El próximo mes de diciembre el Parlamento Europeo deberá tomar una importante decisión sobre uno de los hábitats más extremos del planeta: las aguas profundas. De esta decisión dependerá la conservación o, como ha sucedido hasta ahora, la explotación sin medida de uno de los ecosistemas más frágiles creados por la naturaleza y de las especies que los habitan.
Los eurodiputados deberán posicionarse sobre el nuevo régimen de acceso a la pesca de poblaciones de aguas profundas del Atlántico Nororiental.
Cuando uno piensa en las profundidades de los océanos, nuestra primera sensación es la del temor a lo desconocido. Un mundo de oscuridad y frío donde habitan animales de extrañas formas. Más allá de ese imaginario colectivo, lo cierto es que se trata de un mundo de extraordinaria belleza y biodiversidad. Corales milenarios de aguas frías, ricos ecosistemas de montes submarinos, praderas de esponjas marinas y un gran número de especies de peces habitan estas áreas.
Su dureza y capacidad de adaptación a un ecosistema tan extremo contrasta con su gran fragilidad. Las características biológicas de muchas de estas especies implican una muy baja capacidad de reproducción, crecimiento lento y muy lenta maduración sexual. Dichas características les han permitido subsistir en condiciones naturales, pero les impiden recuperarse cuando la presión pesquera es excesiva.
Así, la Unión Europea, que cuenta con una de las mayores flotas del mundo de pesquerías de aguas profundas, ha provocado el colapso de muchas de las poblaciones de peces a base de una sobreexplotación desmesurada en los últimos años. En el año 2002 se regularon, por primera vez, las pesquerías de especies de aguas profundas, pero hoy, más de diez años después, esta ley se ha mostrado altamente ineficaz, dejando a más de la mitad de especies comerciales sin la aplicación de ningún límite de capturas y, de las veintiséis especies que se encuentran bajo regulación, dieciocho de ellas se encuentran ya catalogadas como vulnerables o en grave riesgo de agotamiento.
Además, la pesca de profundidad causa daños irreparables en los ecosistemas marinos debido principalmente a la utilización de artes de pesca de contacto con el fondo, como el arrastre de profundidad, que destruye el fondo marino y captura más de cien especies de forma accidental, que después son descartadas; o las redes agalleras de fondo, que siguen pescando de forma accidental cuando son abandonadas en el fondo.
¿Para qué?

¿Y todo esto para qué? ¿Por dinero? Esa sería la respuesta lógica pero, lamentablemente, lo que los datos realmente nos indican es que la mayoría de la pesca de aguas profundas genera muy poca rentabilidad. En toda la UE, representa poco más del 1 por ciento del valor de la captura total y muchos expertos afirman que no sería económicamente viable sin subsidios gubernamentales -de hecho, en algunos países como Francia, estas pesquerías tienen pérdidas incluso después de haber sido subsidiadas-. En la UE, sólo tres países, Francia, España y Portugal, suman el 90 por ciento de las capturas declaradas y sus gobiernos han hecho un gran esfuerzo para tratar de bloquear la mejora de esta normativa.
Pero ni el mar ni las aguas profundas pertenecen exclusivamente a los intereses económicos de la industria pesquera. Son de todos, forman parte del bien común, del patrimonio natural compartido y de la herencia que queremos para el futuro. Además, para aquellos que quieran ver el medio natural sólo como una fuente de recursos, las aguas profundas alojan una reserva de biodiversidad aún por comprender, con una riqueza inimaginable de material genético con el potencial de permitir avances en campos como la medicina. Por ejemplo, varias especies de aguas profundas ya están empezando a ser estudiadas por su posible papel en la cura contra el cáncer o la diabetes.
Del voto de cada uno de los eurodiputados dependerá la decisión de conservar las aguas profundas y la protección de los ecosistemas marinos vulnerables y eso sólo será posible terminando con la sobrepesca y la destrucción de los fondos marinos.
¿Cuál será su legado? Esperemos, por el bien de la sociedad, la salud de los océanos y la sostenibilidad de las pesquerías, que el voto del Parlamento Europeo vaya a favor de la conservación de las aguas profundas. De ellos dependerá el tipo de océanos del futuro.


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