A 650 metros de altura sobre el nivel del mar. A cientos de kilómetros de la costa más cercana. Aquí, en el centro de Madrid, tierra adentro, es posible celebrar un bautismo de buceo en la piscina de La Almudena, situada en el distrito de Ciudad Lineal.
El secreto está en olvidar aquello de que "aquí no hay playa" y, ¡vaya, vaya!, ponerse en manos de expertos buceadores dispuestos a hacer de la necesidad virtud. "No tenemos mar, pero hay piscinas. Y eso es todo lo que se necesita para aprender a bucear", explica José Luis Sekade, dive master de Focasub ('focasub.com').
Llega la hora. Todos sentados en el borde de la piscina, ya uniformados para la ocasión. Una ligera inclinación a la izquierda y ¡ya está! De repente, nada pesa, moverse es facilísimo y el traje ha dejado de existir. Empezamos bien.
Pero se acerca el momento crítico. Nos ponemos la toma de aire en la boca. Desinflamos totalmente el chaleco, caemos al fondo de la piscina ayudados por los pesos que llevamos atados a la cintura. De rodillas. Nos miramos. Y comienza el milagro de las burbujas. Estamos respirando. Respirando debajo del agua. La sensación es extraordinaria. Nos miramos y hacemos el signo de la victoria. Pero nos corrige el instructor: si todo va bien hay que unir índice y pulgar. Pues eso. Unidos quedan.
Y ahora, a flotar. Hinchamos un poco el chaleco y quedamos en un limbo acuático, entre la superficie del agua y el fondo de la piscina. Totalmente estirado. Respirando y moviendo las aletas. Y moviéndonos al fin. Indescriptible la sensación de ver pasar el fondo. Soy yo, somos cada uno de nosotros los que avanzamos, con litros de agua por encima, oyendo nuestra respiración, con la sensación de no tener cuerpo, de que la gravedad no existe.
Un grupo de 'doñas' inmersas en su clase de natación nos devuelve a la realidad con sus sonoros chapoteos. Se acabó. Focasub se hace cargo de nuestros uniformes acuáticos. Nos ha costado sólo 25 euros (15 con oferta), quitarnos de encima los complejos porque 'aquí no hay playa'.


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