Después de tantos años, la práctica demuestra que las sucesivas administraciones valencianas no tienen ningún interés en la protección del patrimonio, cultural subacuático.

Hace poco más de un año, el 11 de octubre de 2007, el Consejo de Patrimonio Histórico reunido en Cartagena aprobó el Plan Nacional de Arqueología Subacuática. Este Plan, motivado en gran medida por la ratificación de España de la Convención UNESCO sobre la protección del patrimonio cultural subacuático de 2001 y por recientes acontecimientos en los que una empresa buscadora de tesoros expolió el cargamento de un fragata española hundida en la plataforma continental portuguesa, pretende dotar a nuestro país de una política nacional coherente en la protección de una parte importantísima de nuestro patrimonio histórico.

Ese patrimonio, compuesto por restos sumergidos de la existencia humana -puertos, dársenas, ciudades enteras, pecios, restos humanos, antiguas tuberías o artes de pesca- jalona hoy nuestras costas y, gracias a la expansión colonial española, tenemos diseminados por todos los mares del planeta. Al acecho de esas "cápsulas del tiempo" sumergidas no sólo se encuentran "cazatesoros" sin escrúpulos sino toda la actividad humana que, fortuitamente o no, pone en peligro la conservación de ese patrimonio.

El Plan Nacional ha conseguido, por primera vez, sentar en la misma mesa al Estado, a las comunidades autónomas, a las instituciones más relevantes en la custodia de nuestro patrimonio (incluidas la Armada y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado) y a expertos independientes en la materia. Reunidos desde entonces en un grupo de trabajo bastante operativo, ese grupo está llevando a cabo los trabajos y reflexiones necesarios para, como decía, dotar a España de los medios técnicos, normativos e institucionales que se merece como primera potencia mundial en patrimonio sumergido.

Una parte importantísima de ese esfuerzo lo están llevando a cabo los centros de arqueología subacuática del Estado -en Cartagena- y de las comunidades autónomas. Es espectacular, a este respecto, la labor realizada por el centro andaluz de Cádiz y el catalán de Gerona. En breve se espera que entre en funcionamiento el centro gallego. Pero, ¿y nuestra Comunidad?

Desde hace ya años pena en Burriana el Centre d'Arqueologia Subacuática de la Comunitat Valenciana. Gracias al esfuerzo de sus miembros -no se engañen: dos, a lo sumo tres miembros- y a pesar de los sucesivos y numerosos obstáculos que se les plantean, el Centre ha podido llevar a cabo el levantamiento inicial de la carta arqueológica de nuestras costas y la recuperación y conservación de algunos restos.

Sin embargo, en demasiadas ocasiones, al recuperar determinados objetos, los medios a su disposición para la conservación y difusión y muestra al público no han existido. Se ha llegado a dar la paradoja de contar con medios -escasos, escasísimos- para llevar a cabo una excavación pero, con los objetos ya fuera del agua y, por lo tanto, expuestos a su degradación, no se ha dotado al centre de medios para su tratamiento, conservación y exposición.

En otros casos, y por personalismos incomprensibles en un servicio público, nuestra Conselleria de Cultura ha iniciado proyectos subacuáticos en los que, directamente, ha ninguneado a su propio Centre de Burriana. Es significativo entre otros ejemplos la excavación del Bou-Ferrer, un formidable pecio romano hundido frente a la Vilajoiosa.

A ello cabe añadir que mientras nuestra Comunitat sigue alardeando de grandes acontecimientos deportivos y sociales, en los que se invierten enormes sumas de dinero directa e indirectamente, Valencia sigue careciendo de un Museo Marítimo que honre la larga tradición y vinculación de nuestra tierra con el Mediterráneo e, incluso, con los viajes oceánicos durante la Era Moderna. Nada existe, nada interesa.

Me consta el interés personal de nuestro president de la Generalitat. Temo, sin embargo, el desinterés absoluto de esta cuestión por parte de nuestra consellera de Cultura. A las pruebas me remito. Eso sí, continuamos con victimismos en relación, por ejemplo, con Cataluña, que sí que invierte en medios humanos, técnicos y sociales en el patrimonio hundido frente a sus costas.

Me consta también el interés sincero de nuestra alcaldesa en dotar a Valencia de ese museo. Nada se hace, sin embargo. Eso sí, al puerto da miedo entrar si no hay vela o fórmula uno; y los millones que se invirtieron en un proyecto que debería completarse para, de una vez por todas, volcar Valencia al mar están desaprovechándose en una dársena y unos docks mal utilizados.

Dado que se prefiere que un lugar estupendo para ese posible museo prefiera seguir utilizándose en negocios privados, y que a nuestras administraciones -actuales y pasadas- le importe poco el patrimonio sumergido, cerremos el Centre de Burriana, dejemos que actividades de todo tipo se lleven a cabo en nuestras aguas ad maiorem gloriam de la economía y sin los necesarios estudios de impacto arqueológico, y no nos quejemos luego si se sigue expoliando ese patrimonio, si se destruye parte de nuestra historia y se olvidan muchas de las razones que hicieron de nuestra tierra un polo social y cultural importante del Mediterráneo.

Al fin y al cabo, si no pueden inaugurarse grandes obras bajo el agua justo antes de las elecciones, ¿a quién le importa el patrimonio sumergido? Eso sí, cuando acuda a las reuniones del Plan Nacional, se me caerá la cara de vergüenza cuando me pregunten aquello de: "¿y vosotros, en Valencia, qué tal?"