HISTORIA DE UN HUNDIMIENTO

Cuando el capitán del carguero Fang Ming levó anclas en un puerto de China, en marzo de 1995, no podía imaginar que ese sería el último viaje de su buque. Esta vez la carga era más preciada que de costumbre, ya que en sus bodegas se hacinaban 157 compatriotas, familias con niños, que desesperados se hacían a la mar en busca de un lugar donde enraizar sus esperanzas de una vida digna. El Fang Ming puso rumbo a América.

Pero la navegación por el Océano Pacífico no fue un viaje de placer precísamente. Durante semanas, vagaron en dirección al continente vecino pero sin rumbo fijo y los alimentos y el agua empezaron a escasear al mes. Al mes siguiente, sólo quedaba a bordo penurias, hambre, sed y sufrimiento. Finalmente la Armada mexicana los encontró navegando a la deriva el 18 de abril de 1995 y los condujo hasta el puerto de San Carlos, en Baja California. Luego, los inmigrantes fueron enviados a EEUU para ser deportados a su país de origen.

El Fang Ming quedó fondeado en el Puerto de San Carlos olvidado por todos durante varios años. Finalmente, en un proyecto pionero en América Latina, las autoridades mexicanas decidieron convertir el Fang Ming en un arrecife artificial para la protección de la fauna marina y para el buceo recreativo. Era un paso histórico en el ámbito de la conservación y en el desarrollo del ecoturismo.

El Fang Ming fue llevado a Puerto Cortez para ser limpiado y acondicionado para el buceo recreativo. La Secretaría de Marina supervisó la retirada de combustibles, aceites y otros contaminantes. Se retiró todo aquello que pudiera ser peligroso para la seguridad de los buzos. Después de esto, los expertos determinaron que si se quería que el futuro pecio pudiera ser visitado por dentro había que adoptar algunas medidas de seguridad, como la de mantener la condición de que los submarinistas, estuviesen donde estuviese, pudieran ver siempre la luz exterior del pecio, por lo que se practicaron en las paredes del casco numerosas cortes en forma de "ventanas" cuadradas. La sala de máquinas y otras estancias que podían ser peligrosas fueron selladas.

Con todo listo y con el lugar del hundimiento elegido, próximo a la isla de Espíritu Santo, en un lugar protegido de los vientos a unos 25 metros de profundidad, se propusieron los más espectacular del proyecto (a mi modo de ver): filmar desde el mismo interior del carguero su hundimiento, por lo que contrataron a dos equipos de buzos y camarógrafos profesionales para que realizaran la película.

El esperado hundimiento del Fang Ming empezó con la intervención de una fragata de la Armada que a través de mangueras comenzó a bombear miles de litros de agua para anegar las bodegas del viejo carguero. Luego se retiró y dejó paso a los buzos que filmarían el evento que tomaron posiciones dentro del barco. El momento más crítico de la operación comenzó cuando el capitán Thompson abrió las valvular del Fang Ming y el agua de la bahía de La Paz comenzó a inundarlo todo. Los cuatro camarógrafos se agarraron los más fuerte posible a donde pudieron para evitar ser succionados por la fuerza del agua e iniciaron las filmaciones. Tuvo que haber sido muy emocionante. Los buzos relataron luego que tras hundirse el barco, en los primeros momentos, todo se convierte en una lavadora gigante donde es prácticamente imposible mantenerse firme en un sitio. Todos fueron volteados y empujados bruscamente contra las pardes des del casco. El carguero se hundió rápidamente y todo la bahía retumbó cuando éste tocó fondo.

En superficie, la preocupación de las autoridades era el estado de los cámaras, pero, en seguida, el grupo de rescate que segía el hundimiento a cierta distancia informó que estaban bien y que continuabana con sus filmaciones. El Fang Ming había dejado de transportar la miseria de los inmigrantes para pasar a ser una especie de museo histórico y, sobre todo, un arrecife para dar protección a la numerosa vida marina de Baja California.