La policía italiana continúa buscando a un grupo de submarinistas que mutilaron una imagen sumergida de Cristo en la Isla de Giglio, frente a la costa toscana, a unos 130 kilómetros de Roma.
No se sabe con certeza cuándo cometieron el sacrilegio los “buceadores satánicos”, como los nombra la propia policía. La imagen, conocida como Cristo de los Abismos,

fue bendecida y enviada al fondo marino, a 25 metros de profundidad, por el Papa Juan Pablo II en diciembre del año 2000, en una ceremonia con la Asociación Italiana de Buceo, convirtiéndose en un icono para los buceadores de la región.

El instructor Domenico Battistello, que está al frente del International Diving Center de Giglio, en una inmersión con un grupo de buceadores, fue quien descubrió que le faltaban los brazos a la estatua. Buscaron por los alrededores pero no encontraron los miembros amputados. Se los habían llevado.

Las primeras investigaciones confirman que ha sido un acto deliberado y preparado; descartando por la profundidad la posible acción de una embarcación. Los cortes en la estatua indican el uso de una herramienta (no especifica la policía de qué tipo) que no se usa en la práctica del submarinismo. Quienes realizaron el robo estaban preparados para ello, aparte de la herramienta contaban con boyas inflables para subir los brazos a la superficie.

El portavoz de la policía local ha declarado que el delito está en el Juzgado, bajo secreto sumarial, pero ha trascendido que una de las líneas de la investigación se dirige a grupos locales adoradores de Satán, que saben muy bien cómo atentar contra símbolos de gran transcendencia religiosa.

La mutilación de la estatua de Cristo ha levantado olas de protesta por parte de grupos católicos, y para los pescadores y buceadores locales es una desgracia. Dice Battistello que “Si antes había muchos buceadores que venían sólo a ver la imagen, ahora hay una auténtica peregrinación para ver el “Cristo del Abismo Mutilado”. Así ha sido rebautizado”.

Ya hay interpretaciones que corren como la pólvora entre los lugareños. Para Luca Robispiero, “pescador y buceador” de toda la vida, uno de los voluntarios que participó en la colocación de la estatua en el fondo, y que tuvo la oportunidad de departir con el Papa el día de la bendición, asegura que desde una semana antes de que se descubriera la mutilación, “ya sabía que algo muy grave ocurría. La pesca se alejó del lugar, las aguas parecían extrañamente calmas y turbias. Es de mal agüero lo que ha ocurrido y los Buzos de Satán traerán la desgracia a Giglio”.