Un equipo científico, formado por chinos, canadienses y estadounidenses, encontró los fósiles de tres ejemplares de una nueva especie de tortuga en un estado de conservación excepcional. Incluso conservan todos los dientes, hasta unas piezas primitivas que ya no tienen, restos de un pico y una larga cola.
Ha sido bautizada como 'Odontochelys semitestacea' (algo así como dentona de medio caparazón). Se trata de la “madre” de todas las tortugas. Era asiática, acuática y vivió hace 220 millones de años, durante el Triásico tardío, compartiendo el planeta con los dinosaurios. Los expertos han averiguado de su restos fosilizados que su caparazón, tal como le conocemos hoy, aún no existía, aunque ya se le habían ensanchado y fusionado la columna vertebral y las costillas.
El hallazgo de estos fósiles en la provincia de Guizhou (China) ha ofrecido interesantes pistas sobre el pasado de estos vertebrados y ha echado por tierra teorías muy afianzadas, como la que aseguraba que el caparazón se formó de la piel, como los osteodermos (placas óseas o escamas) de algunos dinosaurios.
Hasta ahora, la tortuga más antigua conocida era la Proganochelys, de hace unos 210 millones de años, descubierta en Alemania. Esta especie, sin embargo, ya tenía todo su caparazón completo y, por lo que se sabe, era terrestre. Sin embargo, la nueva Odontochelys china posee un claro paso intermedio entre unas estructuras óseas fusionadas y un caparazón, algo que no se había visto hasta ahora.
El hallazgo, según los autores del trabajo, que se publica en la revista Nature, confirma también otra teoría: el pastron (la concha inferior de las tortugas) se formó antes que el caparazón superior, un proceso que hoy se observa en la formación de las crías dentro de los huevos.
Los paleontólogos explican esta circunstancia en el hecho de que fueron desde el principio animales marinos, y no terrestres (como sugieren otros fósiles), por lo que el plastron les protegía de los depredadores mientras estaban nadando. Arguyen que si hubieran sido terrestres, no habría necesitado ese protector inferior, puesto que sus vientres darían con la tierra.
los cientÍficos no se ponen de acuerdo
Sin embargo, no todos los expertos en la materia están de acuerdo con estas conclusiones. Robert R. Reisz y Jan J. Head, en un artículo en la misma revista, reconocen la importancia del hallazgo del fósil, el más antiguo conocido de una tortuga, pero difieren sobre la interpretación.
Ambos consideran que “la ausencia de la mayor parte del caparazón superior es una característica asociada a hábitats acuáticos, más que una condición primitiva del animal”. Es decir, que habría sido en sus orígenes una tortuga terrestre que se adaptó a vivir en el agua. No obstante, reconocen que “estas antiguas tortugas demuestran el valor de los nuevos descubrimientos de fósiles que pueden cambiar nuestra comprensión de la historia de los vertebrados”.