El submarinista Guido Pfeiffer ha logrado reconstruir los tres últimos días del hundimiento del ‘Lamoricière’

“Soy un cazador de historias” explica orgulloso Guido Pfeiffer, el submarinista italiano que ha descubierto a 156 metros de profundidad los restos del “Lamoricière”, el vapor francés hundido en 1942 a 10 kilómetros de Favàritx y que ha logrado reconstruir junto a su equipo los últimos tres días de agonía del malogrado buque en medio de una furibunda tempestad que se desató al norte de Menorca.

Trescientos muertos, entre ellos 16 niños, y sólo 90 supervivientes fue el resultado de una tragedia que conmocionó a media Europa y que, ahora, ha desvelado un viejo secreto de la Segunda Guerra Mundial. Las investigaciones de Pfeiffer en documentos de los servicios secretos italianos y alemanes para conocer la situación del pecio, han revelado que en el desafortunado vapor que cubría la ruta Marsella-Argel viajaba con nombre falso el matemático polaco Jerzy Ròzycki, que en 1943 logró descifrar el famoso código secreto Enigma, utilizado por el Ejército alemán. Ròzycki cambiaba de domicilio a menudo y se trasladaba de la base que tenía la organización aliada “Ultra” a otra en Cadix, al sur de Francia. “Fue un descubrimiento casual”, relata.

“El descubrimiento ha confirmado lo que ya sabíamos aunque sorprende cómo ha quedado el barco”, explica Pfeiffer. “Sabíamos que algunos pescadores habían encontrado juguetes y de entre los barcos hundidos en esta zona sólo el “Lamoricère” llevaba niños a bordo”, añade. La causa del hundimiento, según relata Pfeiffer en el reportaje sobre el hallazgo del “Lamoricière” publicado este mes con imágenes inéditas en la revista “Sub” de la que es director, son achacables a la violencia de la borrasca y a la mala calidad del carbón, insuficiente, destaca, para desplegar toda la potencia de sus motores y dejar el barco a merced de olas de hasta diez metros.

Sin la Popa

El equipo de submarinistas hispan o-italiano dirigido por Pfeiffer encontró parte del ‘Lamoricière’ boca abajo en el fondo marino a 156 metros de profundidad tras casi cuatro años de investigaciones y entrevistas con pescadores. “Fue muy emocionante. Una recompensa al trabajo de años”, recuerda. Sin embargo, aún falta por hallar la popa, que sospecha está a 300 metros de profundidad en un “cañón o desfiladero” cercano. A lo largo del verano e incluso este otoño, el equipo, con ayuda de ‘Victor’, un vehículo robot operado por control remoto, intentará desvelar la situación exacta. “Será difícil porque a esa profundidad hay grandes corrientes y mucha oscuridad”, cuenta el submarinista. Pero sobre todo, las investigaciones del equipo se centrarán en la búsqueda de la máquina con la que Ròzycki descifró el código secreto Enigma “No será fácil, es una probabilidad muy lejana”, comenta pensativo, pero animado.


Pfeiffer relata con pasión cómo las memorias escritas por los supervivientes del naufragio como Madeleine Beaujan, Margarite Dumond y de un oficial, ayudaron al equipo de submarinistas a reconstruir la sucesión de hechos del hundimiento. “Contactamos con los familiares y nos enviaron copias de sus relatos. Cuentan una misma historia vista por ojos diferentes y cuando las juntamos descubrimos un relato preciso del naufragio”, señala. “Ellos no se conocían pero observamos como en más de una ocasión se cruzaron en el barco. Quisimos hablar con Dumond que aún vive, pero su familia consideró que a sus casi cien años de edad no era bueno revivir esta tragedia”, agregó. Pfeiffer relata cómo el también vapor francés “Général Gueydon” de la Compagnie Générale Trasantlántique francesa, la misma naviera del malogrado “Lamoricière” que acudió en ayuda de los náufragos arrojó aceite al mar para aplacar la furia de las olas. “No servía de nada, la temperatura era gélida, tampoco podía acercarse al barco a pesar de que arrojó un cabo e incluso algunos náufragos murieron aplastados por el Gueydon”, relata. “Fue una gran tragedia porque el “Lamoricière” curiosamente también iba en ayuda de otro barco con problemas cuando se quedó sin potencia en las máquinas. El carbón que portaba estaba en muy mal estado. Cuando se quedó a merced de las olas comenzó a escorarse, los viajeros ayudaban a achicar agua. Fueron tres días de agonía”, explica conmocionado.

Nuevos y viejos hallazgos

Además de las investigaciones sobre el “Lamoricière”, el equipo de submarinistas indaga en archivos y documentos en búsqueda de nuevos pecios. Enigmático, Pfeiffer cuenta que pronto se conocerá un nuevo hallazgo. “Como buen pescador hay que echar varios anzuelos y cuando se captura algo interesante hay que emplearse a fondo en sacarlo, pero no hay que desentenderse de los otros anzuelos”, comenta metafórico. El submarinista describe cada uno de los pecios que ha encontrado en las Balears en los últimos años, como la del primer submarino construido en España el “B1”, el barco romano cargado de bronce hundido en Sanitja, el ‘Torre del Oro’, dos torperderos del malogrado “Roma” y el “Générale Chanzy”. “Nosotros somos cazadores de historias en el fondo marino, otros son expoliadores de historias”, asevera crítico en referencia al expolio cometido por el barco norteamericano Odyssey con la fragata “Nuestra Señora de las Mercedes”.