A pesar de su popularidad, el naufragio del Titanic no es el más trágico, este adjetivo es para el Wilhelm Gustloff, donde murieron nueve mil personas. En esta foto de archivo de 1912, proporcionada por la colección de Frank O. Braynard, el Titanic en su viaje inaugural desde Southampton, Inglaterra.
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La historia del Titanic es la más popular, pero otros muchos barcos fueron engullidos por el mar en circunstancias excepcionales. Uno de ellos descansa frente al puerto de Montevideo, pero todos poseen un factor común: su poder de seducción.
El “insumergible” Titanic se topó con su aciago destino la noche del 14 de abril de 1912. A unos 3,200 metros de profundidad descansan los restos del que en su día fue uno de los transatlánticos más lujosos del mundo. La consternación inicial dio paso a la leyenda y, desde entonces, la sola mención del “Titanic” despierta un gran interés.
La película de James Cameron hizo perdurar el mito. Ahora, el director planea rodar una nueva versión en tres dimensiones. Estará lista en 2012 para conmemorar el centenario del hundimiento del transatlántico.

VIAJE AL PECIO DEL TITANIC
Pero a veces la realidad supera a la ficción. Una expedición se dirige al pecio del crucero para reflotar lo que queda de él. Eso sí, sólo de manera virtual.
El objetivo de esta aventura, impulsada por la empresa RMS Titanic, es filmar en 3D el buque insignia de la naviera británica White Star. Los organizadores usarán cámaras y sonar para inspeccionar un área de casi 16 kilómetros cuadrados, donde están dispersos los restos del navío.
En 1985 el oceanógrafo Robert Ballard descubrió el lugar donde se halla el pecio del Titanic. Dos años más tarde, RMS Titanic comenzó a recuperar objetos del barco y desde 1992 es la única compañía autorizada para llevar a cabo las tareas de “salvamento”.

HACER DEL MITO UN NEGOCIO
Algo que, sin duda, la empresa ha sabido aprovechar. En 1995 sus gestores tuvieron la genial idea de vender como “souvenirs” trozos de carbón procedentes del barco. En concreto más de dos toneladas divididas en 400.000 piezas. “A un precio de 25 dólares es mejor que una camiseta” declaraba George Tulloch, presidente de la compañía, al diario “The New York Post”.
En el año 2000 un juez estadounidense obligó a cancelar las operaciones de búsqueda de las joyas del Titanic, que iban a ser vendidas tras su recuperación.
En aquella ocasión, RMS tuvo que suspender la expedición que preparaba. Los problemas comenzaron cuando reveló que su fin era recuperar 300 millones de dólares en diamantes, oro, monedas y otros objetos.
Esta compañía posee unas 5.900 piezas procedentes del barco que ha mostrado en exposiciones por todo el mundo. La empresa no ostenta el pleno derecho de propiedad sobre los objetos rescatados, algo que reclamó el pasado año en los tribunales.
Todo lo que rodea al Titanic huele a leyenda pero también a negocio. Quizá haya influido la mala suerte que parece perseguir a todo lo relacionado con el barco.

EL “GAFE” DE LA NAVIERA DEL TITANIC
La compañía White Star botó, entre 1910 y 1914, tres buques de lujo: el Olympic, el Titanic y el Britannic.
El Titanic, que se dirigía desde Southampton (Inglaterra) hacia Nueva York, se hundió en su viaje inaugural. Pero sus dos hermanos no corrieron mejor suerte.
El Britannic se utilizó como barco hospital durante la Primera Guerra Mundial. Según publica la web de la revista “Tiempo de hoy”, el navío se hundió por causas todavía desconocidas mientras viajaba entre Grecia y Turquía.
En aquella ocasión no llevaba heridos a bordo y su tripulación pudo abandonar el barco a tiempo. Sin embargo, la hélice destrozó dos botes salvavidas y hubo 30 muertos.
La misma revista cuenta el final del último de los hermanos del Titanic. El Olympic logró permanecer a flote hasta 1934. Pero la mala suerte aguardaba entre la niebla a la entrada de Nueva York. Allí colisionó con el barco-faro Nantucked. Lo partió en dos y murieron los siete tripulantes del barco-faro. Aquello fue demasiado para la naviera, que retiró el barco del servicio y mandó desguazarlo.

LA MAYOR TRAGEDIA NAVAL
La muerte de 1.500 personas convirtió el naufragio del Titanic en el accidente naval más conocido. Sin embargo, no por ello es el más funesto.
En 1945 un submarino soviético hundió en aguas del Báltico al barco alemán Wilhelm Gustloff. El navío, destinado a ser un crucero de lujo, se utilizó como hospital flotante y como medio de evacuación de civiles y militares durante la Segunda Guerra Mundial. En su hundimiento perdieron la vida 9.000 personas y este episodio pasó a ostentar el título de mayor tragedia marítima de la historia.

EL BARCO DEL RÍO DE LA PLATA
Otro barco alemán reposa a poca distancia del puerto de Montevideo. El Admiral Graf Spee, orgullo de la armada nazi, se halla bajo las aguas del río de la Plata.
El acorazado, diseñado para ser más fuerte que el más veloz y más veloz que el más fuerte, sembró el terror entre los mercantes ingleses durante la Segunda Guerra Mundial.
Pero debido a una avería, se vio cercado por barcos británicos y tuvo que buscar refugio en el puerto de Montevideo.
“Quedó gravemente dañado por un fallo en el diseño, y no podía repararse en alta mar. Por eso entró en Montevideo. Pero allí no pudo hacer pública la gravedad de sus daños y por eso mismo no se le permitió quedarse en el puerto”, afirma Daniel Acosta, coautor del libro “Graf Spee, de Wilhelmshaven al Río de la Plata”.

HUNDIDO POR SU CAPITÁN
Uruguay se negó a dar cobijo en el puerto al navío alemán. Ante lo cual, su capitán, Hans Langsdorff, decidió evacuar a la tripulación y dinamitar su propia nave. El Graf Spee explotó y se hundió ante la atónita mirada de los uruguayos, que han convertido este acontecimiento en parte de su propia historia.
El capitán Langsdorff quiso compartir el aciago destino de su barco y pocos días después se suicidó en Buenos Aires.
Una gran curiosidad impregna todo lo relacionado con el Graf Spee. No ha faltado quien se lance al mar para recuperar los objetos que el barco transportaba. El más polémico ha sido el águila de dos metros de alto que adornaba la proa del acorazado. Un equipo de buzos contratado por el empresario uruguayo Alfredo Etchegaray la sacó a la superficie en 2006.
Sin embargo, el gobierno alemán no está de acuerdo con la exhibición y venta de las piezas procedentes del pecio del Graf Spee. Guido Westerwelle, ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, dijo el pasado marzo, durante una visita oficial a Uruguay, que su país está dispuesto a “impedir” que los restos del barco “entren en el circuito del comercio de la parafernalia militar”.
Igual que ocurre con el Titanic, los objetos procedentes del Graf Spee están a medio camino entre la memoria y el negocio. Quizás el rescate de estas piezas permita recuperar un pedazo de historia. Pero el morbo que despiertan ambos naufragios hace del beneficio económico la principal razón para adentrarse en las profundidades marinas.


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