Los fondos marinos de El Hierro aguardan impacientes el veredicto del volcán

Puede que sólo sea una anécdota o puede que a algunos les suene a profecía, pero en el fondo de La Restinga, donde ruge el volcán de El Hierro y bajo la mancha que amenaza con hacerlo saltar todo por los aires, la Cueva del Diablo se alza imponente. Allí, en pleno paraíso submarino y a unos catorce metros de profundidad, una bóveda en forma de iglesia da la bienvenida a los buceadores a la que es una de las inmersiones más emblemáticas de la zona, junto con el mítico El Bajón. Ahora, el mismísimo diablo disfrazado de magma parece haberse decidido a salir de la penumbra.

Por una parte de la cueva entra un rayo de luz, en medio de la oscuridad y donde de un momento a otro el buceador espera encontrarse la puerta del infierno ante sus narices. Allí es muy fácil sentir la ingravidez. Reina la paz y el único ruido perceptible son las burbujas del regulador. Hasta ahora no había aparecido el diablo; hasta ahora. Desde hace una semana, una columna de magma de doce kilómetros busca una salida a la superficie, quien sabe si a través de la Cueva del Diablo.

Carlos Minguell, bicampeón del mundo de fotografía submarina y director del Open Fotosub Isla de El Hierro, cree que es una verdadera joya de la naturaleza: "Una inmersión poco visitada, muy tranquila y plagada de fauna. Un verdadero refugio del tamboril espinoso", una de las especies marinas en peligro de extinción en Canarias, depredador natural del devastador erizo de lima. La Cueva del Diablo está totalmente pegada a la costa; un precioso veril baja por el acantilado hasta que se pierde en las profundidades. Imposible que pase desapercibida. Mística y mítica, así es la Cueva del Diablo.

Rumbo al mar de Las Calmas, a unos trescientos metros del muelle de La Restinga, El Bajón espera la llegada de intrusos. A unos ocho metros de profundidad emerge del abismo un doble roque que, en días de fuertes corrientes, sirve al buceador de refugio por la cara oeste.

"Es la inmersión más emblemática de El Hierro", certifica Carlos Minguell. "Grandiosa en el sentido paisajístico y la más propicia para llevarse sorpresas con apariciones de petos, grandes medregales y la elegante e imponente Maroma Diablo", una manta reconocible por sus dos cuernos en la parte delantera y que puede llegar a medir hasta cuatro metros de envergadura. El Bajón es también el refugio de numerosos ejemplares parientes cercanos del gran Pancho, ese mero que hizo famosos lo fondos herreños y que un buen día decidió marcharse de El Desierto, donde habitaba, tal vez cansado ya de tanta fama mediática.

El final de El Bajón no se conoce. Bajo su punta, la primera caída llega a los cuarenta y cinco metros de profundidad, otro escalón se sitúa a cien y a él sólo se puede llegar con equipos especiales de inmersión y con muchísima experiencia y, luego, el abismo. Así es esta inmersión; se conoce su parte más alta y se desconoce la más profunda.

Ayer, el volcán parecía sitiar El Bajón: por encima, la famosa mancha de restos volcánicos; por debajo, el magma que amenaza a El Hierro rugía sin cesar. Y tal vez en esas profundidades a las que los humanos no han sabido llegar aún, el diablo hacía de las suyas.

Punta Las Cañas, el Roque de Tacorón, El Desierto, El Bajón, la Cueva del Diablo... los tesoros submarinos de Europa aguardan a la decisión del volcán. Quién sabe lo que ocurre ahí abajo.

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