El hijo del comandante Cousteau reconoce estar enfrascado en la tarea de perpetuar el trabajo de su padre en la defensa de los océanos

Pierre Yves Cousteu denunció ayer en Getxo que «España es el primer exportador de aletas de tiburón del mundo. Cada año se matan 80 millones. Pienso que este país tiene la oportunidad de cambiar: tienen que limitar o prohibir la exportación de tiburones». El hijo del famoso comandante Cousteau, que participa en la Getxo Sea Week, hizo así un llamamiento para que cese la matanza indiscriminada de escualos. Se les mata para que sólo la parte más preciada de su anatomía vaya a parar a una cocina y acabe servida en un plato.
Esa es una reivindicación más, en la «cruzada inmensa» que sostiene. Lo ha heredado por vía paterna. Y también en su caso se forja en el silencio de los salobres fondos oceánicos, en aras a preservar el mundo submarino con un cambio de mentalidad global. Su mensaje por la vida es muy sencillo: «El ser humano depende de la salud de los océanos y del planeta, donde todos vivimos juntos».
El hijo de Cousteau, que fue tan famoso entre el gran público por sus documentales y por su defensa de los océanos, es un abanderado convencido de aquella misión. Se nota que admira a su padre, al que califica como «el Leonardo Da Vinci del mar». En verdad, revolucionó el buceo y mostró que los océanos -tan desconocidos- tienen recursos limitados y hay que preservarlos.
De ahí que Pierre Yves defienda una forma de extraer recursos marinos de maneras más naturales: «La única agricultura que existe en el mar son las áreas protegidas. En esas zonas los animales se reproducen y se expanden a otros lugares, de modo que en cinco años se incrementa seis veces la biomasa de peces». A este joven, que bromea al soltar que es «viejo» porque tiene «30 años», le parece que la humanidad ha de cambiar su forma de pensar y de actuar. Opina que «en el siglo XXI estamos pescando en el mar con la misma mentalidad del cazador Neardental». Él concibe el planeta como una comunidad global donde las acciones aisladas siempre tienen una repercusión común.
Ve el mar y el aire muy tocados. «Los océanos se vuelven más ácidos» debido al aumento del CO2. Y el calentamiento global es una evidencia para este joven, empeñado en sacar un máster en bioquímica. A su juicio, «el impacto en las temperaturas lo estamos sufriendo. Lo que pasa es que hay intereses industriales para que parezca que no existe ese problema».
Aunque está claro que Cousteau, abocado a vivir bajo la sombra de su padre, se siente mejor en las entrañas del agua -«bucear es un placer increíble que mejora cuando el lugar en el que te sumerges tiene buena salud»-, también se muestra convencido de que «la economía y la actividad turística dependen de los buceadores», a los que considera como una especie de 'médicos de los mares', capaces de detectar el estado de salud de los fondos porque son, en definitiva, quienes bajan a verlos. El experto submarinista considera crucial su papel, puesto que «hay 10 millones de buceadores en el mundo, lo que es una garantía para la salud de los océanos».
El joven también vive a gusto bajo el legado de un progenitor que ahora tendría 102 años. 250 millones de personas vieron su película 'El mundo del silencio', «cuando ni siquiera existía Internet». Así que Pierre Yves lo tiene claro. «No necesito parecer más grande que mi padre». Su tarea es «perpetuar su trabajo». Y se nota que está enamorado de lo que hace, porque siente «placer y honor para hablar del mundo silencioso».

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