La experiencia despierta fuertes expectativas desde el principio, más aún para quienes nunca tuvieron la posibilidad de sumergirse en el agua ataviados con un traje de neoprene y patas de rana. A medida que la lancha se acerca a la zona del Golfo Nuevo, muy cerca de Puerto Madryn, la postal es imponente: por los acantilados, centenares de lobos marinos «de un pelo», muchas hembras con sus crías y machos con sus harenes reposan bajo el sol matinal, acompañados de gaviotas y otras aves típicas de la región, como los cormoranes.

La sola presencia de la embarcación funciona como imán para los ejemplares juveniles que, sin timidez alguna, se acercan en manada una vez apagados los motores. Ya con los excursionistas en el agua, la cantidad de animales alrededor se multiplica.

No hace falta hacer piruetas para llamarles la atención, su curiosidad se impone a cualquier sentimiento de riesgo, y pronto están nadando entre humanos, mordisqueándoles los guantes, rozándolos. Juegan, saltan, observan con atención a las nuevas visitas y se dejan tocar confiados, como si de un cachorro se tratase.

Los pequeños atrevidos poseen el pelaje marrón claro, con pecas oscuras, y aún no llegan a la maduración. Los adultos masculinos, negros, aquellos musculosos de gran porte y rodeados de hembras no se acercan, aunque observan la actividad sin inconvenientes, a la distancia.

PRESERVACIÓN

En paralelo con la maravillosa experiencia del avistaje de cetáceos y otras especies, en Puerto Madryn se abrieron otras opciones para quienes deseen interactuar con la fauna local. La actividad de buceo con lobos marinos está limitada a 18 personas por día, por lo que de querer formar parte de esta aventura es necesaria una reserva temprana.

En otras épocas, cuando todavía no pisaba fuerte la conciencia ecológica, no había límites de cupos y la zona llegaba a abarrotarse. Tras un estudio adecuado de impacto ambiental se comprobó que la presencia del hombre, siempre en un marco de respeto, no altera el delicado ecosistema local. Tan así es que las lanchas no pueden acercarse a más de 50 metros de la lobería, hoy convertida en reserva natural, y el tiempo de permanencia no debe excederse a más de una hora.

La propuesta abarca el buceo propiamente dicho, reservado sólo para aquellos que ya se hayan iniciado en este deporte, o el snorkel, cuyo único requisito es saber flotar. La aceptación de los lobos es mejor en invierno y primavera, un factor que se traduce en un mayor volumen de animales. Una buena jornada cuenta con la participación de 40 lobos, una excelente llega a por lo menos cien.

Aunque el juego es inagotable, el reloj marca la hora de la retirada. En la media hora que dura el trayecto de regreso a la ciudad de Puerto Madryn abundan los sentimientos, algunos ríen a carcajadas, otros lloran conmovidos. Quedará por siempre el recuerdo de un día sensacional.

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