Las aguas de Menorca albergan al menos 14 barcos y aviones hundidos convertidos en arrecifes

Si el pesquero tunecino El Mouldi, abandonado en el puerto de Maó, se convierte finalmente, previa inversión de 95.000 euros, en un pecio y arrecife artificial, se sumará a los numerosos barcos y hasta aviones hundidos en las aguas de Menorca.
Y es que, por la costa menorquina a lo largo de la historia han naufragado varias embarcaciones, algunas de las cuales se han hundido y se han convertido en pecios y arrecifes artificiales, con un gran valor medioambiental (por las especies que albergan) y un tesoro para los amantes del submarinismo.
En las aguas de Menorca hay constancia de al menos 14 pecios, de los cuales 12 proceden de barcos hundidos y dos de aviones. «De naufragios ha habido muchos a lo largo de la historia», comenta Miquel Anglada, que compagina su afición al submarinismo con la de la historia. Ahora bien, los pecios que se han conservado son de los últimos siglos, básicamente porque estos estaban construidos de hierro. Ello no quiere decir que todavía no se conserven embarcaciones antiguas en el fondo marino, pero debido a su composición ha sido más difícil su conservación, así como su conversión en un arrecife.
La mayoría de los pecios no se conservan enteros. El motivo, que hasta la década de los 80 los barcos hundidos se vendían para desguazarlos y revender el hierro. A partir de esta época el hierro ya no era tan rentable y se deja de desguazar barcos. De allí, que en el fondo del mar todavía se encuentran barcos enteros, como el Ocean Diver (hundido en Son Bou en 1991), el Georgia K (1992, en Cavalleria), el Santa Clara (1986 en S’Algar), así como el Francisquita (1952 en Punta Nati).
El resto, hay de todo. Desde algunos pecios, como el Benil (1981, Tirant) o el General Chanzy (1910 Punta Nati), que apenas se conservan restos. Otros, pese a no conservarse enteros si que mantienen parte de su estructura, como el Malakoff (1929, Cala Galdana), Amnesia (2008, Ciutadella) o el Lamorisiere (1942, Favàritx), este último un trasatlántico de 130 metros de eslora se encuentra partido por la mitad a 120 metros de profundidad.
Para Anglada, el pecio más espectacular que ha visitado es el Georgia K, a 97 metros de profundidad (utilizando para ello helio, ya que a partir de 60 metros el oxígeno es tóxico) donde pudo ver perfectamente el punto de mando, la torre y las bodegas.
Pero no sólo hay barcos también encontramos aviones. Hay constancia de al menos dos. Un bombardero alemán (un Junkers JU 88 A-4) de la segunda Guerra Mundial hundido en S’Algar en 1943, cuando sus pilotos desertaban del ejército nazi. Y un hidroavión franquista (un Cant Z-506-B) hundido en el Canal de Menorca.
Además de joyas históricas, los pecios se han convertido en arrecifes arificiales, con multitud de especies tanto de animales como vegetales: gran variedad de peces, estrellas de mar, moluscos como las nacras, y hasta crustáceos como langostas y cigalas, comenta el también submarinista Manuel Mora.
Alegando esta riqueza, los submarinistas creen que desde las administraciones deberían impulsar más este tipo «de reclamo turístico». De allí que estén de acuerdo con el hundimiento controlado de estos barcos, como se propone ahora con El Mouldi, aunque son conscientes que 95.000 euros «es mucho dinero».
Estos pecios son visitados cada año por multitud de submarinistas, ya sea por libre o a través de centros de buceo. Algunos de estos submarinistas reflejan sus vivencias y experiencias en blogs y en páginas de internet, como es el caso de Manuel Mora (www.animalesmarinos.net) y Enric Adrián (www.27mm.net).

http://ultimahora.es/