El responsable del departamento que coordina los trabajos subacuáticos entre la Armada y el Ministerio de Cultura confía en la reactivación del Plan Nacional de Protección, del que espera aflore el Reina Regente

Hace seis años que el coronel de Infantería de Marina Miguel de Aragón dirige el atractivo departamento de Patrimonio Sumergido de la Armada, antes Centro de Estudios Históricos, Navales y Marítimos. Del equipo que lidera depende la coordinación entre este cuerpo y el Ministerio de Cultura en todo lo relacionado con la protección de patrimonio subacuático, que cotiza en alza en la concienciación ciudadana desde el caso Odyssey. Ahora andan buceando en los archivos que atesora la institución, mientras esperan la reactivación del Plan Nacional de Protección de Patrimonio Sumergido, del que podría derivar la ansiada localización del Reina Regente o el Santísima Trinidad.

-¿Se está interviniendo en la actualidad en algún yacimiento subacuático?

-Físicamente no intervenimos. La Armada tiene medios para localizar restos porque tiene buques que hacen trabajo de prospección, pero no con fines arqueológicos, sino para saber si obstaculizan la navegación.

-¿Qué persigue la Armada en este terreno?

-Tener mayor un conocimiento de buques de estado, de guerra, tanto extranjeros en el litoral nacional como españoles en el extranjero. Conocer el inmenso patrimonio del mundo, en definitiva.

-El Plan Nacional de Patrimonio que se llevó a cabo en aguas de la Bahía en octubre de 2010 se quedó en la localización de 128 contactos arqueológicos, de los cuáles 15 fueron identificados y solo uno pertenecía al siglo XVIII. ¿Se ha avanzado algo?

-No se ha avanzado demasiado. Se ha identificado una serie de anomalías en una intervención in situ el pasado verano, y poco más. La idea por parte de la comisión de seguimiento de este convenio era continuar en años sucesivos en Andalucía, de cara al levantamiento de la carta arqueológica. Pero la situación económica no ha permitido seguir. Confío de todos modos en la continuidad del proyecto y que cuenten con nosotros para colaborar, en este caso con el CAS.

-¿Para qué sirvió entonces este esfuerzo a bordo del Sella?

-Sirvió para detallar la carta arqueológica, aunque sin hallar grandes cosas. No obstante, la idea era conocer. No se puede proteger lo que no se conoce. Pero aparte del trabajo de campo, se lleva a cabo el trabajo de investigación paralelo, que es el proceso archivístico.

-¿En qué consiste?

-En seguir extrayendo información del archivo de la Armada, una labor que se lleva a cabo desde hace cuatro meses, a raíz de una reunión con la que fue la directora general de Bellas Artes. Además, es un trabajo que no es costoso de realizar. Y queda mucho por hacer, pues solo se ha rastreado una pequeña parte, y ya se han registrado 300 naufragios de pecios en todo el mundo. La idea es hacer una base de datos única y sería importante realizar convenios con las universidades.

-¿Se está haciendo de forma coordinada con las administraciones autonómicas? La Junta de Andalucía tiene su propio archivo y ya ha documentado 600 naufragios tan solo en la Bahía de Cádiz.

-Ésta es una asignatura pendiente, la coordinación entre instituciones. La Armada está haciendo la labor documental y archivística. Y cada comunidad hace la suya. Los datos se cruzan, pero no para trabajos completos, así que falta un centro coordinador dependiente del Ministerio de Cultura para encauzar todo este esfuerzo que se está haciendo.

-El Plan Nacional también partió con muchas esperanzas volcadas en la localización del Reina Regente y del Santísima Trinidad. ¿Qué se sabe al respecto?

-Son dos pecios que la Armada quiere localizar por su singularidad. En el caso del Reina Regente, por razones más emotivas que otra cosa. Es un buque que a su vez es la tumba de los 422 hombres que había a bordo, pues no se salvó nadie. El naufragio fue próximo a 1895. Localizarlo sería objeto de un proyecto puntual dentro de este convenio, pero no se ha llevado a cabo.

-¿Ni siquiera se buscó?

-La prioridad a la hora de trabajar la tiene que dar la autoridad arqueológica -en este caso la Junta de Andalucía, a través del CAS- y se focalizó en la Bahía de Cádiz. Si hay subvención no descarto su búsqueda, para lo que se haría un proyecto de localización y la Armada pondría los medios oportunos. El objetivo sería localizar, no extraer, pues lo que no se halla, es un patrimonio no tangible.

-El caso Odyssey ha marcado un antes y un después. Y Andalucía ha tomado medidas que la convierten en pionera.

-Creó un antes y un después en lo que respecta a la concienciación pública. Ésta ha forzado a las instituciones a tomar medidas para evitar que una empresa extranjera pueda beneficiarse de nuestro patrimonio. Ha supuesto el triunfo de la causa española y el apoyo de las autoridades norteamericanas a la causa española. Algo novedoso. Ha empujado el Plan Nacional de Patrimonio y, a continuación, toda la maquinaria de colaboración. En Andalucía, además, se puso se puso en marcha el Libro Verde de protección de patrimonio.

-¿Dónde cree que debería ir a parar el botín de Odyssey? Tiene muchos novios.

-Hay varias líneas y todas son aceptables. Mientras no sea comerciar con él...

-Muchos buceadores dicen conocer yacimientos sin tocar. ¿Es cierto? ¿Cuándo se decide intervenir?

-Sí que se conocen yacimientos, claro está. Pero requiere saber si interesa o no interesa, si peligra y, en este caso, hay que estudiar la extracción total. Requiere además de una dirección adecuada y especializada. Pero la línea de la UNESCO es conservar in situ. Porque el mejor museo para el resto es el lugar donde se perdió. Bajo el agua es un trozo de historia, pero fuera no dice nada.

-¿Cómo se protegen ahora las costas de los cazatesoros?

-No hay cazatesoros, sino expoliadores a pequeña escala. Además, los tesoros de nuestras aguas tienen un valor relativo. Cualquier buque que emita una señal satélite es detectable. Es más, si permanece mucho tiempo en algún sitio aparece en google earth y se convierte en sospechoso. Así que se trata de activar programas de alerta. Y en cuanto a los pequeños expoliadores, pienso que no hay que poner vallas al mar, sino mentalizar al buceador y al ciudadano.