Juan Diego impartió dos cursos de ´ecobuceo´ a los instructores de los centros que realizan inmersiones en la Reserva Natural

Dentro de las labores de educación y formación de la Reserva Natural, el instructor Juan Diego, responsable de Ecosub Mediterrania, dio en 2006 y 2011 sendos cursos a los centros de submarinismo de la zona para que conocieran el impacto de su actividad y para desarrollar estrategias de buceo sostenible. Educar para preservar.

Ni todos los buzos son Jacques Cousteau ni el submarinismo es una práctica inocua. Son las premisas de las que partió Juan Diego cuando impartió un par de cursos de ´ecobuceo´ (en 2006 y en 2011) a los instructores de los centros que realizan inmersiones en las ???,? hectáreas del área marina protegida de las Reservas Naturales de es Vedrà, es Vedranell y los islotes de Ponent, que en 2012 cumplen 10 años desde su creación.

Este madrileño de 45 años que comenzó a apasionarse por el mar en Tenerife y que en la actualidad es meteorólogo en el aeropuerto de Alicante, estima que «el buceo impacta, y bastante». A su juicio, «puede parecer que un buceador bien entrenado y concienciado puede generar un impacto mínimo, pero esa no es la realidad. Esencialmente porque los sistemas de formación no generan buceadores concienciados... ni casi bien entrenados. Y eso ocurre fundamentalmente porque se demanda obtener una titulación en un espacio de tiempo breve». Tienen gafas, aletas, respiran a través de las botellas de oxígeno, pero « apenas saben nada del medio al que les capacitan», advierte el instructor. Los cursos duran «cada vez menos» y «tienen muy poco contenido ambiental, o ninguno». Consecuencia: se cualifica a gente para moverse en un medio «que no entienden ni valoran». Y lo pagan las gorgonias, las praderas de posidonia, la fauna acuática.

Esa fue su labor en Ibiza: concienciar a quienes debían impartir los cursos de buceo: «El uso que hacen muchos centros de los espacios protegidos es intensivo y genera impacto. El desenvolvimiento de los nuevos buceadores debajo del agua no es el adecuado, no tienen las herramientas básicas de protección... Así, una actividad de bajo impacto, finalmente es de alto impacto. Eso, en la práctica, requiere una formación más larga. Pero va contra el mercado, que va a la inmediatez», lamenta. Cursos rápidos en temporadas cada vez más cortas y en estancias vacacionales aún más breves.

«El tipo de buceo que se realiza en la reserva limita un poco ese impacto, pues hay zonas bastante profundas. Eso obliga a que el usuario capacitado para ese tipo de inmersiones sea bastante avanzado. Al menos filtra gente con poca experiencia que, sin querer, aletee, toque, roce zonas sensibles y las dañe». Eso sí, «algunos espacios submarinos tienen una capacidad de carga limitada y a veces el número de buceadores suele ser mayor del adecuado».

Juan Diego parte de que el instructor es el primero que debe dar ejemplo: «El buceador repite lo que ha mamado en su formación. Y si hay prácticas poco cuidadosas, por ejemplo de alimentación de la fauna, creen que eso es lo que se debe hacer bajo el agua. Por ejemplo, dar de comer a las morenas es una práctica que altera gravemente los comportamientos y genera espacios muy transformados, convierte los entornos naturales en circos submarinos».

El experto explica que los cursos que impartió en Ibiza sirvieron «para poner en contacto a los responsables de la reserva y a sus usuarios, que ya es mucho. Hay muchas problemáticas locales que nacen de no hablar, de no conocer las necesidades y los problemas. Los cursos son útiles pues muestran qué es lo que pretenden los gestores de la reserva». De esa formación «parten luego iniciativas de algunos centros de buceo que si bien en algunos casos son para cuidar la propia imagen, en otros tienen verdadera voluntad de mejorar su actividad con programas educativos de itinerarios litorales o inmersiones temáticas donde se visitan los hábitats con otros ojos...», señala.

Coincide con los biólogos Enric Ballesteros y Cristina Linares, autores de estudios para la Reserva Natural, en la necesidad de crear micro reservas: «Sería bueno que hubiera esas zonas de protección integral, de reserva total, que sirven para la regeneración... si están bien elegidas. Pues hay veces que no se escogen bien y no funcionan. Piensas que ese lugar puede servir de criadero y generación de vida asociada y a lo mejor los procesos no se dan ahí, sino en otra zona», explica.


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