El fotógrafo Iwase Yoshiyuki retrató a las 'ama' en los años 50, mujeres niponas que trabajaban como buceadoras

No tienen colas alargadas llenas de escamas. Tampoco huelen a pescado, pero quizá sí a salitre. No viven en una cueva debajo del mar, ni son hijas de dioses con tridentes. No son amigas de los cangrejos y de las conchas bailarinas, sino todo lo contrario: ellas los cazan. No temen al sol, ni a la arena, ni a las gaviotas, pero son sirenas de verdad, tal y como la tradición dicta.
Las protagonistas de estas fotografías de Iwase Yoshiyuki, tomadas en los años 50 en las costas de Japón, son en realidad las denominadas amas, mujeres trabajadoras que, vestidas sólo con un bañador y unas gafas de buzo, bajaban hasta más de veinte metros de profundidad para recolectar distintos frutos de mar.
De sol a sol, de ola a ola, de generación a generación, las amas han estado practicando esta profesión que casi se ha convertido en un ritual mágico. Antiguamente el entrenamiento para convertirse en estas mujeres se iniciaba nada más nacer, y las niñas de trece años ya comenzaban a trabajar practicando con sumergimientos de hasta cinco metros.
Actualmente es una profesión casi desaparecida, pero siguen quedando algunas amas dedicadas a la recolección de perlas, que hacen sus descensos en trajes de neopreno para enfrentarse a las bajas temperaturas del Pacífico.
Sirenas con sangre caliente. Sirenas que son las reinas de las apneas. No tienen colas alargadas, decíamos, pero sí nos recuerdan que la magia existe.
























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