George Bass afirma que en el fondo de los océanos descansa un número de obras de arte mayor que en todos los museos del mundo. "Creo que queda mucho más por encontrar bajo el agua que en superficie", nos cuenta por videoconferencia desde su casa en Texas. El mar no es un buen lugar para conservar un cuadro de Caravaggio, pero sí vidrio, monedas, armas, alfarería y estatuas de bronce que quitan el hipo.

Basta ir al Museo Arqueológico Nacional de Atenas para quedarse boquiabierto ante el Efebo de Maratón o al Museo Nacional de la Magna Grecia, en Calabria (Italia), para admirar los Guerreros de Riace. Estas maravillas permanecieron sumergidas durante siglos.
De la conversación con Bass surge la perspectiva de que, más que arruinar los tesoros naufragados, el océano los puso a salvo de nuestra codicia. Muchas piezas en tierra se reciclaron con fines mezquinos, dice: columnas de mármol para la construcción, estatuas de bronce que se fundieron para acabar en tejados de las iglesias... En cambio, las cosas que se fueron a pique han encontrado la inmortalidad. "El ser humano es el elemento más destructivo", asegura este pionero en arqueología subacuática, reconocido internacionalmente como uno de los exploradores más importantes del siglo XX, al mismo nivel que Jacques Cousteau o Edmund Hillary.

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