La Reserva Marina de Interés Pesquero de La Palma cumple diez años. Además de reflotarse el espacio como caladero de la flota artesanal, gracias a sus espectaculares fondos volcánicos, va camino de convertirse en un santuario para la actividad subacuática recreativa y ecológica.

Fue en su día uno de los principales bancos de la flota artesanal de La Palma. Su declaración en el año 2001 como Reserva Marina de Interés Pesquero ha permitido recuperar una parte sustancial de su riqueza y biodiversidad. Ahora, ese espacio oceánico situado en la zona sudoccidental de la Isla, entre la playa del Charco Verde (Los Llanos de Aridane) y Las Celdas (Fuencaliente), aspira a erigirse también en templo del ecobuceo donde peregrinen los devotos de la citada modalidad deportiva. Ocupa un total de 3.719 hectáreas.
En este entorno marino se han delimitado nueve puntos de buceo que, en breve, según una fuente de la reserva, «contarán con boyas de amarre para las embarcaciones y, una vez colocadas, las actividades se regularán en base a los cupos y condiciones establecidas».
Los buceadores interesados en sumergirse en este santuario marino, además de solicitar el preceptivo permiso, han de cumplir con las condiciones de seguridad para la práctica de las actividades subacuáticas que, al efecto, se establecen en la normativa específica. Entre otras, tendrán que acreditar una experiencia mínima de 25 inmersiones de las que, al menos una, deberá haber sido realizada en los últimos doce meses, contados a partir de la fecha de la petición. Tampoco se pueden desarrollar «prácticas o bautizos de buceos» ni inmersiones «nocturnas o desde tierra».
El colectivo de buceadores recreativos, señala un portavoz de la Dirección General de Recursos Marinos del Gobierno central, «viene incrementando su demanda de uso de las Reservas Marinas notablemente en los últimos tiempos». Apunta que, tales espacios, «por lo general se encuentran en lugares aislados, lejos de los grandes núcleos de población y de los efectos de sus impactos ambientales».

EXPERIENCIA. Bucear en una Reserva Marina, alega, «es especial pues cualquier inmersión puede convertirse en una experiencia única, donde es posible apreciar todo el valor faunístico, botánico, paisajístico y ecológico del lugar».
El buceador deportivo, remarca, «es un invitado en el medio marino y como tal, debe comportarse, respetando el medio que lo acoge y que le muestra sus maravillas en una contemplación privilegiada».


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