• Sumerge un jaulón con 600 botellas de tinto elaborado en la Serranía bajo las aguas de la localidad costera en un proyecto pionero


  • Un viticultor de Ronda crea una bodega submarina cerca de Marbella


«Los romanos transportaban el vino que se producía en Ronda, en la ciudad de Acinipo, hasta Roma por el mar Mediterráneo en ánforas de barro con base de punta que se clavaban en la arena de la bodega del barco para que resistieran los embates del mar y sus mareas, no todos los barcos llegaban por desgracia a su destino y se hundían uniéndose el vino con el mar». Así explica el viticultor alemán, afincado en la ciudad del Tajo desde hace más de 30 años, Federico Schatz, la génesis de su idea. Él y el rondeño Antonio Martínez, amante del mundo del vino y del buceo, han creado una bodega submarina frente a las costas de Marbella. El proyecto, pionero por sus características en Andalucía y en el Mediterráneo, según sus promotores, persigue la crianza bajo el mar de alrededor de 600 botellas de caldo tinto elaborado con la variedad de uva Lemberger traída desde Alemania y que Schatz introdujo en la Serranía de Ronda siendo uno de los pioneros en los años ochenta en la recuperación del sector en la zona con el que había acabado por completo la temida enfermedad de la filoxera a finales del siglo XIX. Afortunadamente, éste ha resurgido gracias a la labor de los viticultores y en su haber cuenta en la actualidad con más de 20 bodegas.
En bateas de mejillones
La tradición vitivinícola de la Serranía de Ronda, desde la que se exportaba vino al resto del Imperio, ha quedado patente también en el hallazgo de monedas en las que aparecen acuñados racimos de uvas. Además, diversas bodegas, enfocadas en el enoturismo, ofrecen al visitante restos arqueológicos como antiguos lagares, ánforas y otros utensilios relacionados con esta actividad. «Hace tiempo leímos noticias sobre cómo se estaban recuperando botellas de vino de barcos hundidos a principios de siglo en perfecto estado; lo que llevó a muchos profesionales a plantearse de forma seria la crianza bajo el mar. Fueron los bodegueros gallegos aprovechando las bateas de mejillones del océano Atlántico los que sumergieron los primeros jaulones con botellas», relató Schatz.
En el caso de Ronda, la experiencia está aún más vinculada a nuestros antepasados. Y es que el vino que custodia el mar lleva el nombre de Acinipo con la etiqueta 'H' de Hispania, contaron sus promotores. Cada uno de los diferentes caldos que produce esta bodega han sido bautizados recientemente con cada una de las letras del apellido de su creador, Schatz.
Las botellas corresponden a las añadas de 2004, 2005 y 2006 y permanecen bajo el mar desde el pasado 30 de junio. Allí se criarán durante un año y periódicamente se irán realizando análisis organolépticos y químicos para determinar su evolución. «Es un experimento, queremos ver qué resultados obtenemos entre un vino elaborado en plena sierra, en la Serranía de Ronda, y el criado en el mar», dijo Schatz. El jaulón se ha sumergido a 20 metros de profundidad frente a las costas de Marbella donde las condiciones térmicas son uniformes y oscilan entre 14 y 18 grados. «Esta es una pequeña locura que solo encuentra salida en la energía de dos apasionados emprendedores», afirmó este viticultor heredero de una larga tradición familiar en el cultivo de la vid y que vino buscando el calor de Andalucía huyendo de las bajas temperaturas de su tierra para darle vida a las viñas.
Labor investigadora
La idea de Federico y Antonio, que comparte su pasión por los vinos con el submarinismo, ha contado con la colaboración de la Explotación Mejillonera de Marbella y el Centro Oficial de Investigaciones Subacuáticas (COIS). «Nuestra pretensión no es otra que aprender, investigar y explorar las diferentes características organolépticas de los vinos con crianza en el mar y en la tierra, vincular la sierra con el mar y disfrutar», añadió Schatz que, en su labor innovadora, está al frente de la primera bodega ecológica de la provincia que se abastece de energía solar y eólica. Además, ha ido un paso más allá puesto que en sus instalaciones también produce vino biodinámico utilizando solo compuestos naturales para el cultivo de las viñas y teniendo en cuenta el sol y las fases lunares, entre otros elementos. Por ello, sus vinos ahora criados bajo el mar serán el resultado del esfuerzo de este agricultor alemán que se atreve a jugar con la propia naturaleza.
Como buen hombre de sierra, la experiencia en el mar le dejó algún que otro sinsabor: «Introducir el vino en el mar me pareció todo un mundo pero Antonio se encargó de solucionar todos los trámites, sumergimos el jaulón y también cajas anexas que utilizaremos para tomar las muestras. Fueron Antonio y su hijo Jaime los submarinistas, los demás esperamos en el barco, cuyo patrón es Manolo Silva, un gallego sereno al frente de una explotación de mejillones. La idílica aventura resultó ser un poco más movida puesto que el mar cambia cuando te adentras en él, con olas de más de dos metros». La aventura terminó con la degustación de unos mejillones de Manolo recién cogidos y regados con el vino Acinipo.

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