"Cualquiera puede ponerse una máscara y bucear. Encontrará cosas que le harán cambiar el modo de pensar"

La oceanógrafa Sylvia Earle aprovecha la más mínima oportunidad para denunciar la destrucción que el ser humano ha provocado en los océanos y para reivindicar la importancia y la necesidad de cuidarlos. Ha visto de cerca los destrozos producidos por el ser humano, ya que ha dedicado toda su carrera investigadora a desarrollar y utilizar tecnologías para llegar al fondo oceánico y estudiarlo.

¿Qué evolución ha tenido la tecnología para estudiar los océanos?

Cuando comencé a bucear, en la década de los cincuenta, fui una de las primeras personas de mi país, Estados Unidos, en utilizar un equipo de submarinismo. También fui la primera en probar el buceo de saturación. Y una de las primeras en vivir bajo el agua. Lo he hecho nueve veces, y he utilizado 30 tipos diferentes de submarinos, ninguno de los cuales existía antes de mediados del siglo XX.

Las nuevas tecnologías nos están brindando la oportunidad de observar lo que antes era imposible. Por ejemplo, cuando era una niña, no se sabía que había cadenas montañosas en los océanos Atlántico, Pacífico e Índico; no nos dábamos cuenta de que los océanos dirigen el clima y la meteorología. Ahora comprendemos que el océano es indispensable para toda la vida en la Tierra, incluida la nuestra, por supuesto. Asimismo, hemos entendido por primera vez la capacidad que tenemos para cambiar los océanos mediante lo que vertemos y lo que sacamos de ellos. En pocos años hemos presenciado el declive de los arrecifes de coral, ya que la mitad ya ha desaparecido o está en una situación grave, y la desaparición del 90% de los peces grandes, pues somos muy buenos encontrándolos, atrapándolos y comiéndolos.

Se dice que sabemos más sobre la Luna que sobre el fondo oceánico...

Contamos con mejores mapas de la Luna, Marte y Júpiter que de nuestro propio planeta, sobre todo en lo que se refiere a los océanos. No tiene sentido que solo el 5% de los mapas oceánicos sea del mismo nivel de precisión que los de la Luna o Marte. No es de recibo. Debemos entender esta parte del sistema solar, esta parte del universo. Es nuestro hogar. ¡Es nuestro único hogar!

Puede que algún día mandemos embajadores a vivir a Marte. A mí misma me gustaría probar, pero nunca enviaremos siete mil millones de personas. Seguramente, ya supondrá un gran esfuerzo mandar diez personas a Marte, y conseguir mantenerlas con vida. No es un lugar cómodo para vivir, pero, en todo el universo, después de la Tierra, es el mejor para albergar vida. Sobre todo nuestra vida.

¿Qué es lo más fascinante que ha observado bajo el agua? Algún ser vivo, alguna vista...

Lo más fascinante que he visto en los océanos es el cambio que se observa. Me encanta adentrarme en el océano en submarinos, ya que llego a mayor profundidad que aguantando la respiración o utilizando equipos de buceo. Mediante los equipos de buceo, ya sabes, puedo llegar hasta los 50 metros, y eso ya es mucho para ese tipo de buceo. En submarino, sin embargo, se pueden bajar incluso cuatro kilómetros.

En la superficie del agua, en mar abierto, el agua es transparente, y azul. Según se baja, el azul se hace más y más intenso, y toma muchas tonalidades; se pueden encontrar todos los tonos imaginables de azul... Y se va oscureciendo, oscureciendo, hasta llegar a un azul oscuro casi púrpura.

Sin embargo, al mirar hacia arriba, todavía se puede percibir la luz; estando a 500 metros, todavía se puede saber que esto es arriba y esto es abajo. Pero todo es muy oscuro todo el rato. La única excepción es la luz de los seres vivos: los seres que viven a esas profundidades pueden emitir luz, como las luciérnagas. El 90% de los seres vivos de las profundidades marinas puede emitir luz en forma de flashes, chispas o destellos. Es muy hermoso. Entrar en el lado oscuro del océano es como andar por una galaxia llena de estrellas.

La gente quiere ir al cielo o ser astronauta, para encontrar formas de vida nuevas y curiosas en otros planetas, y no nos damos cuneta de que las más fascinantes maneras de vivir se encuentran ahí [señalando el mar]. Cualquiera puede ponerse una máscara y bucear; encontrará cosas que le harán cambiar el modo de pensar. Mi madre lo hizo con 81 años, y al salir dijo que nadie debería esperar a tener esa edad para ver aquello. El océano está para que lo exploremos, para disfrutar, para verse a uno mismo con otros ojos.

Estoy segura de que también ha visto cosas terribles, que le han horrorizado...

La cosas más terrible que he visto en el océano ha sido el daño producido por la pesca destructiva. Por ejemplo, los barcos de pesca de arrastre y las dragas han destrozado el fondo marino, y donde antes había esponjas, corales y peces asociados a éstos ahora no hay nada. Se acabó. Es flagrante.

La utilización de dichos recursos destructivos para la pesca de la vida salvaje de los océanos no es una buena forma de alimentarnos. Además de los peces, aniquilan todo el fondo marino y todo lo relacionado con él. He visto largos trozos de sedal desechado enredados en seres vivos salvajes. Me parte el corazón ver cuánto podemos perjudicar algo que es indispensable para nuestra vida. Para mí, el océano es el corazón azul del planeta. Debemos cuidar nuestro corazón, no perjudicarlo.

Supongamos que tiene autoridad para tomar decisiones, y que puede gestionar todos los recursos del mundo. ¿Qué decisiones tomaría?

Debemos cuidar el sistema natural: los bosques, las cuencas hidrológicas, los ríos... la vida salvaje. Y no porque sea un lujo, ni porque sea una opción, sino porque es indispensable para nuestra propia vida. Al fin y al cabo, nuestra vida está unida a los sistemas que producen oxígeno; el 70% del oxígeno que respiramos proviene del océano, de unos seres verdes y verde-azulados pequeños. No solo producen oxígeno, sino que también atrapan el carbono. Son parte del ciclo del carbono, del ciclo del oxígeno y del todo el ciclo del agua. Son parte de todo aquello que nos permite sobrevivir.

Hace 100 años no se sabía esto; ni siquiera hace 50 años. Incluso ahora mismo hay mucha gente que no se ha percatado de que cada vez hay sabemos más sobre el efecto que tiene el océano en cada respiración que realizamos, en cada gota de agua que bebemos.

¿Qué opina de los grandes planes de desalinización del agua marina como el del Sahara?

Se trata de soluciones para abastecer de agua dulce para el consumo humano. Son una forma de abordar el tema, pero requieren grandes cantidades de energía. Mientras tanto, podríamos conservar el agua que tenemos, proteger las cuencas hidrológicas, y evitar malgastar los recursos de los que disponemos.

Cada vez hay más planes de desalinización, porque nosotros también somos cada vez más. Y esos planes también tienen su impacto: cada vez que entra agua de mar, no entra solo agua, sino que lleva parte de la vida de los océanos. Si coges un cubo lleno de agua, encontrarás seres vivos de las doce categorías diferentes que permiten funcionar a los océanos. El planeta no solo funcionan gracias al agua y las rocas; influyen el agua, las rocas y la vida.

En este momento, no estamos aprovechando el agua dulce de forma inteligente. Estoy segura de que hay mejores maneras conseguirlo que coger el agua de los océanos y convertirla en agua dulce y sal, destrozando la vida en el proceso. Todavía estamos a tiempo para encontrar la forma de hacerlo funcionar. Estamos en el momento más decisivo para sobrevivir, porque las decisiones que tomemos ahora y en los próximos diez años, influirán en los próximos 10.000.

Ahora es el momento de poner en marcha las buenas intenciones, de utilizar la tecnología para encontrar mejores soluciones energéticas, de desarrollar nuevas soluciones para el agua, de utilizar este planeta azul mágico, nuestro único hogar, para mantenerlo. Tenemos una oportunidad como nunca antes hemos tenido, y, quizás, como nunca más tendremos.

BIOGRAFÍA

Sylvia Alice Earle

Nacida en Gibbstown, New Jersey (1935), es experta en oceanografía. Fue líder de investigación en el Instituto Oceánico y Atmosférico de los Estados Unidos (NOAA), y una de las creadoras de la Fundación Mission Blue. Cuenta con más de 150 publicaciones (científicas, técnicas y divulgativas). Actualmente, es miembro de la sociedad National Geographic. Ha realizado investigaciones para estudiar los ecosistemas marinos, y, sobre todo, para llegar al fondo oceánico. Además, ha participado en el desarrollo y utilización de las tecnologías necesarias para dichos estudios.