La muestra artística 'Efectos navales' podrá visitarse en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena hasta el 26 de agosto

Si te aproximas embobado a 'Santa Trinidad', una discreta escultura-caja de música, creada por la chilena Magdalena Correa, que reproduce cargada de misterio la Iglesia de la Santa Trinidad, la pequeña iglesia ruso-ortodoxa construida con madera de abeto siberiano en 2004 en la Isla Rey Jorge, en la inmensa soledad de la Antártida, tienes la opción de presionar un botón y ver cómo el templo de juguete se mueve y de su interior surge una voz que repite: «Si todos los lugares fueran como éste, el mundo sería maravilloso». La pieza de Correa es una de las más singulares que podrán contemplarse, a partir de mañana -la inauguración es a las 20.30 horas- en la sala de exposiciones temporales del Arqua (Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena), que acoge la exposición titulada 'Efectos navales', integrada por obras pertenecientes a la cada vez más atractiva colección 'TransArt&Co' de La Naval, el grupo de acción cultural creado por el arquitecto Martín Lejarraga y por los pintores Ángel Mateo Charris y Gonzalo Sicre, los tres residentes, y enamorados, de Cartagena: su pasado, su desgarro, su misterio y su mar.
'Efectos navales', que permanecerá abierta hasta el 26 de agosto, propone al público la contemplación de propuestas artísticas muy abiertas, y diversas, que giran alrededor de la 'Casa para un coleccionista nómada', la caravana itinerante, creada por el inquieto Lejarraga, cuyo alucinante interior rebosa de sabrosas, coquetas y sorprendentes pequeñas maravillas, surgidas del talento de una nómina de creadores también en permanente itinerancia hacia lo desconocido. Esta nueva selección de obras de arte contemporáneas de La Naval lleva al Arqua un baño de sensaciones que deja la mirada más descansada y el cuerpo con deseo de aventuras, diurnas y nocturnas. En un rincón vivo de la sala podrá el espectador pelearse en paz con la videoproyección de Charles Sandison titulada 'Enciclopedia. Philosophia naturalis', que inundará el espacio, tan cercano al mar, luminoso y en calma, con una cascada de palabras.
Los organizadores de la exposición buscan con 'Efectos navales' lograr movilizar, hacia lugares más allá de la cotidianidad, el ánimo del espectador, y ello a través de obras que manejan técnicas diversas y buscan acceder a territorios poéticos que no defrauden. Artistas de vuelos dispares: de JR Amondarain a Yehudit Sasportas, de Nico Munuera a Tal R, de Marcel Van Eeden a Abraham Lacalle; «de la figuración a la abstracción, y de lo conceptual al formalismo», indican. La muestra también incluye los «'trucos o artificios para provocar determinadas impresiones' que ejecutan prestidigitadores como Daniel Verbis, Tomás Mendoza y Manu Muniategui... Se hacen alusiones a los 'artículos de comercio', a los 'fines para los que se hace algo', a los efectos colaterales, y a los efectos bumerán, dominó, invernadero, secundarios, suspensivos, efectos especiales, comerciales, públicos. Se alude a los golpes de efecto: efectos navales». Como las obras no atrapen su mirada, qué fracaso, qué naufragio.
La exposición gira en torno a una gran pieza central, la 'Casa para un coleccionista nómada', una caravana-baúl-cofre del tesoro ideada para rodar por el mundo por Martín Lejarraga, en colaboración con Ana Martínez. Recuerda Lejarraga que «la primera obra de mi colección fue una pintura de Charris, de 10 x 10 centímetros, de cuyo título nunca me acuerdo bien; creo que se llama 'Siracusa'. Desde que la tengo, siempre está colgada allí donde esté yo; disfruto viéndola y, además, así no se me pierde. Por eso me gustan las colecciones de arte que sus dueños ponen a la vista de los demás». De ese deseo de compartir el arte surgió esta 'Casa para un coleccionista nómada' -que ya ha sido disfrutada en ARCO y en el festival murciano SOS 4.8-, «una casa para poder viajar, buscar, mirar, comprar, guardar y compartir cosas».
Una «casa rodante, de escasos siete metros cuadrados, pero con el mundo a sus pies, que no se adapta a ningún lugar concreto, pero que está bien en cualquier sitio, que es de estilo 'gitano-chic' -eso nos dicen-, y en la que nos sentimos como granjeros ermitaños que han ocupado una caracola extraña en cuyo interior, como si una cáscara de nácar lo envolviera por completo, se refleja todo nuestro pequeño mundo».
Hay cosas deliciosas en su interior, como una baraja obra del murciano universal Isidoro Valcárcel Medina. «Se trata de una baraja de cartas maravillosa, con la que jugar se vuelve muy difícil porque las cartas son... transparentes», cuenta Lejarraga. Habitan en ese pequeño mundo otras obras de artistas murcianos como FOD, Sonia Navarro, Eduardo Balanza y Juan Manuel Díaz Burgos; y hay también una pieza del fotógrafo Chema Madoz (su cartel para el festival La Mar de Músicas 2003, dedicado a la India, era una gozada). Y hay más: manejables creaciones de Julian Opie, Amy Bennett, el mediático Eugenio Merino, el colectivo The Royal Art Lodge y Mateo Maté, autor de una curiosa bandera que es un mantel bordado y que representa el 'nacionalismo doméstico'.
Héroes y travesías
'Efectos navales' coincidirá en el Arqua, hasta el 30 de junio, con 'De héroes y travesías. Tiempos encontrados', una exposición comisariada por Pedro Medina en la que se se muestra una interesante colección de retratos que forman parte también de la colección 'TransArt&Co' de La Naval. Fotografías, pinturas y esculturas que sorprenden a los visitantes del Arqua, que están siendo observados por personajes muy diversos y dotados de fuerza, rabia, amores, deseos, heridas, sueños...; las obras, originales de 34 artistas de varias nacionalidades, pueden verse instaladas en las paredes, vitrinas y urnas de los espacios ocupados por la exposición permanente del museo, que dirige Xavier Nieto. Entre los artistas y colectivos participantes: Alberto García-Alix, Ernesto Korda, Erwin Olaf, Democracia, Muntean/Rosenblum, Pierre Gonnord -fantástico- y Sam3.
Una exposición singular dentro de otra exposición singular. Miradas muy diversas: al fondo del mar o al infierno; miradas alegres, desoladas, incrédulas. Te miran. El visitante es observado, lo rodean rostros que no se mueven. Belleza. «Nada como el mar», indica Pedro Medina, «ha generado tanta fascinación». Y el Arqua está junto al mar y se alimenta de su historia, sus naufragios, sus deslumbramientos y sus aportaciones -de paz y de guerra- a la Humanidad. Y, desde mañana, hay otro motivo más para visitar el museo: te das un baño en el pasado y tomas el sol en el presente.

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