El otoño es una excelente oportunidad para descubrir el archipiélago más famoso de Portugal. Conocido como el «jardín del Atlántico», Madeira celebra esta semana su primer Festival de la Naturaleza con actividades al aire libre
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Aunque manida, la definición de «jardín del Atlántico» no pierde valor. La isla portuguesa de Madeira es un auténtico vergel en medio del Océano, el rincón idóneo para escaparse del mundanal ruido y respirar aire puro. Basta contemplar la isla desde el avión para adivinar que la elección que hemos hecho es más que acertada, pues la abrupta orografía crea paisajes únicos que nos invitan a disfrutar al máximo del entorno, ya sea por tierra, mar o aire. Más ahora, ya que desde mañana y hasta el 16 de octubre se celebra, por primera vez, el Festival de la Naturaleza, una semana repleta de actividades en las que se combinan deporte, animación y cultura.
¿Qué mejor excusa para sumergirse en la tierra natal del famoso Cristiano Ronaldo que unos días de aventura al aire libre? Sean aficionados al fútbol o no, madridistas o culés, amantes del riesgo o no tanto... el viaje promete. Y cumple con las expectativas de todos. Puede practicar «trekking» en las levadas, jugar a golf con vistas al mar o sumergirse en pleno Atlántico.
Por su clima, aguas cristalinas y fauna marina, Madeira es un destino perfecto para practicar actividades en el agua, desde «snorkle» para los más novatos hasta inmersiones de submarinismo nocturnas para los más veteranos.
Un punto de referencia para el buceo es la Reserva Garajau, al este de Funchal, pues gracias a su riqueza biológica proporciona unas condiciones únicas para practicar esta actividad, constituyéndose como un área protegida con gran interés desde el punto de vista científico. En la costa noroccidental también merece la pena dejarse caer por Porto Moniz, un coqueto rincón que cuenta con unas impresionantes piscinas naturales en las que se puede bucear y una playa de arena negra para relajarse después del trajín.
Sin dejar el agua, los aficionados a las emociones fuertes pueden montarse en una moto, practicar esquí acuático o probar suerte con el surf en alguna pequeña cala arropada por escarpados acantilados de basalto. Y para toda la familia también hay opciones, gracias a las canoas o el kayak, aunque el avistamiento de ballenas y delfines es la actividad más buscada por los pequeños de la casa, pues muchas especies de cetáceos visitan la zona.

Folclore
Pero además de deporte al aire libre, Madeira tampoco defrauda a nivel cultural, pues el archipiélago está salpicado de museos, iglesias, palacios, casas señoriales y un folclore muy rico que se deja sentir en cada pueblo. Y todo ello bajo una fragancia imposible de olvidar, con esencias balsámicas y aromas de flores frescas.
La punta de San Lorenzo, en el extremo más oriental de la isla, recibe el nombre de Carabela de Joao Gonçalves Zarco. En la obligada visita a esta zona, considerada el fin del mundo, resulta inevitable quedarse anonadado ante la inmensidad del océano. Y a ambos lados, altos y abruptos acantilados vestidos de colores castaños, tejas y ocres de la bahía de Abra.

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