Una nueva campaña de exploración en las profundidades del Pozo Azul de Covanera ha vuelto a dejar un nuevo récord de distancia y el descubrimiento de más de un kilómetro de galerías por encima del nivel del agua. Pero no ha despejado el misterio de dónde y cómo acaba el conocido como ‘el Himalaya de las cuevas’ por su enorme longitud, su profundidad y el reto sin concluir que aún supone.
Entre el lunes y el miércoles de esta semana los buceadores británicos Jason Mallinson y John Volanthen lograron avanzar 140 metros más a lo largo del cuarto sifón (tramo inundado) del complejo, hasta toparse con una nueva cascada y una galería aérea de la que pudieron recorrer apenas 300 metros. Antes habían explorado alrededor de un kilómetro en una cavidad seca anterior conocida como Tipperary, y que sirve como campamento base en el que los buceadores hacen acopio de material e incluso pasan la noche para no tener que recorrer en un solo día los casi 10 kilómetros bajo el agua de los que consta la cavidad.
Se trata de descubrimientos muy interesantes», explica Xesús Manteca, buceador asturiano miembro de la expedición, «porque cambian totalmente la fisonomía del pozo que conocíamos hasta ahora» al añadir muchos más metros no inundados.
El anterior avance databa de agosto de 2011, cuando el desarrollo de la galería sumergida había quedado en los 9,7 kilómetros. Ahora su extensión superaría ya los 9,8 y el total de desarrollo de la cavidad (incluyendo las partes sobre el agua) se iría por encima de los 10 kilómetros y medio, pues los datos oficiales hasta el momento lo situaban en 10.340 metros.
El equipo de expedición, formado por británicos y españoles, que se reparte el éxito tras ayudar en la preparación y el transporte de material, ha ido relatando su experiencia en las redes sociales y en un cuaderno de bitácora del grupo inglés Cave Diving Group. Allí, en un mensaje fechado a mediodía del 15 de agosto, el propio Jason Mallinson confirmaba el fin de la exploración y relataba cómo habían sido los últimos días.
Tras superar el sifón dos, pasaron la noche en el campamento Tipperary y continuaron hacia el sifón tres y su finalización, ya conocida previamente, en el llamado ‘Pasaje Razor’. Allí fueron necesarios tres viajes de ida y vuelta para transportar todo el material hasta el final de la galería aérea, cambiando de trajes de buceo a trajes de espeleología en seco.
Hasta ese punto llegaba el tramo conocido del Pozo Azul. A partir de ahí empezaba la aventura, pero Mallinson y Volanthen apenas pudieron avanzar. Cuando solo habían buceado 140 metros se toparon con un cañón, muy caudaloso y tortuoso, que les permitió explorar otros 300 metros de galería aérea antes de decidir que el riesgo de continuar con trajes de seco era demasiado excesivo pensando en el regreso, incluso contando con los torpedos que les permiten impulsarse y recorrer las enormes distancias inundadas.
De cara a próximos proyectos, el objetivo será transportar trajes húmedos hasta el final de la cueva y botellas de buceo más pequeñas para abordar la continuación de las exploraciones, relata Manteca.
El relato de Mallinson deja entrever una ligera frustración por no haber podido explorar más, pero deja un mensaje final: «La cueva continúa....». Y no se sabe hasta cuándo. El Pozo Azul arranca en las inmediaciones de Covanera, recorre las entrañas del páramo y, por los registros hasta ahora conocido, se prolonga en el interior de la montaña al menos hasta cerca del pueblo de Gredilla, pero nadie sabe todavía dónde acaba. Por eso es conocido entre los expertos como el Everest del espeleobuceo (también porque en 2010 allí se batió el récord del mundo en mayor distancia desde la entrada en espeleobuceo) y por eso sigue rodeado de un cierto halo de misterio que ha llevado a decenas de buceadores a adentrarse en él e incluso a perder la vida.

Desde los años 60
Las expediciones lideradas por Jason Mallinson que han imprimido grandes avances a la exploración de la cueva comenzaron en el año 2004, pero la historia de las inmersiones en el Pozo Azul de Covanera arranca en 1964. Fue Joaquín Plana, miembro del Grupo Espeleológico Edelweiss, quien realizó las primeras inmersiones recorriendo los primeros 100 metros. Dos años después comenzaba la historia de récord de esta cueva, cuando el mismo Plana batió el récord nacional de espeleología subacuática que hasta entonces ostentaba el río subterráneo de El Garraf.
Tras una parón de casi 15 años, a principios de los años 80 se produjeron significativos avances al encontrarse el final del primer sifón, la llamada ‘Burbuja’ o primera cavidad aérea y el segundo sifón. Hubo que esperar hasta el siglo XXI para que, con la aparición de nuevos materiales, sistemas de respiración y propulsión fuera posible aventurarse más en las profundidades. Así, en 2008 se descubrió la segunda burbuja ‘Tipperary’ y en 2011 la tercera llamada ‘Razor’ (cuchilla). Cada una de ellas es fundamental para planificar las inmersiones, pues sirven para el descanso, incluso para dormir en ellas y para acopiar allí material que ayude a continuar explorando las entrañas de la tierra.


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