Así de contundente se muestra Robert Marx: «Tenemos que dejar de ser cazatesoros. Quien siga el ejemplo de Odyssey sólo perderá dinero y se enredará en demasiados y carísimos pleitos». Marx es uno de los más activos cazatesoros de la historia. A sus 76 años, con 60 libros, cinco matrimonios y cientos de pecios descubiertos a sus espaldas en todos los mares del mundo, sigue buceando. Pero sabe que el juicio de Tampa por el tesoro de La Mercedes ha puesto al negocio contra las cuerdas.

Ahora está en Madrid, tratando de contactar con nuestras autoridades, y no es casualidad que la industria busque una nueva salida a su situación, a la que Marx sirve como un raro «embajador». Como no puede ser de otro modo defiende sus tesis y se indigna con la actuación de Odyssey Marine Exploration, a los que conoce bien. Para alguien que se ha codeado con los más conocidos cazatesoros, como Mel Fisher, y que ha trabajado durante años con los responsables de Odyssey -siempre ha acabado mal con ellos- aún resulta imposible hablar de tesoros y naufragios españoles sin emocionarse.

«Tenemos que ser realistas. Nadie seguirá excavando pecios sin el permiso de España, esto ha quedado claro. Por aceptarlo y creerlo ya tengo demasiados enemigos», dice. Coincide en que el decisivo apoyo político de EE.UU. a España obliga a reinventar el negocio. Que los piratas se olviden de sus viejos apoyos en el Departamento de Estado o en la Navy. La influencia que les daban senadores como John Edwards -principal inversor de Odyssey- en Washington se ha desmoronado.

Han actuado como ladrones

Pero el público de EE.UU. está aún con Odyssey, según Marx. Anoche estaba Greg Stemm en la televisión agitando el cliché de la leyenda negra de los españoles y su sed de oro, y diciendo que nadie ha probado aún que se trate de La Mercedes. ¡Pero si las pruebas, las 590.000 monedas, las han escondido ellos! El tribunal lo sabe, gracias al material fotográfico que hubo que ordenar a los cazatesoros que facilitasen y al peritaje español de las monedas y otros materiales, realizado también por orden del juez.

Y Robert Marx lo remacha: «Han actuado como ladrones y no creo que Stemm -fundador de Odyssey- vaya a devolver el tesoro voluntariamente, por mucha sentencia que exista en los tribunales, hasta que no vayan agentes del FBI y le apunten con sus armas». «España no debe confiarse, Stemm es un tipo listo, tiene más dinero, más resolución y mejores abogados que España en este caso», concluye. Aún así, parece que no están ganando ni mucho menos.

¿Y cómo ve el futuro del negocio?: «Los barcos pertenecen a España, regla número uno. Vengo a ofrecer toda la información de que dispongo -y puede decir que España deja escapar un gran tesoso si no me escucha-. Y también a pedir el priviegio de trabajar en colaboraciones exclusivas con su país, como las que tuvo Seahunt, para excavar pecios. Quiero negociar para que España se quede con todas las piezas de relevancia, pero qué museo va a querer trozos de astrolabio o 590.000 monedas. De todo hay que hablar. ¿Cómo va España a excavar galeones en las Azores con más facilidad que con la participación de empresas experimentadas como la mía? Que su Marina le diga a Portugal: Bob Marx trabaja con nosotros. Eso quiero».

Cuando se le recuerda que nuestra ley prohibe la comercialización de bienes del patrimonio no se desanima, como si su propia visión fuera insumergible. Y cuando se le habla de arqueólogos y académicos no puede evitar un rictus de desdén: «Ellos están en tierra, en despachos, no saben nada de ahí abajo».

Marx navega en largas conversaciones con recuerdos en cada puerto. Evoca la visión de su primera inmersión en aguas de Cádiz, cuando vino con la VI Flota en los primeros años cincuenta, como miembro de la tripulación de un portaaviones: «Aún no existía la base de Rota y las mujeres españolas iban tan cubiertas que a los marineros les entusiasmaba más el vino de Jerez». También se emociona cuando habla de Azores y de los inmensos yacimientos en aguas anaeróbicas, como las del Báltico... «Allí descansan decenas y decenas de galeónes intactos».

Por qué llamarlo Black Swan

A pesar de que ha sido uno de los principales animadores de un negocio siempre polémico, lo cierto es que Marx se ha granjeado enemigos y por encima de todos está Odyssey. Según relata, «Stemm llamó Black Swan al pecio de La Mercedes para herirme. Black Swan fue mi apodo familiar -mi mujer es White Swan- desde que empleé ese alias durante mi estancia en la US Navy en los años cincuenta. Yo había vendido a Stemm la documentación sobre la localización de La Mercedes, y sé que lo llamó Black Swan como diciendo: lo tengo, es sólo mío, y tú no tienes nada que hacer, conozco hasta tu apodo íntimo. Fue una mezquina venganza».

Marx tiene hoy los ojos puestos en Cabo Cañaveral, una zona protegida de la costa de Florida por motivos de seguridad. Ello la ha convertido en el mejor santuario de pecios españoles de la costa este de EE.UU. «Hay cientos de pecios y no me canso de decir que pertenecen a España, pero quiero tener el privilegio de investigarlos», subraya. No le gusta «la falta de interés» que ha tenido históricamente nuestro Ministerio de Cultura para resolver estos problemas. Lo cierto es que los naufragios son incontables y le parece «de locos dejar todo eso en el fondo del mar estropeándose».

Resulta muy poco comprensible que, siendo una de las principales potencias navales históricas, España haya publicado y excavado todavía tan poco: ni un solo galéon. Pero hasta nuestros arqueólogos deben formarse fuera. Sin embargo el caso Odyssey ha sido el revulsivo. El acuerdo entre Cultura y Defensa para comenzar el mapa de pecios -con el fin de protegerlos y estudiar su excavación- y el Plan Nacional de Arqueología Subacuática han sido el resultado. Para Odyssey, otro tiro por la culata.