda estar activada".
El equipo de arqueólogos subacuáticos dirigido por Miguel San Claudio que, por encargo de Parques, catalogó los pecios históricos sumergidos en Cíes, Ons y Sálvora, recogen en su informe la presencia de restos del Barsac, "pero aunque sospechaban que podría haber munición, nunca llegaron a localizarla", reconoce José Antonio Fernández Bouzas. El director del Illas Atlánticas agradeció ayer al Club de Buceo Ons, organizador de la inmersión deportiva que dio el domingo con los proyectiles, la información del hallazgo, cuya investigación coordinará a partir de ahora la Guardia Civil del Mar.
Este departamento de la Benemérita enviará en los próximos días a Onza al Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS). "Tratarán de determinar si los proyectiles están activados, porque en ese estado son peligrosos. De ser así, habrá que estudiar qué se puede hacer con ellos. En caso de que estén desactivados, permanecerán bajo el agua", añade Fernández Bouzas.
Encalló en unos bajos
El Barsac era un mercante reconvertido en patrullero por la Armada francesa. De 1.047 toneladas de peso y variado armamento -piezas de 100 y 80 mm., y anti-aéreas de diverso calibre-, el 6 de enero de 1940 realizaba, junto al Leoville, una misión anti-submarina frente a las costas gallegas. Pero un temporal desplazó su rumbo peligrosamente hacia el Este hasta encallar en unos bajos situados al suroeste de Onza. La descomunal fuerza del mar arrancó de cuajo el puente del buque, y sus 63 tripulantes quedaron incomunicados en plena noche y en medio de un vendaval.
Con vengalas lograron avisar al Leoville, que a su vez emitió por radio un SOS al que acudieron los mercantes Isla de Tenerife, el cañonero Canalejas y un buen número de embarcaciones pequeñas de pesca. Entre todos estos buques se consiguió rescatar con vida a 45 náufragos; a los 18 restantes se los tragó el mar. Como el casco de su buque, que acabó partido en tres secciones cuyos restos diseminados pueblan los fondos de Onza.