La Universidad de Murcia constata que la población de estos peces ha bajado un 70% en la principal zona de buceo, que ya no se vigila las 24 horas
Los piratas modernos navegan de noche en potentes lanchas neumáticas, se orientan con GPS y visten traje de neopreno. Como los buceadores furtivos que se están cebando con la reserva marina de Cabo de Palos-Islas Hormigas (Cartagena) desde hace tres años, cuando, por la crisis económica, se redujo la vigilancia de este espacio natural submarino de 19 kilómetros cuadrados. Las presas predilectas de estos saqueadores son los meros, que se venden en el mercado negro y terminan en las cocinas de algunos restaurantes.
«La población de meros en la zona que rodea la isla Hormiga se ha reducido en un 70% según nuestros datos referidos a 2011», asegura el profesor del Departamento de Ecología e Hidrología de la Universidad de Murcia José Antonio García Charton, que hace un seguimiento de la biodiversidad de la reserva mediante un convenio con la Consejería de Agricultura y Agua –que comparte la custodia con el Ministerio–. «También es frecuente que nos encontremos con meros arponeados y es evidente que la densidad de peces ha disminuido», señala el profesor de la UMU, quien lamenta que la reserva se esté «yendo al garete».
Según García Charton, «las reservas que no cuentan con una vigilancia total no funcionan. Está demostrado científicamente con estudios en otros enclaves del Mediterráneo, como la costa italiana», asegura. «La presión de los furtivos es tal que entre un nivel intermedio y bajo de vigilancia apenas hay diferencia», señala este biólogo.
Hasta el verano de 2010 la reserva marina contaba con vigilancia las 24 horas del día mediante dos tripulaciones completas contratadas con la empresa TRAGSA. El recorte en el presupuesto por parte del Gobierno central obligó a la Comunidad Autónoma a reorganizar la custodia del área marina protegida con medios propios y la ayuda del Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE) de la Guardia Civil. La dotación actual está compuesta por tres embarcaciones –dos del Estado y una de la Administración regional–, tres patrones –dos de ellos contratados a TRAGSA y el tercero de la Comunidad Autónoma–, seis inspectores de pesca de la Consejería y agentes medioambientales que aportan al menos seis servicios mensuales. Estos medios, sin embargo, no alcanzan para cubrir el horario nocturno.

El resultado está siendo bueno, según el jefe del Servicio de Pesca de la Consejería de Agricultura y Agua, Emilio María Dolores: «La vigilancia se hace incluso mejor que antes porque los guardapescas son agentes jurados. En 2012 hubo vigilancia en la reserva todos los días con al menos dos personas, lo que supone 5.840 horas de servicio. Estamos haciendo un esfuerzo enorme y los funcionarios están muy implicados», explica, «porque sabemos que la reserva no se puede dejar caer». Emilio María Dolores no cree que el índice de furtivismo sea ahora mayor que antes, «aunque evidentemente hay muchas cosas que se nos escapan. No tenemos capacidad para llegar a todo, ni siquiera la Guarcia Civil», señala el jefe del Servicio de Pesca, que participa en los turnos rotatorios de vigilancia.
La reserva marina de Cabo de Palos-Islas Hormigas es uno de los mejores enclaves del mundo para bucear y quizá el mejor del Mediterráneo español para inmersiones con fauna; los grandes meros son su principal atracción. El turismo asociado al submarinismo es una actividad económica cada vez más pujante en esta zona: Cabo de Palos concentra el 50% de los centros de buceo de la Región.
Denuncias contra pescadores deportivos La reserva marina no solo sufre el acoso de buceadores furtivos, sino también de pescadores deportivos que aprovechan la gran concentración de peces para tirar las cañas o el curricán. Algunos, incluso, amarran la embarcación en las boyas que marcan los puntos de buceo, como la que aparece en la fotografía, en el Bajo de Fuera. Estos pescadores fueron denunciados el jueves pasado en la Delegación del Gobierno por un buceador que se dirigía a hacer una inmersión con la autorización correspondiente. Acerca de esta modalidad de furtivismo, el jefe del Servicio de Pesca admite ser consciente del mercado negro que funciona en las localidades costeras, pero que los controles son continuos, «incluso en pescaderías y restaurantes», y que cuentan con el apoyo de las cofradías de pescadores para acabar con esta práctica ilegal.


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