Las islas Columbretes son un espacio natural de indudable valor, y uno de los archipiélagos de mayor interés ecológico de todo el Mediterráneo.
Con una superficie de algo más de 19 hectáreas, este conjunto de islas representan el mejor ejemplo de vulcanismo de las costas levantinas. Este origen se aprecia fácilmente por la composición geológico de sus suelos, así como su peculiar aspecto, del que se pueden distinguir las cretas de los cráteres de los antiguos volcanes. Es en la Illa Grossa, donde mejor se puede contemplar esta composición montañosa, pues esa isla se ha formado a lo largo de los milenios, por diversos cráteres encadenados. La peculiaridad de sus suelos, junto al aislamiento de la acción humana han permitido que en sus tierras nazca una flora y fauna autóctona de gran valor.
Además, gracias a su situación de alejamiento respecto a los asentamientos humanos, ha facilitado que las Columbretes sean elegidas por gran número de aves como zona de paso en sus vuelos migratorios, o como zona ideal de nidificación.
La riqueza biológica va más allá, pues en estos archipiélagos se han desarrollado cuatro tipos endémicos de lagartijas.
Pero, el valor ecológico no se queda sólo en las tierras emergidas, pues los fondos marinos presentan una animada vida. Además, debido a su complicada topografía, llena de recovecos, cuevas y bancos le convierten en un escondite seguro para tantas especies de animales marinos en peligro de extinción por culpa de la sobreexplotación pesquera que acusan las costas mediterráneas.
Todos estos motivos llevaron a las autoridades a declararlas como Reserva Natural en el 1988, y Reserva Marina dos años después.
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