La Asociación de Buceo para Personas Discapacitadas (HSA) ofreció clases de buceo a niños del Hospital Infantil Miller de Long Beach

Al hablar de buceo, nos imaginamos nadar en las profundidades del mar, con máscaras y tanques de oxígeno, observando las maravillas del mundo marino. Pero, ¿aceptaría la invitación de bucear en una piscina y divertirse como nunca en su vida?

Varios niños que asisten al centro de rehabilitación pediátrica del Hospital Infantil Miller, de Long Beach, dijeron que sí a este reto. La piscina usada para las terapias de rehabilitación sirvió de punto de reunión de niños e instructores de la Asociación de Buceo para Personas Discapacitadas (HSA), así como de los terapistas físicos del hospital para una tarde de diversión mientras recibían lecciones básicas de buceo.

"Esto forma parte de nuestro programa de integración e información para exponerlos a las diferentes oportunidades de recreación que existen en la comunidad", dijo Mariana Sena, terapista recreacional en el Hospital Infantil Miller. "Actividades como éstas, a los que muchos de ellos no tienen acceso, los ayudan a aumentar su autoestima y mejorar sus habilidades sociales".

La HSA es una organización internacional sin fines de lucro cuya misión es tratar de mejorar el bienestar físico y mental de las personas con discapacidades través de la práctica del buceo.

Mediante este tipo de actividades los pacientes se olvidan de sus discapacidades ya que el agua les facilita la movilidad física y les permite desplazarse con menor dificultad que cuando están fuera de la misma.

"Es muy emocionante ver sus sonrisas y ver que están haciendo algo que ellos piensan que es imposible de hacer debido a su discapacidad", dijo Denise Dowd, instructora de buceo para el HAS y quien también entrena instructores para trabajar con discapacitados. "El buceo es un deporte que es difícil para muchas personas por lo que, para alguien que tiene una discapacidad, entrar al agua y hacer algo como esto es algo maravilloso".

Los alumnos de buceo tuvieron la oportunidad de aprender el uso de las máscaras de buceo y de los principios básicos de este deporte. Asimismo, pudieron disfrutar de un rato en el agua, mientras sus orgullosos padres les tomaban fotografías.

Los niños asisten a terapias en el hospital por dolencias tales como espina bífida y autismo. La asistencia y el tiempo dedicado a las mismas dependen de la enfermedad del paciente. Algunos han sido sometidos a múltiples cirugías desde temprana edad y a otros no les daban esperanza de vida al nacer, como es el caso de Enrique Gutiérrez, de Long Beach.

Enrique fue diagnosticado con el Síndrome de Vatter al nacer. Esta enfermedad genética afecta la salud de la persona ocasionando afecciones en riñones, corazón o miembros del cuerpo, especialmente las piernas, aunque no interfiere con su capacidad mental. Además del diagnostico, a su madre le dijeron que tal vez no viviría mas allá de dos horas de su nacimiento.

Para sorpresa de todos, Enrique cumplirá ya 15 años y participa en el programa de niños talentosos de su escuela. "Estoy muy agradecido", dice él.

"Estoy agradecido del tiempo que sacrifican las personas de este hospital para ayudar a personas como yo y es algo muy bueno lo que hacen con estos niños", dijo Enrique, quien estudia décimo grado en la Escuela Secundaria Millikan, en Long Beach "Yo quiero estudiar radiología o kinesiología porque quiero dar algo a cambio de lo que me han dado aquí".

Los niños disfrutaron de una tarde diferente en un ambiente conocido. Los rostros de sus padres, sin embargo, mostraban que ellos también se sentían a gusto allí, especialmente al ver la ayuda que reciben sus hijos.

"Mi hijo disfruta de este programa. Cada verano espera la 'carta de invitación' del hospital para participar en el programa", dijo Verónica Ramírez, quien vive en Anaheim con su familia y cuyo hijo Jeremy, de 12 años, nació con espina bífida.


http://www.laopinion.com