El proyecto, encabezado por Rafael Azuar, pretende actualizar la Carta Arqueológica Subacuática de Alicante

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En los fondos de los museos locales, en las cabeceras de las hemerotecas, entre fajos de documentación. Allí es donde el equipo encabezado por Rafael Azuar, arqueólogo responsable de Proyección Internacional del MARQ y exdirector del Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena, ha investigado para sacar a la luz nuevas embarcaciones hundidas a lo largo del litoral alicantino. Todo ello como parte del proyecto para actualizar la Carta Arqueológica Subacuática de Alicante, que se ha previsto en un periodo de cinco años, dentro del plan de excavaciones del Museo Arqueológico de Alicante.
Azuar y su equipo acaba de dar por finalizada la primera fase de esta iniciativa con unos resultados satisfactorios, que ya se han presentado en el Instituto de Patrimonio de Conservación de España en Madrid y en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena (Arqua). "Hemos visitado la mayoría de los museos locales y se han inventariado los fondos con la ayuda de todos los centros", asegura Azuar.
Y es que se han registrado una decena de submarinos y aeronaves de la I y la II guerras mundiales hundidos en aguas alicantinas, además de cuarenta pecios más que hasta ahora no estaban incluidos y que ha actualizado la información que ya se tenía de los registrados. Respecto a los restos de embarcaciones de las guerras mundiales, la novedad radica en que hasta ahora no se consideraba patrimonio subacuático por ser más reciente, mientras que ahora se clasifica como tal si han pasado más de cincuenta años y por tanto se pueden incluir dentro de la Carta Arqueológica.
"Teniendo en cuenta que España no intervino en ninguna de esas dos guerras, es muy interesante analizar por qué encontramos todas estos barcos y aeronaves hundidas", destaca el arqueólogo. Además, hasta ahora había registrados en la Carta Arqueológica Subacuática un total de 60 pecios antiguos que descansan en las aguas de la costa, cifra que se ha aumentado hasta llegar al centenar después de las nuevas investigaciones. "Y eso teniendo en cuenta que hasta ahora no se ha podido bajar más allá de los 30 0 40 metros de profundidad, algo que se hará en otra fase con la utilización de nueva tecnología que nos permitirá identificar los fondos marinos que a más de 50 metros son desconocidos".
La segunda fase pasa por utilizar toda la información obtenida para localizar dónde se encuentra ese patrimonio, ya que de algunos se sabe el lugar exacto donde se encuentran, pero de otros no. "En esta fase hay que realizar las prospecciones en el agua y eso es lo más costoso", según el arqueólogo, pero es necesario, ya que servirá para "identificar los restos que no constaban en la carta actual y para reposicionar los pecios conocidos hasta el momento con más exactitud". Estas prospecciones, afirma, empezarían por el área próxima a Tabarca, "que por su fisonomía ha propiciado tradicionalmente hundimientos".


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