La agónica vuelta a casa de un submarinista madrileño en el Mar Rojo
EDUARDO, TÉCNICO DEL SAMUR, SUFRIÓ EL SÍNDROME DE DESCOMPRESIÓN
- Sufrió una parálisis de cintura para abajo al salir de una inmersión
- Estuvo dos semanas en un hospital egipcio, pero la recuperación total exigía volver
- Su aseguradora no puso 'toda la carne en el asador' y se sintió 'desamparado'
- Medical Air facilitó su vuelta y su traslado a un hospital especializado
El pasado 19 de junio, Eduardo Gutiérrez, técnico del Samur, submarinista experimentado, lo estaba flipando a unos 30 metros de profundidad, deleitándose recorriendo uno de esos galeones hundidos en el Mar Rojo. 40 minutos después, entraba en el hospital de Hurghada, cercano a El Cairo, en estado muy grave.
"Sufrí el síndrome de descompresión. No sentía nada de cintura para abajo", recuerda en el aeropuerto de Barajas, tras dos semanas de agonía. Durante ese tiempo no sabía cuándo podría volver a España o si se iba a recuperar del todo, si podría volver a andar.
Gracias a compañeros de un servicio sanitario madrileño y a la empresa Duemedical Air, Eduardo, de 38 años, ya está en Madrid, recuperándose en el centro médico Cemsalud, uno de los pocos que disponen de una cámara hiperbárica, imprescindible para su recuperación total, después de que burbujas de nitrógeno provocadas por la descompresión le comprimieran la médula y le provocaran una parálisis parcial.
Este miércoles, rodeado de compañeros y amigos, respiraba aliviado, pero sin olvidar un quiste en forma de "calvario" que le dejó la experiencia. "Yo hice bien la inmersión y la salida. Iba controlando el ordenador que llevaba en el reloj y todo había sido correcto, pero diez minutos después de la salida, empecé a ver que no notaba las piernas", recuerda Gutiérrez, que sufrió el accidente cuando disfrutaba del último día de un pack de submarinismo de una semana. "No me perdí ni una inmersión", dice.
La segunda zambullida de aquel 19 de junio fue casi mortal. Le salvó el rápido traslado al hospital, especializado en descompresión -miles de submarinistas acuden a esa zona de Egipto cada año-. "Tuvimos problemas con el inglés, ellos no lo hablaban muy bien. Estábamos desamparados, solos. El médico me decía que estaba bien, pero no sabía hasta qué punto me iba a recuperar", añade Eduardo. "Lo hemos pasado muy mal, la higiene allí es diferente a la occidental, muy chocante".
"A veces pensé que no podría volver a andar ni a trabajar o que me quedaría impotente. Allí tienes mucho tiempo para pensar. Estando en la cámara escuchando los ritos del Corán por los altavoces, no paraba de darle vueltas a todo", explica este técnico del Samur, al que su seguro financió su estancia en el hospital y el traslado desde El Cairo.
En el centro hospitalario, su recuperación fue lenta. Estaba sondado, sin controlar su orina. Se sometió a sesiones en la cámara hiperbárica, que permite recrear la presión del mar -el aumento de ésta reduce el tamaño de las burbujas de nitrógeno y su desaparición paulatina a medida que la presión se iguala a la atmosférica-. Primero empezó con una sesión de seis horas. Día a día le rebajaron el tiempo y la presión. Notaba que mejoraba, pero muy poco a poco.
El pasado sábado le dieron el alta y le trasladaron a un hotel. Para la aseguradora ya "estaba recuperado, de rositas", aunque no pudiera mover la pierna derecha y sintiera cosquilleos todavía en los brazos. Ahí vino un nuevo bajón. "No tenía ningún médico que me dijera como progresaba, y yo quería volver ya a España. Médicos de aquí me aconsejaban que volviera ya, pero la aseguradora no me conseguía el billete por mucho que insistíamos, y ha sido desesperante. Me meaba encima, en el hotel, delante de todos", dice.
Duemedical Air, empresa especializada en transporte sanitario, sus compañeros del servicio de Emergencias, y la embajada española en El Cairo se movilizaron para que durante sus últimos días de estancia tuviera un traductor, le acompañara en el traslado a Madrid un médico y un ATS y tuviera una asistencia adecuada en la capital. Sus compañeros y Duemedical Air hicieron el 'trabajo' en sus horas libres.
"Gracias a ellos, que se han movilizado, pude entrar en la cámara hiperbárica nada más llegar, y hacerme análisis en el Severo Ochoa. Si no llega a ser por ellos a saber cuando tendría consulta con un médico", recuerda emocionado. "Tengo unos compañeros estupendos", añade.
"En sus condiciones, ir en avión es como una bomba de relojería, pero tenía que recibir tratamiento aquí", explica Benito Uceda, director de operaciones de Duemedical Air, que facilitó una ambulancia para recogerlo en la pista de aterrizaje de Barajas. Luego, una unidad móvil le trasladó al centro sanitario.
"Si no llego a trabajar en el Samur vengo en silla de ruedas", finaliza Eduardo, que el pasado miércoles no paraba de sonreír y repartir abrazos aquí y allá, pese a que todavía tenía 'dormida' su pierna derecha, cuya movilidad los médicos creen que podrá recuperar totalmente.
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