Aunque hoy por hoy la posibilidad de ver en El Hierro la afloración de un nuevo territorio es escasa, la ciencia continúa atenta por si esa remota oportunidad se presentara.

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Sesenta días después de que los científicos dieran por iniciada la erupción el pasado 10 de octubre, el volcán submarino del Mar de las Calmas ha pasado por diferentes episodios de actividad arrojando materiales a la superficie, provocando terremotos y tiñendo el mar con sus gases disueltos. La onda sísmica del tremor no deja lugar a dudas, el volcán está arrojando lava y gases, esto en unas circunstancias normales propiciaría que el cono volcánico creciera hasta asomar en la superficie. Gracias a los trabajos del Instituto Español de Oceanografía, hoy sabemos que el volcán está en un lugar poco apropiado. Las lavas que el volcán expulsa están cayendo ladera abajo sin que la orografía del lugar permita que se acumulen. Esto, sumado a los dos derrumbes que como mínimo ha sufrido el cono volcánico, hacen que el sueño de ver un nuevo islote frente a La Restinga se difumine a medida que pasan los días. Aunque remota, esta posibilidad existe, por eso los biólogos se preparan para actuar en caso de que la actividad cambie y asome en el lugar un nuevo territorio virgen.
El catedrático de Ecología de La Universidad de La Laguna, José María Fernández Palacios, pone un claro ejemplo sobre la importancia de que esto sucediera: “Un nuevo territorio en El Hierro supondría para la Biología lo mismo que llegar a Marte para la Astronáutica”. Así de contundente se muestra el catedrático al destacar que el potencial biológico de una nueva isla en el mar situaría a El Hierro en el mapa de la ecología mundial. Desafortunadamente la ciencia ha contemplado el poblamiento de un nuevo territorio muy pocas veces. Ser testigos de cómo la vida conquista un nuevo espacio es una oportunidad excepcional que ningún biólogo se querría perder. “En el mundo, en la actualidad, solo existen dos casos comparables: Anak Krakatau (Hijo de Krakatoa) que surgió del mar en 1928 y la isla de Surtsey emergida en 1963 cerca de Islandia. La primera isla se encuentra en el ecuador y la segunda al norte del planeta, por eso, de surgir un islote en El Hierro estaríamos ante una oportunidad única que, desde luego, llevaría hasta la isla a cientos de científicos de todos el mundo”. Fernández Palacios reconoce que aunque la colonización submarina es interesante, lo realmente importante sería ver aflorar una nueva isla.“Es evidente que aunque no surja la isla habrá, y seguramente ya esté sucediendo, un proceso de colonización primaria de un nuevo territorio submarino, que es importante pero no es comparable a si un islote llega a emerger, si esto fuera así y no se uniera a la isla mayor tendríamos entre las manos materia para trabajar durante cientos de años”. Aunque ahora esa posibilidad es remota, El Hierro mantiene en alerta a muchos expertos en ecología. Antes de que ese hipotético nuevo territorio asomase sobre la superficie del mar se tendría que tener preparado un protocolo de actuación científica para no comprometer los estudios de los próximos cien o doscientos años.
Hemos aprendido de los errores. “Se han dado casos de contaminación humana de estos nuevos territorios, las primeras personas que pisan estas tierras vírgenes suelen ir con buena intención pero con poca formación, de esa manera, llevan por ejemplo semillas de plantas en sus botas o restos de comida que invalidan cualquier investigación posterior”. Si de las aguas manchadas de gases disueltos del Mar de las Calmas surgiera una isla nadie podría apresurarse a clavar una bandera o una cruz , según Fernández Palacios se debería crear una institución que velara por esterilidad del nuevo territorio canario y que gestionara las cientos de peticiones de estudios. “Hoy por hoy no existe ningún tipo de protocolo establecido para garantizar esto, no tendría ningún tipo de protección, en primer lugar se debería impedir que se visitara. Por ejemplo, las personas llevarían consigo diásporas de plantas que de otra manera no arribarían a la isla, si esto sucediera y estropeamos el experimento en el punto de partida lo estropearíamos para siempre”.
Hasta los años 70 se pensaba que el poblamiento de los territorios insulares se establecían por orden determinístico, primero entran unas especies que permiten que lleguen otras que a su vez favorecen que desembarquen unas terceras. Los trabajos en la isla de Surtsey han demostrado recientemente que lo realmente importante es el orden de llegada, o la “ayuda” de otras especies como las aves marinas.
Aún no sabemos si de los fondos marinos de la isla de El Hierro surgirá un nuevo territorio para Canarias, de lo que no cabe ninguna duda es que a partir de ese día, la Isla del Meridiano se convertiría en el más importante laboratorio de colonización del mundo.


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