Uno de los 'cazatesoros' más famosos del mundo dice que la normativa no es rentable.

Burt Webber es uno de esos tipos que no aceptan un 'no' por respuesta. Considerado uno de los 'cazatesoros' más legendarios de EE. UU. -aunque él prefiere el término 'historiador especializado en naufragios'-, lleva casi 30 años tratando de convencer al gobierno colombiano de que lo deje rescatar el galeón San Roque, que estaría sumergido cerca del archipiélago de San Andrés y Providencia.
En su enésimo intento, aterrizó la semana pasada en Bogotá con dos objetivos: presentarle una propuesta al Gobierno para ir por el galeón, basada en un contrato que tiene desde hace 30 años con República Dominicana y que le ha permitido rescatar más de 30 navíos, y hacer lobby para impedir que se apruebe el proyecto de Ley de Patrimonio Sumergido radicado por la ministra de Cultura, Mariana Garcés, en octubre pasado.
¿Cuál es su crítica a una normativa que ha sido polémica precisamente por favorecer a privados que, como él, se dedican a buscar tesoros submarinos? Básicamente, que no es rentable. Según dice, ninguna empresa invertirá tiempo y recursos para rescatar un naufragio a cambio de un 25 por ciento de lo que encuentre, el máximo que ofrecería el gobierno colombiano.
¿Por qué cree que el galeón 'San Roque' está en aguas colombianas?
Por los documentos históricos. Se sabe que zarpó el 6 de noviembre de 1605 de La Habana, junto a una flotilla de otros nueve galeones, y que un huracán lo sorprendió. Sólo cuatro pudieron regresar a puerto seguro. En 1689, un barco inglés encontró el naufragio, cerca del islote de Serranilla, pero debido a la poca tecnología de la época sólo pudo rescatar 60 libras de plata. Nuestras investigaciones dieron con los registros de ese barco y las coordenadas.
¿Cuándo fue su primer contacto con el Gobierno para rescatarlo?
En 1983, pero el Gobierno de entonces no era consciente de la importancia del tema. Me dijeron que ya habían firmado un contrato con una petrolera británica y que yo era el segundo en la fila. Los ingleses no encontraron nada, ya que no tenían la tecnología, la experiencia ni la capacidad financiera. De hecho, me ofrecieron subcontratarme, pero yo rechacé el trato.
¿Qué espera hallar en el naufragio?
El barco, que ahora está cubierto por una capa de coral de unos 15 metros, llevaba una cantidad importante de objetos de la época, como cerámicas, ánforas, vasijas y demás recipientes que servían para transportar comida y aceite de oliva. Además, unas 60.000 monedas y una carga de oro y plata importante.
¿Cuál sería el valor comercial hoy de ese hallazgo?
Hay mucha exageración y cifras muy alegres, como la de 3.000 millones de dólares. Estas especulaciones sólo confunden. Mis cálculos son de 400 millones de dólares.
¿Cuánto costaría el rescate?
Unos tres millones de dólares: un millón para la exploración y dos para el rescate, que podría durar un año. Estos números varían en función de las condiciones reales que encontremos. Si la profundidad es mayor a la estimada o los buzos encuentran dificultades para romper la capa de coral, los tiempos podrían duplicarse y esto subiría los costos a 4 o 5 millones de dólares.
¿Y cómo consigue todo ese dinero?
Busco socios con un buen músculo financiero. Para rescatar el San Roque cuento con el respaldo económico de Sean Tucker, un ex ciclista profesional y empresario de toda la vida, fundador del equipo Toyota-United, y quien actualmente preside 2Iron, una compañía de consultoría financiera que tiene clientes como Konica y Laboratorios Abbot.
¿Cuál es el trato que le propone al Gobierno para rescatar el galeón?
Un contrato en términos similares al que tengo con República Dominicana. Rescataríamos el naufragio a cambio de un 50 por ciento de lo encontrado. La operación sería completamente transparente, con miembros del Gobierno a bordo de la tripulación para supervisar el rescate. Además, Colombia tendría la potestad para quedarse con todo lo que considere patrimonio. Eso sí, reconociéndonos el 50 por ciento del valor de esas piezas.
La Ley que está en estudio contempla un pago máximo para el rescatista del 25 por ciento del valor de lo hallado. ¿Trabajaría en esas condiciones?
Ni yo, ni ninguna compañía seria aceptaría un trato así, por los riesgos financieros que le he descrito. En países como Inglaterra, que tienen los recursos para explorar y rescatar por su cuenta, la proporción es del 20 por ciento para el Gobierno y el 80 para el rescatista. República Dominicana tiene uno de los acuerdos más ventajosos para el Gobierno: 50 y 50. Esto es lo que proponemos para Colombia.
¿Qué más reparos le ve al proyecto?
Que es poco realista y no ha sido consultado con especialistas. Hay que escuchar la voz de los intelectuales y los arqueólogos, pero también la de las personas que hemos dedicado nuestra vida al rescate de naufragios y la de los gobiernos que, como el de República Dominicana, tienen un modelo que funciona. Si esta Ley sale adelante, Colombia no rescatará ni un solo galeón.
Si no les sirve a los 'cazatesoros' ni a los arqueólogos -que también la han criticado-, ¿a quién beneficia la Ley?
A quienes, como la Unesco, defienden que lo mejor es la conservación in situ; es decir, que los tesoros se queden en el mar. Esto es una gran falacia, porque los naufragios sufren un rápido proceso de corrosión. Los océanos no conservan los objetos. Por el contrario, son el motor más grande de reciclaje que se conoce, y es un proceso que ocurre más rápido de lo que parece.
Precisamente la Unesco sostiene que todo lo que está sumergido es patrimonio y no puede venderse...
Es un gran error. Por ejemplo, en el galeón Concepción, encontrado en República Dominicana, hallamos 60.000 monedas que, obviamente, no podían ser expuestas todas en un museo. Muchas de ellas eran exactamente iguales. El Gobierno comercializó las repetidas y con esos recursos financió parte del primer laboratorio para la preservación del patrimonio sumergido y la formación de sus técnicos.
¿O sea que los más de 40 países que han firmado la Convención de la Unesco sobre el tema se equivocan?
La mayoría de esos países no tienen un potencial importante de patrimonio sumergido. Y en los que sí lo tienen, como Cuba, Jamaica o México, ¿cuántos naufragios se han rescatado desde que se firmaron los acuerdos? ¿Cuántos museos de exhibición de lo que se ha rescatado han abierto? ¿Cuántos cuerpos especializados de buzos han creado?
¿Por qué los arqueólogos ven con tanto recelo su trabajo?
Porque creen que son los únicos que le encuentran un valor cultural al patrimonio sumergido. Yo tengo un interés económico evidente en los naufragios, pero también me considero un arqueólogo. En el Concepción, por ejemplo, trabajamos con el mismo esmero y delicadeza para rescatar una moneda de plata y un pocillo de porcelana china de la dinastía Ming.
Los llaman los 'piratas' del siglo XXI...
No conozco al primer pirata que intente concertar con el Gobierno y le proponga trabajar bajo su supervisión. Son los gobiernos que no ponen unas reglas claras los que incentivan a los expoliadores.
Vida de 'cazafortunas'
Su mayor hallazgo ha sido el 'concepción'
Burt Webber, nacido en Pensilvania hace 69 años, es un tipo obstinado. A los 19 falsificó un certificado médico para entrar a una academia de buceo. Temía que sus problemas de asma, que ya le habían cerrado las puertas de la Armada, le impidieran cumplir su sueño de explorar el fondo del mar. Consiguió 'colarse' en la escuela, se graduó con honores y se convirtió en un respetado buzo. Esta habilidad y su curiosidad por la historia lo convirtieron en un 'cazatesoros'. De todos sus hallazgos (más de 30) sólo uno, según él, le ha dado riqueza: el galeón 'Concepción', hundido en en aguas dominicanas. El valor de su carga se tasó en unos 30 millones de dólares actuales.


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