La búsqueda de barcos hundidos y otros objetos sumergidos -denominados en general pecios- ha sido siempre una tarea difícil y a menudo costosa. Los métodos que han empleado los buzos para realizar estas búsquedas han sido muy variados, y han dependido tanto de la información que les proporcionaban los pescadores locales, como de la tecnología disponible.
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Durante mucho tiempo los buceadores en busca de nuevos pecios realizaban inmersiones de exploración en las coordenadas donde saben que las redes de los pescadores locales solían sufrir enganches. Para ello, las conversaciones de tasca y trabar una buena amistad con los pescadores de la zona solían traducirse en fuentes de información de un valor inestimable. Los pescadores y los buceadores lo sabían y a menudo unos y otros traficaban entre sí con las coordenadas recién descubiertas de las zonas de enganche en los caladeros y la localización de posibles pecios no cartografiados. Pero una coordenada de enganche de redes no tenía por qué traducirse en la localización de un nuevo pecio, o al menos de un pecio con valor. La mayor parte de las veces simplemente era el lugar donde algún mercante o pontón había tirado basura, y una tubería o viga podían ser la causa de la rotura de redes.
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Otros buceadores decidían invertir su tiempo y dinero en aparatos tecnológicos. Entre ellos se encontraban los magnetómetros de protones que registran anomalías magnéticas cuando el detector pasa por encima de cualquier objeto metálico sumergido. Las zonas que dan señales positivas eran investigadas por los buceadores que la mayor parte de las veces al llegar al fondo comprobaban con desilusión que el objeto metálico que había producido la señal solía ser un barril de aceite de 55 galones o un anclote perdido por una embarcación de recreo.
Por ello el uso de sondas multihaz o de barrido lateral habían venido a simplificar mucho esa primera fase de búsqueda, pues los ecos del fondo eran transformados en imágenes que en muchos casos mostraban con una claridad excepcional el contorno y la forma del objeto sumergido, sin necesidad de realizar una inmersión de comprobación.
Las sondas multihaz emiten trenes de ondas acústicas en varias direcciones a una determinada frecuencia, cubriendo así una amplia zona y permitiendo la corrección de errores mediante la interpolación de los resultados obtenidos. La frecuencia de estas sondas varía en función de la profundidad a la que se vaya a operar; a mayor profundidad menor será la frecuencia emitida: en zonas litorales de 0 a 100 m se emplean frecuencias de 200 a 400 KHz, de 5 a 500 m en el borde de la plataforma continental se usan frecuencias de 80 – 120 KHz, entre 30 y 3000 m se usan frecuencias de 30 – 50 KHz, y para estudios de dorsales oceánica y fondos abisales hasta 12000 m se emplean frecuencias de 10 – 15 KHz. La intensidad de la señal se va degradando con la distancia, por lo que es de suponer que existirá mayor degradación en los extremos. Las fuentes de error en las mediciones provienen del GPS, del movimiento de la embarcación, y la salinidad, temperatura y presión del agua del mar, pudiendo acumular un error en las medidas batimétricas de hasta 1,5 m.
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El sonar de barrido lateral (Side Scan Sonar, o SSS) es uno de los dispositivos más versátiles para la exploración submarina y para realizar batimetrías a diferentes resoluciones en un amplio rango de profundidades. Capaz de rastrear un área grande de forma rápida y producir una imagen detallada del lecho, con independencia de la claridad del agua. Al mirar una imagen de barrido lateral, parece como si el agua se hubiera eliminado, consiguiendo una visión sin obstáculos del fondo del mar, de un lago o río.
La mayoría de las SSS van montadas en un dispositivo sumergible denominado torpedo o pez transductor (o tow fish) que es arrastrado por una embarcación, lo que evita el error asociado al movimiento de la nave. El principio de funcionamiento es sencillo: la sonda emite lateralmente ecos en una banda de anchura constante, que se va desplazando con el avance del barco. La emisión de este eco caracteriza las irregularidades del terreno permitiendo crear una batimetría de gran precisión, y escalas de hasta 1:10000 * 1:5000. Los datos de la reflectividad del fondo, se almacenan mediante un programa en un ordenador para su posterior análisis y representación gráfica.


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