Más de un turista que pasa tranquilamente sus vacaciones en los exclusivos hoteles de lujo próximos a Elounda se llevaría un buen sobresalto si supiera, lo que albergan los fondos de este idílico tramo de la costa oriental de Creta.

Bajo las azules y cristalinas aguas, entre obladas, sargos, abadejos e incluso pedazos de ánforas de diferentes etapas históricas, yacen numerosos restos de la operación Merkur (Mercurio), el osado ataque aerotransportado llevado a cabo por el Ejército alemán en 1941 para evitar que la isla griega se convirtiera en un gigantesco portaviones terrestre desde el que hostigar el flanco sur de la Europa bajo el yugo nazi. Proyectiles, motores de aviones y otros vestigios de los feroces combates que se desarrollaron durante el mes de mayo de aquel fatídico año y de la posterior ocupación alemana de la isla pueden hallarse hoy sobre el lecho marino.

"Los proyectiles, ni tocarlos siquiera. No sabemos si muchos de ellos aún tienen carga explosiva. No me hagáis como una pareja de buceadores españoles; uno de ellos cogió uno de los proyectiles para hacer una broma a su compañera y yo, cuando vi lo que hacía, no sabía si nadar hacia ellos o huir". Es un día claro, sin una nube en el cielo; y ventoso, muy ventoso, como es habitual en estas latitudes del Mediterráneo oriental en agosto. José María Clavel, monitor de buceo originario de Alicante, da las últimas instrucciones a un pequeño grupo de hombres rana antes de sumergirse en un mar llano y transparente.

Tras un descenso tranquilo, sin corrientes que dificulten la operación, llega la hora, para los amantes de la historia, de encontrarse con los verdaderos protagonistas de la inmersión. Y pese a que han transcurrido más de 67 años desde aquellos trágicos hechos, ni las algas ni las esponjas que pueblan las costas cretenses han logrado amalgamar con el fondo marino el motor de uno de los 493 aviones Junkers Ju52 empleados entonces por la Luftwaffe para desembarcar a miles de paracaidistas. Su hélice, oxidada y algo torcida, pero perfectamente identificable a una veintena de metros de la superficie, se ha desmembrado del resto del avión.

Derribado en misión
El aparato fue derribado precisamente mientras cumplía su misión. Desde el fin de la contienda, los pescadores de Elounda y Agios Nikolaos han ido extrayendo algunos restos del Junkers Ju52, aunque han tenido que olvidarse de la cabina, que yace en mar abierto, a 120 metros de profundidad, completamente fuera del alcance de los buceadores aficionados.

Los proyectiles de artillería tapizan el fondo de Elounda. La materia orgánica que se les ha ido adhiriendo con los años no impide identificar su fecha de fabricación (1940) en algunos de ellos. Hace más de seis décadas, la Wehrmacht había instalado en la montaña un gran cañón para controlar la bahía de Mirabello. Cuando la resistencia y los aliados reconquistaron la isla, los alemanes destruyeron el arma y lanzaron al mar los proyectiles.

Creta muestra orgullosa los vestigios de su pasado bélico. Y es que para Grecia y para los aliados, la operación Merkur fue casi una victoria, pese a que Alemania acabó por imponerse en el campo de batalla. Porque las graves pérdidas sufridas --se calcula que murieron unos 4.000 soldados alemanes-- hicieron que Adolf Hitler vetara, para el resto de la guerra mundial, toda operación similar.