La reserva marina de la isla de Tabarca, la más antigua de España, es considerada una "joya" de biodiversidad debido a que recientes estudios de los biólogos calculan que sus fondos marinos podrían albergar la mitad de las especies de flora y fauna que habitan el mar Mediterráneo, unas 7.000. Uno de los mayores expertos en las aguas de Tabarca, el director del Centro de Investigación Marina de Santa Pola (CIMAR), el catedrático Alfonso Ramos, ha explicado a EFE que hasta ahora se han clasificado más de 4.000 especies aunque todavía faltan muchas por catalogar, especialmente de entre los grupos de invertebrados lo que, en su opinión, hace previsible que la cifra real llegue a las 7.000.
La alta riqueza en las 1.400 hectáreas submarinas del archipiélago y sus alrededores se explica por la gran diversidad de hábitats y la "excelente" conservación del ecosistema marino.
En gran parte, esto es posible por la oxigenación, protección y alimento que proporcionan las abundantes praderas de Posidonia oceánica que rodean la isla, lo que hace que la reserva se haya convertido en una rica área de producción y cría del mero, dentón y cigarra de mar.
En este entorno con fondos de coralígeno con jardines de gorgonias y las algas calcáreas libres o rodolitos, la foca monje vivió hasta la década de 1920, concretamente en la cueva del "Llop marí".
Tabarca es una alargada y estrecha isla de 1.800 metros de longitud de oeste a este y 400 metros de ancho, rodeada por islotes (Cantera, Galera, Nao), con escasa vegetación terrestre y con cerca de un centenar de casas dominadas por la iglesia de San Pedro y San Pablo y el torreón de San José, visible a simple vista desde la costa de Santa Pola, a unos ocho kilómetros.
El 10 de mayo de 1986 abrió la lista de reservas marinas españolas, a la que se han sumado con los años una veintena más, y frente a la relativa aridez de su superficie, el espacio submarino adyacente le convierte en un valioso laboratorio natural.
En sus cristalinas aguas los científicos encuentran un lugar idóneo para investigar el ambiente marino no alterado y, a la vez, la interacción del hombre con la naturaleza y sus recursos.
La variedad y calidad de hábitats marinos supone un activo natural de difícil medición aunque recientemente la ONG Oceana se atrevió a estimar que la reserva de Tabarca produce, al menos, 10 millones de euros anuales a beneficio a los pescadores, turistas, empresas y las gentes que habitan la isla, medio centenar durante el año aunque la cifra se multiplica con el buen tiempo.
La isla también alberga en superficie un alto valor patrimonial, como lo refleja que en 1964 fuera declarada Bien de Interés Cultural (BIC) por su muralla y poblado del siglo XVIII.
A ello se suma, como no puede ser de otra forma, su larga tradición pesquera artesanal, incluida la pesca con almadraba hasta finales de 1950, lo que se puede comprobar en su interesante museo etnológico-cultural.
Otra de las características de la reserva marina es la importante presencia humana durante el año, especialmente en julio y agosto, cuando la afluencia de visitantes diarios llega a elevarse a 4.000 mediante todo tipo de embarcaciones.
Para Ramos, el turismo no representa un problema para la reserva marina ya que la mayor parte de las personas se concentran en la playa y el pueblo, lo que facilita que la isla sea "un ejemplo de gestión racional de los recursos marinos" a pesar de la citada afluencia.
Sí cree que existe el problema del "marisqueo" (recolección de lapas, erizos, cangrejos), el cual está terminantemente prohibido aunque muchas veces se hace por desconocimiento, y también la repercusión del anclaje de las embarcaciones en las praderas de Posidonia por la carencia de trenes de fondeo, los cuales deberían estar colocados desde hace años.
El experto considera que para que esta conservación y uso racional de los recursos se mantenga es "de capital importancia" la vigilancia las 24 horas del día, tal y como sucedía hasta ahora, pero parece que no se mantendrá a causa de los ajustes económicos, que han reducido en un 80 por ciento dicha vigilancia.
De esta manera, frente a los diez efectivos que cuidaban la reserva marina durante todo el año, ahora sólo quedan dos guardapescas, lo que abre un periodo de incertidumbre por la amenaza de los posibles furtivos.
Como posible solución, el catedrático ha señalado que en las áreas marinas protegidas de Estados Unidos y Reino Unido los visitantes pagan una pequeña "ecotasa" dirigida al mantenimiento de los recursos humanos y materiales del área considerada patrimonio natural.
"Mediante el pago de, por ejemplo, un euro se haría partícipe a la ciudadanía en la protección ambiental marina, haciéndola más responsable, y con el objetivo de dejar el espacio tal y como lo han heredado, y que lo puedan disfrutar nuestros hijos y nietos", ha opinado Ramos.

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