Nueva amenaza para el paisaje costero. En este caso no es en España sino en México, en el Parque Nacional Cabo Pulmo, en la Baja California Sur. Un paraíso donde crecen flora y fauna de todo tipo y que ha conseguido rehabilitarse tras una etapa de sobreexplotación.


Ahora es un lugar magnífico, creado en junio de 2000, con una reserva marina de 7.111 hectáreas considerada la mejor conservada del mundo, al igual que ocurre con su arrecife de coral, el mejor conservado de todo el Pacífico mexicano (y segundo de toda la costa pacífica tras la costarricense Isla del Coco). Además, el parque fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2005.
Con semejante presentación debería estar a salvo de cualquier agresión pero no. A pesar de contar con su propio modelo turístico, rentable y respetuoso con la naturaleza (submarinismo, pesca deportiva, remo), se ha autorizado a la empresa española Hansa Urbana a desarrollar en una zona colindante un proyecto llamado Cabo Cortés que parece demencial, máxime teniendo en cuenta que los hoteles que ya hay pasan la mayor parte del año vacíos.
Consiste en la construcción de un complejo residencial de 3.800 hectáreas con viviendas para 300.000 personas, 15 hoteles, 2 campos de golf y un puerto deportivo con capacidad para 490 embarcaciones, a los que se sumarían servicios como rompeolas, pozos de bombeo e incluso un acueducto. A esto habría que añadir la correspondiente red viaria.
La preceptiva Declaración de Impacto Ambiental está llena de irregularidades y errores, mencionando especies que nunca se han visto en Cabo Pulmo, ausencia de cualquier previsión sobre el efecto que habría en las que sí visitan la zona (tiburón ballena, tortuga marina, manta gigante, ballena jorobada…), nombres equivocados, etc. Pese a asegurar que la actividad no incidirá en el parque, las corrientes marinas circulan de norte a sur en invierno, lo que arrastrará hacia allí todas las aguas residuales, aceites y demás desechos.
A la denuncia de las ONG y asociaciones mexicanas se han sumado WWF y Greenpeace, así como sectores científicos y ciudadanos organizados en una coalición llamada Cabo Pulmo vivo. Todos con el objetivo de detener lo que consideran un peligro para la supervivencia del parque.


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