Como cada año entre octubre y marzo, Japón tiñe sus aguas de rojo con la sangre de miles de delfines, que son asesinados brutalmente por los pescadores nipones, con la tradición como argumento.
El lugar donde tiene lugar tan macabro suceso es la provincia de Taiji, al sur de Japón. Desde hace años, los pescadores locales se dedican a rodear con sus redes a los grupos de delfines y conducirlos hasta una bahía cerrada para acorralarlos. Una vez encerrados entre la playa y las redes, los hacen varar y comienzan a arponearlos y acuchillarlos mientras esperan a que se desangren lentamente antes de subirlos a sus barcas.

El Gobierno japonés justifica la masacre diciendo que la caza de delfines forma parte de la cultura japonesa, aunque la realidad es que la mayoría de japoneses desconoce la existencia de esta "tradición". Los pescadores locales, por su parte, lo justifican diciendo que los delfines consumen los recursos pesqueros de la zona y generan pérdidas. En realidad, la carne de estos animales acaba en supermercados y restaurantes, a excepción de los más jóvenes, que corren la dudosa suerte de ser vendidos a acuarios y zoológicos.

Los delfines comenzaron a cazarse en masa a partir de 1986, cuando la Comisión Ballenera Internacional limitó la captura de los grandes cetáceos y los pescadores comenzaron a centrarse en los delfines, ya que la caza de estos no está regulada por ninguna organización internacional.

Este año se ha estrenado el documental ' The Cove ' , realizado por un fotógrafo del National Geografic, en el que se denuncia y se muestra, con imágenes grabadas con cámara oculta, la masacre de miles de estos ejemplares en una cala de Taiji durante la temporada de caza de 2007. Aunque según informa Sea Shepherd según informa esta organización, estas cacerías también tienen lugar en Iki, Ito, Futo y Izu.