Josep Mª Dacosta.

Cadaqués es un pueblo situado al norte de la costa Brava, cuyo nombre va ligado a artistas y escritores de reconocido prestigio mundial.
El pintor Salvador Dalí ha sido quizá quien más a contribuido a exportar los paisajes de esta localidad, con cuadros en las mejores pinacotecas del mundo.

Otros personajes vinculados a Cadaqués -sin ánimo de ser exhaustivos- han sido Picasso, Federico García Lorca, Marcel Duchamp, Josep Pla y el premio Nobel Gabriel García Márquez. Otro Nobel, José Saramago, se ha sentido atraído por este blanco pueblo.

El visitante puede encontrar en Cadaqués el paisaje propio del recién creado parque natural de cap de Creus que a su vez resulta un estribo de la cordillera de los Pirineos que llega al Mediterráneo. La población está envuelta por montañas pizarrosas en las que se construyeron terrazas para cultivar la vid.

Posteriormente, y después de la muerte de las cepas a causa de la filoxera, se plantaron olivares, cultivo que aún pervive hoy en día, aunque a menor escala que antaño. Es notable la cala Jonquet, que se encuentra yendo en dirección al cabo de Creus, en la cual los olivos llegan a tocar el mar.


Las visitas recomendadas son la casa del pintor Salvador Dalí en la celebérrima cala de Portlligat, la colección de arte Perrot Moore, el Museo de Cadaqués con interesantes exposiciones temporales y la pequeña pero encantadora sala Meifrén en el casino la Amistad, edificio que acoge también el Museo de geología cap de Creus.

Uno de los paseos más sugerentes de este municipio corresponde al que lleva hasta el faro de cala Nans, un destino privilegiado ya que "la plaza de torrero del faro de Calanans -sic- era envidiada por los fareros del cuerpo del Estado, y se ocupaba por los torreros más viejos o más antiguos de aquel cuerpo administrativo, que la tomaban como una jubilación anticipada", según el libro de los Rahola titulado La marina mercant de Cadaqués.

Las playas de Cadaqués son pequeñas calas encorsetadas por paredes de roca, y tienen la orilla cubierta de lascas de pizarra redondeadas por las olas que se denominan localmente passanelles. Estas piedras más o menos elípticas y de pequeño grosor son lanzadas de forma muy hábil por los oriundos, y dan un buen número de rebotes sobre la superficie del agua antes de precipitarse definitivamente hacia el fondo.

El 21 de enero de 1996, se celebró la primera lanzada de passanelles, en la cual se arrojaban los cantos rodados entre boyas dispuestas a modo de pentagrama. Los impactos sobre el mar fueron anotados cuidadosamente y se trasladaron a un ordenador el cual interpretó la sinfonía compuesta por los choques pétreos sobre el océano.

Del Llanishen se conserva sólo la estructura de la quilla y algunas cuadernas. Bucear en él evoca un pasado épico, de submarinos alemanes lanzando torpedos en la Primera Guerra Mundial y escafandristas pertrechados con pies de plomo para desguazar los barcos hundidos y aprovechar el hierro.

El naufragio está documentado en el magnífico libro de Enric Trilla Naufragis en la mar de l'Alt Empordà.

Para visitar los restos de este pecio, sito en cala Caials, hay que ir desde Cadaqués a Portlligat, y justo antes de llegar a esta ultima cala, se encuentra a la derecha la pequeña iglesia blanca dedicada a Sant Baldiri.
Entonces hay que tomar la pista que sale de delante de esta ermita y que se dirige en sentido perpendicular al que llevábamos. Se continúa entre olivares hasta llegar a un pequeño puente que se divisa a nuestra izquierda. Se pasa por encima de él y desde aquí ya se distingue una casa de notable entidad que preside la cala Caials.
Esta ensenada dispone de un pequeño muelle el cual nos permitirá entrar cómodamente en el agua.

El itinerario es paralelo a la pared norte que cierra la cala, y se puede recorrer nadando en superficie o dentro del agua. Durante un rato la profundidad es discreta, del orden de 3 metros, y a medida que se va avanzando, se encuentran algunas posidonias. No son raros aquí los gasterópodos Tylodina perversa y Elysia timida.

El fondo, ya a 8 metros de profundidad, se va encajonando entre peñascos y conduce a un talud perpendicular a nuestra dirección, que cae bruscamente a una explanada de losas que se encuentra a unos 12 metros de profundidad. Si seguimos hacia la izquierda, llegaremos hasta los restos del Llanishen, que se encuentran a unos 15 metros de la superficie.
Del Llanishen solo queda la estructura metálica ya que fue desguazado por el buzo Kostas Kontos. Aún así merece una o más visitas. Aquí los buceadores más observadores podrán descubrir entre la herrumbre alguna pequeña morena y algunos nudibranquios.

Alrededor del pecio, no faltan las gorgonias blancas Eunicella singularis con algunos animales que viven sobre ellas como el bivalvo Avicula hirundo y el opistobranquio Tritonia nilsodhneri.

Este lugar ofrece bastantes posibilidades a los aficionados a la fotografía submarina que practiquen el macro y a la vez es una excelente inmersión para los principiantes.

No deja de ser una simpática coincidencia que en el entorno de este buque hundido por un torpedo, el submarinista pueda encontrarse con alguna tembladera, que curiosamente su nombre científico es Torpedo marmorata.

Hay la posibilidad de continuar hasta llegar a los treinta metros de profundidad, donde se destacan las rocas con muchos agujeros y una interesante fauna, pero una vez estemos en este punto hay que tener en cuenta el manómetro, ya que podemos haber entrado en descompresión.