Se desconoce dónde yace el pecio y si contiene la valiosa carga que se le atribuye

Cuando se habla del Santo Cristo de Maracaibo, nadie, incluido los expertos, distingue la realidad de la leyenda. El naufragio de este galeón ha traído de cabeza a buceadores aficionados, cazatesoros extranjeros e intrépidos aventureros locales. Fracasaron todas las expediciones para localizarlo, y pese a todo, los intentos se han venido sucediendo a lo largo de los últimos 50 años. Ahora la atención se centrará en la misión que iniciará en verano el Ministerio de Defensa. Sus expertos conocen con detalle a qué se enfrentan, y las incógnitas que deben despejar no son pocas. Porque además de desconocer con exactitud dónde yace sumergido, no está probado que llevase la valiosa carga que le atribuye la historia: 900 toneladas de oro.

“Al ministerio lo que menos le preocupa son las monedas que llevaba, sino el valor histórico del pecio”, asegura el almirante Gonzalo Rodríguez González-Aller, director del Órgano de Historia y Cultura Naval. Pero tanto en Defensa como Cultura reconocen que ha sido precisamente la atención que han puesto varias compañías cazatesoros en ese galeón lo que les ha hecho desconfiar.

Y por este motivo, el Santo Cristo es uno de los pecios elegidos para iniciar ese mapa arqueológico de España, y a partir de ahí,“proteger este galeón de los expoliadores y conservarlos”. En ningún caso, añade González-Aller, la localización supondría la extracción a la superficie del casco hundido. Otra cosa bien diferente es si al final se encuentra el pecio y los minisubmarinos que Defensa envíe al fondo detecten el preciado oro. Una escena muy lejana en el tiempo para la que los ministerios aún no tienen respuesta.

En una visita a Vigo con motivo del trigésimo aniversario de la batalla de Rande, el francés Jean-Ives Blot, una de las mayores eminencias de la arqueología submarina en el mundo, razonaba así la leyenda en torno a este pecio: “Todo empezó en mil ochocientos sesenta y pico, cuando un coronel inglés con una gran capacidad para organizar buceos de rescate vino a Vigo. En su documentación plasmó que uno de los galeones que los ingleses había apresado se perdió a la salida de las islas Cíes, donde chocó y se hundió. El galeón,según los testimonios escritos, estaba intacto, pero sin las riquezas oficiales de la Corona”.

La llegada de John Potter

Hasta esta parte del relato, Jean-Ives Blot pone en duda la existencia de monedas de oro en las bodegas del Santo Cristo. Pero a partir de los años 50 vuelve a reavivarse la leyenda, esta vez de la mano del buzo nortea m e r i c a n o John Potter. Así lo narra el francés: “Potter y su equipo empezaron a bucear al sur de las islas Cíes. El problema que tuvieron es que no investigaron y pensaron que el navío se hundió inmediatamente en las cercanías.”

Investigaciones posteriores realizadas por el Departamento de Arqueología Naval del V Centenario desmontaron la extendida creencia de que el Santo Cristo yacía próximo a la costa. Tras examinar la totalidad de los diarios de a bordo de los navíos ingleses que acompañaban al galeón, entre ellos, el Monmouth, llegaron a la conclusión de que el galeón se hundió “mar adentro, muy lejos de la costa”.

Entre 1991 y 1993, un equipo dirigido por Jean-Ives Blot realizó una expedición patrocinada por la Sociedad Estatal Quinto Centenario. Se trataba de la inversión más cuantiosas realizada por el Estado en la búsqueda de los galeones de la batalla de Rande. El grupo del francés efectuó un pormenorizado estudio cinemático de la zona, teniendo en cuenta las corrientes y las mareas. En paralelo, otros especialistas escrutaron los diarios de a bordo de los más de 50 barcos que vieron cómo el Santo Cristo se iba a pique aquel 5 de noviembre de 1702. Al final, un robot submarino izó a superficie un pedazo de madera encontrado a 560 metros de profundidad. Las posteriores pruebas del carbono 14 determinaron que pertenecía a la misma época que el Maracaibo. Para el Gobierno, en cambio, ese análisis no es determinante. Y al menos oficialmente, la leyenda continúa.