Las embarcaciones accidentadas o fuera de servicio tienen una segunda oportunidad más ecológica que el desguace

¿Es un barco accidentado un desastre medioambiental o una oportunidad para la ecología? La imagen de un siniestro en el mar es asociada, casi de inmediato, con el riesgo de contaminación por el vertido de carburante. Sin embargo, para otros esta visión supone una oportunidad para devolver la vida a los mares sobreexplotados. Y es que, asegurada una buena intervención para que el combustible no se derrame, un barco hundido es sinónimo de vergel en poco tiempo.
Quizá el Maverick Dos, encallado en la isla de la Torreta cuando hacía la ruta entre las islas de Ibiza y Formentera, pueda tener arreglo y volver al mar. Pero si no fuese así, sus propietarios podrían darle una segunda vida como hogar de peces, moluscos y algas. Algo que resulta mucho más sostenible que esperar almacenado como chatarra.
Esto, el hundimiento de barcos y otros restos inservibles, es lo que comienzan a reclamar empresarios y grupos de buceadores para repoblar los desérticos fondos marinos españoles. Recientemente, en Canarias, un grupo de empresarios náuticos presentó un proyecto en este sentido al cabildo con el fin de potenciar el buceo en el litoral de Fuerteventura. El consejero responsable del área le dio su bendición entonces y la Autoridad Portuaria firmó un convenio para entregar embarcaciones fuera de servicio.
Inspirados en la solución que se le dio al carguero Don Pedro, accidentado en 2007 y que hoy permanece bajo las aguas de Ibiza, el movimiento de profesionales que reclaman el hundimiento de pecios crece. Entre otras iniciativas, este tema centrará la feria de buceo Dive Travel Show, que contará con la asistencia del hijo de Cousteau y con Paul Watson, los próximos 24 y 25 de marzo.
Buceadores y ecologistas
La directora organizadora del citado evento, explica que el fondo del mar es el “destino natural” de estos barcos fuera de servicio, una vez que le ha liberado de elementos contaminantes. “Los pecios generan un ecosistema muy interesante. Primero aparecen algas y crustáceos… Si las condiciones del agua lo permiten, incluso corales. Posteriormente, se suman peces ligados a este tipo de vida, grupos que gustan de estos lugares sombríos, así como de disfrutar de cierta intimidad. Es el caso de los congrios, morenas, meros o las barracudas”, explica.
Esta lucha de los buceadores tiene un punto de vista ecologista que solo descubre quien ha visto el fondo del mar. “La gente que no bucea no entiende el ‘estrés’ al que está sometido este medio. Los buceadores lo vemos y, de verdad, se encoje el corazón de ver cómo es difícil encontrar un rastro de vida. Hace pocos años la Costa Brava, por ejemplo, estaba llena de crustáceos en cualquier playa. Hoy día no hay nada, hay poquísimos peces, y salta a la vista de cualquiera que bucee”. Sin contar con la basura que se encuentran en el fondo.
La mirada ecologista que se abre cuando se practica este deporte será uno de los temas a tratar en la citada feria internacional. “Lo primero que se le dice a un aprendiz es: ‘Deja tus burbujas y llévate solo imágenes’. Nuestras tres normas básicas son no romper, no extraer, no tirar y admirar con la mínima interferencia en el medio”, explica Riera. Solo falta que la vida regrese al fondo del mar.

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