Explorador submarinista, capitaneó el ‘Calypso’, donde se enroló en 1952

Para Albert Falco (Marsella, 1927), el mar era un medio tan familiar como la tierra firme. No en vano nació y murió (21 de abril) en una ciudad portuaria volcada al Mediterráneo. Llegó a capitanear el Calypso, a bordo del cual el oceanógrafo Jacques Cousteau recorrió los océanos del mundo en busca de material para sus documentales.
Falco contaba que aprendió a nadar con tan solo un año y medio: “Desde entonces, el agua se convirtió en un elemento natural para mí. Cuando estoy en el agua, no tengo miedo a nada”, aseguró en una ocasión. Su desenvoltura en el líquido elemento se afianzó con el paso del tiempo. Descubrió el buceo libre siendo muy joven, de la mano de su padre, quien prestó servicio en la Armada francesa durante la Primera Guerra Mundial. Con él, Falco exploró las cuevas de Sermiou y alimentó su interés por el mundo submarino.
En 1952 se enroló en el Calypso. Empezó como buceador hasta convertirse en buceador-jefe de misión y, finalmente, en capitán de esta embarcación. Cuando ingresó en la tripulación del oceanógrafo, el equipo de Cousteau estaba adquiriendo cierta notoriedad. No solo realizó documentales al lado del comandante francés, sino que también dio el salto a la gran pantalla participando en la película Le monde de silence, rodada en 1955 por Cousteau junto a Louis Malle. El filme, que ganó una Palma de Oro en el festival de Cannes y un Oscar en 1956, sirvió para divulgar, en 55 minutos y a color, algunos aspectos de la vida submarina del Mediterráneo, el mar Rojo, el golfo Pérsico y el océano Índico.
Su experiencia en el buceo libre a buen seguro le preparó para asumir el reto que planteó Précontinent: un proyecto en el que dos buceadores vivían una semana sumergidos en el mar, en el archipiélago de Frioul. La primera edición se celebró en 1962. Falco participó tanto en esta como en las dos siguientes.
Durante aquella década de los sesenta ejerció como piloto-jefe del minisubmarino Dénise, con el que realizó más de 300 inmersiones con objetivos científicos. En los ochenta participó en los arduos trabajos de reparación del Calypso.
Fue al final de esta etapa, en 1987, cuando Falco vivió una experiencia que ejemplificó su cambio de mentalidad al lado del comandante. El Museo Oceanográfico de Mónaco encargó a los hombres del Calypso que trajeran dos delfines. El equipo partió en una expedición para cumplir con este cometido. Capturaron dos ejemplares, macho y hembra, que alojaron en un tanque a bordo. El primero murió en una semana y la segunda en seis meses. Fue un duro golpe para Cousteau, quien proclamó que jamás volvería a capturar un delfín. La actitud de Falco en relación con la fauna marina cambió también: “En mi juventud maté a muchos peces pero con Cousteau mi visión se modificó por completo. Cambié el arpón por la cámara”.
Falco se retiró en los noventa, tras 37 años a bordo de la nave de Cousteau. Su jubilación no le impidió seguir acudiendo a zambullirse tres veces al año en las aguas de Martinica y continuar haciendo campaña con el fin de que se establecieran reservas marinas: “El verdadero peligro es el ser humano. Nosotros somos los tiburones”.


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