Sus intrincados troncos color tierra y su tamaño le hacen resaltar en
medio de hileras de corales más pequeños extraídos de su hábitat y que
se comercializan en uno de los puestos de venta de artesanías de la
comuna Libertador Bolívar, en el cantón Santa Elena, en la provincia del
mismo nombre.

Se trata del apetecido coral negro, demandado por
turistas por su belleza y utilizado también para la confección de
joyas. La extracción para su posterior comercialización de los corales
negros registrados en el país está prohibida en el marco del Comercio
Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites,
por sus siglas en inglés), del que Ecuador es parte desde 1975.

Pero
su comercialización es evidente a lo largo de la Ruta del Spondylus.
Incluso, dentro de la vivienda de un comerciante que evitó identificarse
yacía otro coral negro de un metro de alto que aún tiene conchas y
caracoles incrustados en su base.

“Este ya lo vendí en $ 200
hace siete meses, pero la señora que me lo compró no ha venido a verlo.
El precio depende del tamaño. Llegué a vender uno en $ 500”, comenta
este hombre.

Ante la interrogante sobre cómo obtiene estos
corales, responde: “Este que no lo han venido a ver se lo compré a un
pescador de Puerto López, me dijo que se le había quedado enredado en
las redes de arrastre”, refiere este hombre que sustenta a su familia
con la comercialización de especies marinas silvestres. En sus
estanterías también exhibe decenas de corales blancos y puntiagudos de
estructura calcárea.

Más adelante, en la misma cuadra, aparece
una mujer que también muestra corales de este tipo que vende a precios
que oscilan entre los $ 5 y $ 15. “Yo solo me dedico a venderlos, unos
buzos se encargan de sacarlos de la zona de Ayangue y de otros sitios,
me cuentan”, refiere ante la pregunta de si conoce sobre la prohibición
de vender especies silvestres.

A la venta de corales como
artesanías se juntan otras amenazas como las actividades pesqueras,
cuando los pescadores lanzan sus redes, como lo que acabó con el coral
que se vendió en $ 200.

En la reserva marina del Parque Nacional
Machalilla (PNM), en Manabí, donde se han detectado las mayores
extensiones de parches coralinos costeros del país, también hay
problemas cuando los operadores turísticos lanzan sus anclas al fondo
marino. Así lo refieren ambientalistas entrevistados por este Diario,
quienes pidieron la reserva de sus nombres. “Hay boyas instaladas
alrededor de las islas de Salango y de la Plata para que los barcos se
sujeten a ellas, pero algunos operadores igual botan sus anclas por
comodidad para dejar a los turistas más cerca de los corales, lo que los
destruye. Hace falta difundir el uso de las boyas”, refiere un
ambientalista.

La pesca en zonas protegidas también afecta a
estos ecosistemas coralinos. Rody Macías, director de Medio Ambiente de
Manabí, refiere que desde julio pasado se ha interceptado una
embarcación que realizaba pesca ilegal en la reserva marina del PNM, y a
cinco más se les inició un proceso administrativo por hacer supuestas
faenas de pesca en la zona.

La detección se dio mediante un
sistema de control y vigilancia marina que incluye el uso de radares y
tecnología satelital, operativo desde julio pasado. Su instalación costó
$ 200.000. Cuenta además que en el 2010 se detuvo a un buzo que hacía
pesca con arpón en el sector de La Playita dentro del área protegida.
“Le aplicamos el máximo de la ley para este tipo de delito que es el
pago de diez salarios básicos y el decomiso de los equipos”, asegura
Macías.

La falta de infraestructura es una limitante del
control. Un yate y una lancha rápida es con lo que cuentan los 23
guardaparques del PNM para controlar las 55.095 hectáreas del PNM, de
las que 18.000 corresponden al área marina. “Es un proceso duro.
Tendremos otra lancha rápida a partir de febrero”, justifica Macías,
quien cree poco probable que los corales negros que se comercializan en
Libertador Bolívar hayan sido obtenidos del área protegida. Aunque
admite que extraer estos corales es ilegal así no hayan sido sacados de
una zona protegida.

Un biólogo marino experto en corales, quien
también pidió la reserva de su nombre, menciona otras amenazas como las
descargas de aguas turbias y sedimentos. “Los corales necesitan de aguas
claras para que ingrese la luz solar, es una de las condiciones para
que el ecosistema coralino se desarrolle sin problemas. Las aguas
turbias limitan el ingreso de esta luz solar”, asevera.

La
erradicación de los chivos que devastaban la vegetación de la isla de la
Plata y dejaban sin protección el forraje terrestre contribuyó a
reducir la descarga de sedimentos. La isla fue declarada sin chivos en
el 2006, antes de la administración de las autoridades actuales.

Aunque ambientalistas coinciden en que hace falta controlar más las descargas que se vierten a lo largo de la costa.

Factores
externos como el calentamiento global que provoca un aumento en la
temperatura del mar, lo que genera el blanqueamiento (muerte) de los
corales, es otra de las amenazas. “Se requiere investigar para conocer
los efectos de este fenómeno”, dice un ambientalista.

Hasta el
momento se han identificado 23 especies de corales duros en la costa
continental y 22 en Galápagos, mientras que se han detectado 29 especies
de corales suaves en el continente y 19 en Galápagos.

Precauciones: Para el buceo
No
usar aletas de buceo u otros elementos que pueden rozar los parches
coralinos y las especies que se alojan en estos ecosistemas.

No
pararse sobre los corales ni tocarlos, ya que esto provoca su
blanqueamiento (muerte). Ambientalistas recomiendan que las actividades
de snorkeling se deben realizar desde la superficie.

Verificar
que el encargado del barco se sujete a las boyas instaladas en las zonas
de acoderamiento, sin el uso de anclas para evitar afectar a los
corales del fondo marino.

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